LECTURAS
(elo.319)
LORD JIM
Josep Conrad
El Mundo, 1900
Después
de haber leído “El corazón de las tinieblas”, novela que como comenté hace poco
me estalló en las manos cuando volví a leerla, no he tenido más remedio que
seguir abundando en Conrad, por lo que acabo de leer su siguiente novela, “Lord
Jim”, que a pesar de ser menos “redonda”, me ha servido para certificar que el
autor es uno de los grandes. Conrad no es de los autores que se limitan sólo a
contar una historia, de esos que se conforman con manejar a sus personajes de
forma magistral, no, pues aspira a dejar a sus lectores algo más, su forma de
entender el mundo, y dejar constancia de los peligros que acechan a los que de
forma adecuada desean deambular por él. Conrad era un hombre de su tiempo,
alguien que estaba convencido, ya que eso para él cohesionaba y daba sentido a
la humanidad, que había que obrar correctamente, cumplir con el deber que cada
cual tenía impuesto, pero también era consciente de la dificultad de tal
empeño, pues ni la justicia ni el mero voluntarismo resultaban esenciales, pues
siempre había que contar con “el accidente, la azarosa Fortuna”. El obrar
correctamente bajo unos códigos determinados era lo que hacía que alguien
“fuera de los nuestros” o no, siendo esos códigos los que en última instancia
jerarquizaban la sociedad, lo que hacía posible que en la constante lucha
contra la contingencia, siempre se supiera el camino correcto que había que
seguir. Para “los nuestros”, por tanto, el deber era no salirse del exigente
camino marcado, mientras que la culpa, la siempre desestabilizadora culpa, era
comprender que se había o que se estaba fracasado.
La
cuestión del deber, la de obrar adecuadamente respetando las normas, es
posiblemente el rasgo más característico de las sociedades protestantes del
norte de Europa, lo que ha posibilitado el predominio de esas comunidades sobre
las católicas meridionales, que siempre han mantenido una actitud mucho más
laxa con respecto a la moral. Pero también, y esta es su contrapartida, ha
sumido a sus miembros en una férrea cerrazón que en muchas ocasiones
dificultaba su propia existencia, ya que la vida tenía necesariamente que
adaptarse a unos parámetros impuestos, y no éstos a la propia existencia. En
esta grieta, en la del fracaso que en determinadas ocasiones ocasionaba esa
actitud ante la existencia, es en donde se asienta la literatura de Conrad, en
la de los caídos en desgracia, como se observa en “El corazón de la tinieblas”
y en Lord Jim”, en donde muestra su comprensión hacia los que no pudieron estar
a la altura de lo que de ellos se exigía
En
“Lord Jim” se cuenta la vida de un joven, y la cuenta precisamente Marlow el
mismo que nos narró la historia de Kurtz, de un joven que proveniente de una
familia religiosa, su padre era pastor de una parroquia de la profunda
Inglaterra, que elige realizar la carrera de marino pero con tan mala fortuna,
que en una de sus primeras singladuras comete un terrible error que lo hunde en
la vergüenza y en la culpa, de suerte que su vida queda a la deriva sin fuerza
siquiera para rehacer su existencia. Pero es el propio Marlow, que sabedor de su
valía, el que le aporta una segunda oportunidad, convenciéndole para que se
instalara en una lejana región, Patusan, en dónde el joven da muestra de su integridad
y de su buen hacer hasta que comete un segundo error fatal, error que esta vez
no duda en pagar ofreciendo su propia vida.
Para
Conrad sólo aquellos que se enfrentan a la realidad, a la contradictoria y
caótica realidad, pueden dejar constancia de su valía, pero también son ellos
los que más fácilmente pueden errar, ya que es imposible controlar todas las
variables que se pueden cruzar en su camino. Pero como ocurre en “Lord Jim”,
para él el error es humano, y es preciso ofrecer al que yerra, al que se
equivoca una segunda oportunidad, para que en el mejor de los casos pueda dejar
constancia de que sigue siendo “uno de los nuestros”. Pero Conrad en ningún
momento pone en cuestión la norma, el código ético por el que tienen que
conducirse los mejores, ya que sin duda para él la norma es civilización, aquello
que nos hace estar por encima de los acontecimientos, dejando constancia de que
es preciso, sólo en algunos casos, ofrecer la posibilidad de que el caído pueda
redimirse.
“Lord
Jim” es una de esas novelas de peso, de gran solidez, de las que hay que leer
sin prisas, masticando y digiriendo cada una de sus frases, ya que en éstas, en
la construcción de las mismas, el lector puede encontrar el placer de la
lectura, algo que cada día cuesta más trabajo poder degustar. Cuenta con tres
partes claramente delimitadas, en la primera se narran los motivos que
provocaron la caída en desgracia del protagonista, en la segunda cómo consigue
rehacer su vida en la lejana Patusan, y en la tercera, lo que le indujo a
ofrecer su vida al haber defraudado a los que confiaron en él. A pesar de que
puede parecer una novela fácil, propia para lectores adolescentes, posiblemente
por su temática, hay que reconocer que nada más lejos de la realidad, pues
debajo de la historia, se encuentra y se plantea una problemática moral que
difícilmente podrán captar, con la amplitud necesaria, aquellos que sólo
busquen en ella una novela de mero entretenimiento.
Sábado, 18 de
abril de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario