LECTURAS
(elo.102)
EN MEDIO DE NINGUNA PARTE
J.M. Coetzee
Mondadori, 1.976
Lo primero que tengo que decir, después de terminar esta sorprendente novela, es que Coetzee no es un escritor más, pues sin duda alguna, es uno de los grandes de la literatura actual, y eso a pesar, de la valoración que se llegue a realizar de la presente obra. Y digo esto, porque en muchas ocasiones, hay que fijarse más en la ambición que se pone en un determinado proyecto, que en el resultado final del mismo, ya que sólo los diferentes, los individuos singulares, trabajen donde trabajen, se suelen fijan metas difíciles de alcanzar, lo que llama la atención en un mundo, en donde en la mayoría de las ocasiones, a lo único que se aspira, es a atajar, de la mejor manera posible, lo que va saliendo al paso. El sudafricano, como en esta ocasión demuestra, intenta por el camino más difícil, a sabiendas de que no todos podrán seguirlo, presentar una historia que de otro modo, con toda seguridad, no llegaría a llamar tanto la atención.
Tengo que reconocer, que cuando terminé la novela, me encontré desorientado, pues estaba seguro que había algo en la historia que no cuadraba, a saber, el doble asesinato del padre, lo que en principio atribuí, a que algo fundamental se me había escapado de la lectura, pero no, ese aparente error, como después comprendí, era precisamente lo que le daba fuerza a la misma. Coetzee pinta un escenario desolado, una pequeña hacienda en medio de una zona semidesértica de la Sudáfrica profunda, en donde vivían un padre y una hija, cuya relación era similar al paisaje que les rodeaba. Ella, la hija, por celos y rabia, con un hacha, mata a su padre y a la mujer con el que éste se había casado recientemente, comprendiendo en ese mismo instante, que para deshacerse de los cadáveres iba a necesitar ayuda. A partir de ese instante, sin ningún tipo de explicación ni interrupción, aparece de nuevo el padre en escena para encapricharse de la mujer de su aparcero. Magda, también por celos y rabia, mata de un disparo a su padre con la escopeta familiar, necesitando también la ayuda de otra persona para solventar la situación. El problema, es que esa ayuda sólo se la podía prestar alguien que no perteneciera de su mundo, su aparcero, un negro que llega a violarla repetidamente y al que se entrega. Como no podía ser de otra forma es abandonada con posterioridad, quedando en la soledad más absoluta, llegando con el tiempo a la locura.
La soledad, el desarraigo, la desubicación, son sensaciones que el lector, va masticando en cada una de las frases de la novela, lo que va creando una desasosegante congoja, que lo mantiene en tensión durante todo el relato. A esto ayuda, que duda cabe, la estructura impuesta por el autor, que en lugar de articular un texto lineal, elige para mostrar lo que desea contar, las entradas del diario de la protagonista, lo que quiere decir, que toda la historia está focalizada desde Magda. Este es, en mi opinión, el aspecto más endeble de la obra, aunque estoy convencido que para otros, será el más destacado. Soy de los que estiman, aunque constantemente se hable de ese pacto tácito que todo buen autor tiene que establecer con sus lectores, que la voz de los protagonistas, debe adaptarse a las circunstancias personales que lo envuelven, lo que significa, o debe significar, como en el caso presente, que una mujer que nunca ha cogido un libro (Magda en la obra ni lo coge ni habla de ellos en ningún momento) y que carece de una instrucción suficiente, no puede hablar, ni escribir en sus diarios, como si se tratara de una intelectual consagrada, utilizando conceptos que sólo están al alcance de unos pocos. Para colmo, en las últimas páginas del texto, cuando ya había sucumbido a la locura, sus anotaciones en el diario se mantienen inalterables, alejadas de la existencia real de su protagonista.
No obstante, como se puede comprobar en todos sus textos, Coetzee no es un escritor que se conforme con sólo contar una historia sin más, ya que sus obras poseen una altura y una pretensión moral, que en muchas ocasiones, incluso, trasciende y supera la calidad literaria de sus novelas. Sudáfrica, su país, es el objetivo de todas sus críticas, motivo por el cual, no es precisamente un profeta en su tierra. El segregacionismo y la xenofobia, o para no utilizar palabras que sólo sirven para ocultar o suavizar la realidad, el racismo sobre el que su país se ha construido a lo largo de su historia, se ha convertido en el tema de sus mejores novelas.
En ésta, que a pesar de lo que escribí más arriba es una novela absolutamente recomendable, habla de la soledad en la que vive el hombre blanco en Sudáfrica, soledad a la que ha llegado, gracias al enroque que se ha autoimpuesto en el tiempo, y que con toda seguridad, le conducirá a la locura y a la degeneración individual. Me ha llamado la atención, que en repetidas ocasiones, la protagonista de la obra reclame ayuda, ayuda que sólo puede recibirla de los otros, es decir, de la población negra, proponiendo Coetzee, quiero creer, que la única forma de salir de la situación que en ese momento se encontraba su país (hablamos de 1.976), y en la que en buena medida aún se encuentra, pasaba necesariamente por la cooperación absoluta y solidaria entre todos los ciudadanos que conviven, o intentan convivir en dicho país.
Miércoles, 5 de diciembre de 2.007
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