viernes, 25 de enero de 2008

Anotaciones sobre un texto de Raffaele Simone

ACERCAMIENTOS
(elo.106)

Anotaciones sobre un texto de Raffaele Simone


A la pregunta que plantea el autor del trabajo, con toda seguridad hay que responder afirmativamente, y decir, sin dudar en ningún momento, que el mundo, o mejor dicho el ser humano con relación a la realidad que le envuelve, es y siempre ha sido de derechas, pero que gracias a ese hecho incuestionable, la izquierda en todo momento ha sido necesaria. La realidad es lo más parecido que existe a una selva primigenia, en donde los más fuertes, o los mejor dotados tienen todas las de ganar, lo que obliga a una racionalización de la misma, que sólo lo que conocemos por izquierda puede llevar a cabo. La izquierda puede ser definida como un proyecto que aspira a la racionalización de la convivencia, con la intención de hacer frente a la tiranía de lo natural, que envenena y desnaturaliza dicha convivencia. Lo curioso del caso, y a pesar de la necesidad de la misma, que la izquierda atraviesa en nuestros días una importante crisis, que para algunos, para muchos, representa el principio de su fin. Lo grave, lo que realmente debería preocupar, es que esa crisis no afecta sólo a la izquierda política, sino también a la izquierda social, a lo que Simone denomina el pueblo de la izquierda.
Partiendo de la base de que mientras exista un mínimo interés por la justicia la izquierda nunca desaparecerá, es conveniente analizar las causas que han propiciado y están potenciando dicha crisis, pues con toda seguridad, si tal ejercicio se lleva a acabo con un mínimo de honestidad, la visión que sobre el tema se tenía, mejorará de forma considerable. No hay duda de que la izquierda política, al menos en Occidente, atraviesa una importante crisis, una crisis que se origina, digan lo que digan, con antelación al desmoronamiento del Imperio Soviético. Con una simplicidad extrema, insultante, desde hace tiempo se quiere asociar la idea de izquierda con la del comunismo, obviándose que dentro de la misma, siempre han convivido diferentes familias cuya coexistencia casi nunca ha sido pacífica. Al adherir zafiamente izquierda con comunismo, se quiere hacer llegar a la opinión pública, de forma sibilina, la idea de que el fracaso del comunismo representa al mismo tiempo el fracaso de la izquierda, descalificándose a ésta por entero. Esta estrategia, a pesar de que ha dado sus frutos, parte de un presupuesto erróneo y que es necesario desmantelar, a saber, que la izquierda es enemiga de la libertad, ya que ésta, sólo puede ser defendida por la derecha. La libertad es el gran dogma de la derecha, lo que según ella, en todo momento hay que defender pues es lo que al hombre hace hombre, lo que le aporta la dignidad que lo convierte en ser humano.
El gran acierto del neoliberalismo y de la nueva derecha ha sido imponer como eje central de la existencia humana el término libertad, y en autocalificarse como abanderados de la misma, dejando de esta forma a la izquierda fuera de juego, extraviada en sus cuitas, al no haber sabido responder ésta, posiblemente porque no ha tenido fuerzas para ello, a un movimiento tan malintencionado. La perversidad del argumento es tan evidente que se cae por su propio peso, pues la libertad sin más, que es la que se adora en estos tiempos, no es más que una entelequia, un ídolo de barro que sólo sirve para que defequen sobre él las palomas. La libertad que se esgrime y que se defiende, es una libertad intangible, de superestructuras, que se disuelve como un azucarillo cuando toma tierra, en el preciso momento en que el ciudadano corriente quiere hacer uso de ella. Es una libertad de vitrina, para enseñar a las visitas pero a la que no se puede acceder, siendo para la gran mayoría, sólo la posibilidad de poder elegir entre una multitud informe de productos de consumo, que imaginamos, dependiendo de la elección que hagamos, nos harán diferentes. La nueva derecha, por tanto, alardea de ser la garante de esa libertad y se le llena la boca vocalizando sus sílabas, mientras observa con satisfacción, como se demuelen las estructuras que aspiraban a detener el avance de la naturaleza, mientras que una parte la izquierda, cae en la trampa que se le tenía preparada, alzando también la bandera de esa libertad sin adjetivos, de esa libertad hueca y estéril.
Sí, cierta izquierda, la que en un comentario anterior califiqué de colaboracionista, se ata al carro de esa nueva derecha, convencida que la mayoría de sus planteamientos anteriores carecían de sentido, y que la única lógica posible, consiste en la aceptación de las reglas de juego impuestas por los ideólogos del neoliberalismo, que no son otras, que la desregularización de todos los mecanismo de intermediación existentes, con objeto, dicen, de que la libertad no encuentre obstáculos en su correcto deambular. Esa izquierda desde hace ya bastante tiempo, sólo aspira a gestionar los asuntos públicos, sirviendo de coartada a la derecha, ya que su existencia le permite una cierta oxigenación, singularizándose sólo por apostar por determinadas medidas estéticas sobre todo en asuntos sociales, pero absteniéndose siempre de meter la mano en lo importante. Esta izquierda o pseudoizquierda, que alguien denominó hace poco como izquierda de peluquería, tiene una función esencial en el actual sistema político, la de justificar y legitimar al mismo ante una opinión pública cada día más desorientada, que llega a comprender, que da igual apoyar a una opción que a otra, pues en el fondo todo seguirá igual, lo que consigue, matando dos pájaros de un tiro, alejar a la ciudadanía de la política.
La izquierda, tiene razón Simone, frente a una derecha reluciente y satisfecha, presenta un aspecto polvoriento, lo que no le beneficia en nada, pues siempre, en sus momentos de esplendor, se ha caracterizado por estar en primera línea, aportando soluciones, pero sobre todo, llevando la esperanza a los que siempre han carecido de ella. Esa izquierda temblorosa, polvorienta y desorientada poco tiene que hacer si sigue como hasta ahora, a no ser que su estrategia cambie de forma radical, y que de nuevo, con nuevos bríos y con nuevos planeamientos, se coloque en la vanguardia de la sociedad. Su primer objetivo no puede ser otro, que el de desmontar el mito de la libertad, haciendo comprender que la libertad sin justicia sólo es una fantasía de los que aún creen, de forma malintencionada o no, en la innata bondad de los seres humanos. La libertad no puede seguir siendo el eje sobre el que se articulen y graviten nuestras sociedades, pues los costes sociales y medioambientales que se están produciendo, pueden desembocar en una situación de no retorno.
Puede que los planteamientos de la derecha sean más naturales que los de la izquierda, ni lo niego ni deseo entrar en el asunto, pero sí estoy convencido, que la convivencia, que una convivencia pacífica y armónica es lo menos natural que puede existir, por ello, las cuestiones sociales nunca pueden estar en manos de la derecha, al necesitarse siempre medidas que restrinjan y articulen dichas dinámicas, de forma que, el reparto de las plusvalías sociales sea equitativo. Lo fácil, por tanto, es ser de derechas y dejarse llevar por las exigencias de los propios instintos, mientras que ser de izquierdas, en primer lugar significa hacer frente a esos instintos innatos que exigen la desaparición de todas las restricciones, para canalizarlos a través de unas serie de normas, de mandamientos éticos, todos ellos estructurados bajo la consigna, de que lo importante es el bien de la comunidad.

Jueves, 17 de enero de 2008

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