martes, 23 de octubre de 2007

Bienvenido Bob

LECTURAS
(elo.090)

Bienvenido Bob
Juan Carlos Onetti
Internet

Ahora que voy a entrar en los últimos años de mi cuarta década (algo en lo que es mejor no pensar), en una edad en la que veía a mi padre como a una persona mayor, después de volver a leer “Bienvenido Bob”, me veo en la obligación de interrogarme sobre si soy un viejo, “un hombre desecho”, o si por el contrario, contra todo pronostico, y sin ser alguien extraordinario, sigo aún en ruta. Sería absurdo decir que soy joven, que sigo siendo joven, pues aquella deplorable y desdichada etapa de mi vida, afortunadamente ya pasó, pero tampoco deseo calificarme como viejo, y no por coquetería, sino porque ese término, puede dar a entender, que uno se encuentra acabado, asentado en una etapa, en la que sólo se desea que el tiempo pase sin prisas, pero al mismo tiempo sin sobresaltos. No, creo que ni una cosa ni otra, que ni joven ni viejo, ni alguien que de forma insensata aún cree que todo puede ser posible, ni por el contrario, quien por experiencia, por haber vivido demasiado, estima que todo resultará imposible. La juventud es un desastre y la vejez, imagino que también, por lo que tiene que existir un estadio intermedio, equidistante entre uno y otro, en donde la existencia resulte aceptable, en donde se pueda vivir sin estar muerto, pero en donde resulte posible, para evitar vivir en las nubes, pisar con determinación la tierra en la que hay necesariamente que vivir. Evidentemente no todo el mundo está vivo, al existir más muertos (de los que andan) de los que imaginamos, individuos sin más aspiraciones, que aquellas tendentes a satisfacer sus necesidades cotidianas, personas que desde un principio, sin ningún problema, se conforman con la existencia, sea la que sea, que les ha tocado en suerte, que no se plantean, en ningún momento, la posibilidad de modificar la vida que llevan a cabo, y que sin embargo, consiguen acercarse, bastante, a eso que se denomina felicidad. Sí, porque estar vivo no significa, ni mucho menos, que uno sea feliz, pues suele acaecer todo lo contrario, ya que estar vivo acarrea una desazón que posibilita todos los desequilibrios. La estabilidad es un plato que sólo está al alcance de los muertos (vivientes), de los que se conforman con lo que tienen a su alrededor, de los que no se interrogan, de los que aceptan, en suma, sin aspirar a nada más, lo que un día encontraron y vieron como definitivo.
La juventud, es un periodo de la existencia que se caracteriza por la inexperiencia, por el desconocimiento de la fuerza que posee el mundo, pero sobre todo, por la confianza en uno mismo. Se confía tanto en las propias potencialidades, que todas las resistencias parecen salvables, de suerte que, los proyectos que se poseen, los sueños que se elaboran, por muy descabellados que sean, resultan creíbles y fácilmente ejecutables. Ortega decía que los proyectos revolucionarios sólo son posibles en pueblos jóvenes, en pueblos y en individuos, que están convencidos, que podrán vencer, sin muchas dificultades, el elevado número de circunstancias, de obstáculos, que lo envuelven todo. Por el contrario, los pueblos viejos, son los que temen a dichas circunstancias, los que están convencidos, que por mucho que se haga, por mucho empeño que se ponga, en ningún momento se podrán vencer las resistencias, que con terquedad, dificultan el deambular de los seres humanos. Los hombres viejos, por tanto, que no necesariamente tienen que tener una edad avanzada, son los que aceptan de antemano la imposibilidad de su voluntad, los que acatan el hecho, de que tienen que vivir en un mundo acotado por las circunstancias. Ni que decir tiene, que ambos individuos, ni el joven ni el viejo, llegan a comprenderse entre sí, pues sus mundos giran en diferentes órbitas, en diferentes espacios, que sólo convergen, cuando el joven tropieza de forma definitiva con la realidad, entrando entonces, por la puerta trasera, en eso que tanto odiaba, en el mundo de los adultos. No obstante, pues el maniqueísmo tampoco es el terreno, se diga lo que se diga, en donde se desenvuelve la realidad, existe, o tiene que existir una zona intermedia, en donde debe ser posible una existencia razonable, y que en contra de lo que afirma el personaje de Onetti, no tiene que ser sólo un lugar acto para los espíritus o los individuos extraordinarios. Allí tienen cabida, los que no aceptan las imposiciones de la realidad y los que están convencidos, que los ideales, que los sueños, no pueden volar libremente, ya que para que sean efectivos, hay que atarlos a la realidad, es decir, que tienen que adaptarse a la realidad, que necesitan conocer la fisonomía de ésta, para en un momento dado, intentar dinamitarla. En este espacio, se encuentran los que tienen esperanzas en un mundo y en una vida, tanto social como individual, completamente diferente, en donde la plenitud, es algo que en ningún momento hay que descartar. Por tanto, por un lado se encuentran los jóvenes y los viejos, con características contradictorias pero muy próximos entre sí, pero por otro, se hallan los que aquí se podrían denominar como los que aún permanecen vivos, los que con inteligencia, intentan conjugar los ideales de una vida mejor, con el conocimiento de las limitaciones que impone la realidad, y todo ello para intentar hacer posible en un futuro próximo, un mundo más aceptable. Para afinar un poco más, estos últimos, podrían ser calificados, para contraponerlos a las otras dos edades, como los individuos maduros, los que se dan cuenta que nada acaba cuando desaparece la juventud, y que sin embargo, intentan dilatar lo más posible, entrar en esa edad en donde la vejez, que es el momento en donde se piensa que todo está acabado, lo anega todo. La madurez debería de ser, el periodo más dilatado de la vida de un individuo, pero de forma curiosa, se encuentra acoquinada y arrugada entre la juventud y la vejez, medio oculta, pues lo normal, es que se pase, sin pasos previos, de cabeza, de la juventud a la vejez, de la vida a la muerte, sin que se comprenda que existen otras posibilidades, todas ellas más ricas y satisfactorias.
“Bienvenido Bob”, representa una magnífica reflexión sobre el tema, al ser un relato sobre la insolencia de la juventud, y sobre el fracaso de ésta, de una juventud, que no es consciente de sus propias limitaciones.
Onetti, desarrolla una historia, en donde un joven, Bob, dificulta la relación que mantiene el narrador con su hermana, al creer, que era demasiado viejo para ella. Con el paso de los años, el narrador se encuentra a ese joven, ya sin sueños y acabado, siendo su venganza, observarlo como se hundía día tras día en su propio fracaso.
El relato se desarrolla en tres partes perfectamente delimitadas, en la primera, el autor presenta a Bob, con toda su insolente juventud, en la segunda, se especifica como consigue romper la relación que mantenía su hermana con un pretendiente mayor que ella, que es el narrador del relato, al que veía como un hombre acabado, y en la tercera, la más interesante, la venganza que realiza ese antiguo pretendiente, contra el joven que le destrozó la vida, cuando se lo encuentra hundido en la misma realidad que tanto le criticaba diez años atrás.
El relato está escrito por Onetti, y por tanto, en ningún momento se puede esperar de él un lenguaje poético y diáfano, sino más bien todo lo contrario, pues parece que el uruguayo, conscientemente huye, y no sólo aquí, sino en toda su obra, de cualquier concesión a la galería, exponiendo sus obras en un lenguaje opaco e indirecto, que en lugar de favorecer la lectura, parece ideado, en todo momento, para dificultarla. A pesar de todo, al menos eso creo, aunque en cuestiones de gustos no hay nada escrito, el uruguayo lleva a cabo un relato perfecto, en donde el lector, el lector atento se entiende, comprende, que un relato puede ser más, mucho más que un mero entretenimiento estilístico, ese paso intermedio para algunos hacia la novela, sino también, cuando se realiza con honestidad y profesionalidad, puede convertirse en una pequeña obra de arte de autonomía plena. Sobre el relato de calidad, puede bascular en un futuro próximo el futuro de la literatura, por lo que hay que evitar, por todos los medios, que el relato banal que se está imponiendo, el que se lleva a cabo por mero entretenimiento, sea el predominante.

Lunes, 09 de julio de 2007

No hay comentarios: