LECTURAS
(elo,105)
LA CARRETERA
Cormac McCarthy
Mondadori, 2.006
En primer lugar, para desde el inicio dejar las cosas claras, tengo que admitir, que “La carretera”, es una de las mejores novelas que he leído en los últimos meses, y lo es por varias razones, entre las que destacan la voluntad de estilo que hay en ella, y el acierto en el tono empleado por el autor, para transmitir la sensación de desolación que anega toda la obra. A lo anterior, se añade un contenido moral, que aunque discutible, aporta a la novela de McCarthy, la justificación que necesita para ser algo más que un mero producto comercial al uso, lo que para empezar no es poco. Se podría decir (esta vergonzosa manía de reducirlo todo a dos variables siempre resulta recurrente), que existen dos tipos de novelas, la burguesa, que es aquella que en todo momento va tirando del lector, que encuentra a su más claro exponente en la literatura contemporánea norteamericana en Philip Roth, (sobre todo en sus obras más sobresalientes), y la poética, que por el contrario, es la que exige al lector un esfuerzo adicional para que éste, pueda sacarle a dichas creaciones, el jugo que atesoran y que casi siempre esconden. Son dos formas diferentes de afrontar la literatura, la que sin problemas se muestra y la que hay que descubrir, siendo ambas, sobre todo cuando se realizan desde el compromiso con la literatura, con la literatura de calidad, igualmente válidas, aunque poseen una accesibilidad diferente. “La carretera” pertenece al segundo grupo, siendo éste posiblemente el motivo, por el que el lector, sienta cierta reticencia a enfrentarse con ella, pues siempre es más fácil leer otro tipo de novelas, por ejemplo una de esas, que pese a su calidad, uno pueda abandonar sobre la mesita de noche, para recomenzarla a la semana siguiente, sin que por ello olvide nada importante de la misma. Para colmo, ese mismo lector, si realmente le interesa, puede reencontrarse gracias a esta novela, con la rama disidente de la cultura norteamericana, la que a pesar de vivir eclipsada y casi aplastada por el magnetismo y la vitalidad de la mayoritaria, de vez en cuando, con dificultad, logra transmitir alguna señal que nos hace comprender, que aún, en contra de lo que pudiera pensarse, sigue palpitando y señalando hacia una realidad diferente, siempre alejada de la publicitada desde todos los ángulos.
“La carretera”, en fin, es una novela poética que se centra en la desolación de un mundo destruido, posiblemente a causa de un cataclismo natural (en ningún momento se habla de lo acaecido), en donde los pocos seres humanos que a duras penas han logrado sobrevivir, tratan por todos los medios de seguir con vida, aunque para ello tengan que recurrir a las mayores atrocidades. La obra se centra en dos personajes, en un padre y su hijo, que caminan sin descanso en busca de la costa, rodeados y acompañados por la destrucción, con la esperanza, de que allí al menos, pudiera ser posible la vida. Después de innumerables penalidades consiguen llegar al mar, en donde observan, “que también el mar es un inmenso sepulcro de sal”. A consecuencia de un altercado, aunque también por el cansancio acumulado, el padre muere, pero el niño, de forma sorprendente, es recogido por una familia que le ofrece protección. El método narrativo empleado por el autor sin duda es singular, pues la novela está compuesta por innumerables pequeños capítulos (difícilmente alguno llega a ocupar una página), gracias a los cuales se va formando una atmósfera en donde todo parece vacilante, lo que cuadra a la perfección con la estabilidad desaparecida y en todo momento añorada.
Pero ¿De qué nos quiere hablar McCarthy? ¿Qué desea transmitir con su extraña obra? Ésta posiblemente sea la pregunta clave, pues esta novela no puede cerrarse sin más, pues todo el que se haya asomada a ella, comprende que algo se oculta agazapado detrás de su desolada prosa, sobre todo después de leer su sorprendente final. Tras un primer acercamiento, se podría decir, que se trata de una peregrinación, de una peregrinación sin duda religiosa, pues aunque no se diga en ningún momento, los dos personajes caminan hacia la esperanza portando la luz (esto si se dice, al menos el niño es lo que cree) de un mundo desaparecido. Y caminan hacia la costa, hacia el mar, hacia el lugar en donde la tierra termina, lo que puede significar, que desean asomarse a la inmensidad, en donde sin duda, si es que realmente existe, habita Dios. La salvación del niño, aporta a la novela un cariz diferente, un tufillo religioso ciertamente irrespirable e incomprensible para todos aquellos, que no comprendan la base ideológica sobre la que se asienta toda la cultura norteamericana (todas las culturas de ese inmenso país). Para McCarthy la salvación y el futuro de la humanidad se encuentra en la niñez, y como un buen redentorista, parece que apuesta (es un decir) por una destrucción casi absoluta y tonificante (había fuego por todas partes), que consiguiera liberar definitivamente al hombre de sus miserias, abriéndole la posibilidad de un futuro diferente.
Curiosa novela que hace comprender que existen otras formas de entender la literatura, que convierten a ésta, o pueden hacer de ésta, en algo que en determinadas ocasiones, vaya más allá del mero entretenimiento.
Miércoles, 16 de enero de 2008
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