viernes, 4 de enero de 2008

El hombre de los círculos azules

LECTURAS
(elo.100)

EL HOMBRE DE LOS CÍRCULOS AZULES
Fred Vargas
Punto de lectura, 1.996

Sí, como escribí hace algunos días, hay que saber en todo momento lo que se está leyendo, pues no es lo mismo, leer una novela de Pérez-Reverte, que otra de Bellow. Para intentar no errar demasiado con el disparo, hay que saber lo que se lee, ya que se pueden cometer injusticias, con respecto a las críticas que se lleven a cabo sobre determinadas obras, si no se comprende, que existen muchas formas de entender la literatura, pues la unidad tampoco existe en ella. Para simplificar, existe una literatura seria, que es la que se suele denominar de altura, y otra de entretenimiento, que sólo aspira a que el lector pase con ella un buen rato. Ni que decir tiene, que tanto en uno como en otro caso, existe buena y mala literatura, pues no basta con aspirar a crear obras serias para que éstas sean necesariamente buenas, al tiempo que, no todas las de evasión tienen que ser malas. En todos los géneros hay maestros y principiantes, magníficos artistas y artesanos, pero también, pésimos aspirantes a novelistas.
Por tanto, lo primero que hay que hacer cuando se abre una novela, es identificar el género al que pertenece, para poder, de esta forma, situarnos ante ella con la libertad que exige toda lectura. Cuando se habla de literatura de género, se apunta normalmente hacia la literatura de entretenimiento, lo que convierte a ésta, a diferencia de la otra, en una literatura menor, olvidándose, que para realizar, por ejemplo, una buena novela negra, hacen falta una serie de cualidades que no se encuentran al alcance del último recién llegado. Chandler o Hammett son cumbres demasiado altas, para que cualquiera que aspire escribir una novela de tales características pueda escalarlas. Existe una corriente de opinión bastante extendida, que estima, que para realizar una novela negra, sólo hay que seguir las pautas dejadas por los grandes maestros, y que lo demás, es coser y cantar, que basta sólo con crear un personaje duro, pero tierno al mismo tiempo, y presentar una historia lo suficientemente enrevesada y entretenida, que tenga la virtud de mantener en vilo al lector, olvidándose que todo lo anterior, a pesar de ser cierto, no resulta nada fácil de articular. A estas alturas, creo, que lo más importante para que una novela negra funcione, ante todo es la credibilidad que puedan tener la trama y los personajes de la misma, pues la mayoría de las que he leído últimamente, me saben a cartón piedra, no siendo más, por tanto, que ensayos fallidos, como si los autores, en lugar de crear novelas de entretenimiento, lo que quisieran es entretenerse ellos mismos con lo que escriben. En resumen, que incluso para la denominada novela menor hace falta tener talento, y que éste, como se sabe, tanto en literatura como en cualquier otra faceta humana, es un bien demasiado escaso, que sólo unos pocos pueden disfrutar.
Acompañada de excelentes críticas, lo que siempre se agradece, ha caído en mis manos “El hombre de los círculos azules”, obra de una novelista francesa, que al parece, tiene un considerable éxito en su exquisito país. La trama de la novela, una novela policíaca a la antigua usanza, se desarrolla en Paris, consistiendo la misma, en la complicada estrategia que un viejo profesor de historia pone en práctica para asesinar a su mujer, que después de haberse separado de él, amenazaba con publicitar su secreto, el de que sus libros, que poseían un relativo éxito entre los eruditos de la materia, en realidad eran escritos por ella. Ni que decir tiene, que en la obra aparece un singular policía que con dificultad, esclarece lo ocurrido, cuando todos creían que el asesino era otra persona.
La novela de Fred Vargas (extraño nombre para una francesa), ante todo es irregular, aunque hay que reconocer, que levanta un poco el vuelo al final, pero desde mi punto de vista, por diferentes cuestiones, no logra si tan siquiera un aprobado raso. En primer lugar diría, sobre todo en la primera parte de la novela, que el ritmo que impone la autora es tan vertiginoso, que impide al lector, por muy atento que esté, estar pendiente de la trama. Se afirma con demasiada frecuencia, que este tipo de novelas, necesariamente tienen que ser de lectura rápida, con lo que estoy de acuerdo, pero siempre y cuando, esa fluidez narrativa no oculte o dificulte el desarrollo de la historia, como ocurre en esta ocasión. En segundo lugar, y esto creo que es más grave, creo que todo el diseño desarrollado es demasiado enrevesado para ser creíble, que a pesar de que el asesino tenía motivos sobrados para deshacerse de su mujer, la estrategia empleada, bajo ningún concepto resulta verosímil. Se ha llegado a un extremo, en que parece, que quien realice la estructura argumental más compleja, es el que tiene más posibilidades de llevarse el gato al agua, olvidándose, que la vida, que la vida real, casi siempre ofrece más posibilidades que ese manierismo en el que determinados autores creen encontrar su árbol de la inspiración. Ese alejamiento de la vida, al que voluntariamente someten algunos creadores a la novela negra (como en su día apuntó Trapiello), es lo que está dejando sin interés a ésta, pues en un principio, aparte de buscar el entretenimiento de sus lectores, este género literario, también, lo que le aportaba vigor, era utilizado para analizar la sociedad en donde se desenvolvían sus protagonistas.
En fin, como se comprueba, la novela negra tiene que luchar contra el mismo enemigo que la literatura de altura, enemigo que no es otro, que la falta de ingenio de sus creadores. Tenía razón Javier Cercas cuando decía, que la crisis de la novela, de todo tipo de novela, no se debía al agotamiento de ésta, sino a la escasa capacidad creativa de los que, a pesar de todo, se denominan novelistas.

Viernes, 23 de noviembre de 2007

No hay comentarios: