viernes, 23 de octubre de 2015

Qué bonita estampa

LECTURAS
(elo.318)

QUÉ BONITA ESTAMPA
Dorothy Parker
Debolsillo, 1922

                        Frente a la literatura que se mira el ombligo, se encuentra la que trata de mirar más allá de sí misma con la intención de dejar constancia de algo y aportar al lector cierto valor añadido en lo que lee. Esta última forma de entender la literatura no tiene buena crítica por parte de los entendidos, en muchas ocasiones con razón, ya que sus autores suelen olvidar con demasiada frecuencia que están haciendo literatura y no simples panfletos de leer y tirar. Este es el grave problema de la literatura denominada comprometida, que presta escasa atención a las formas, despreciándolas incluso, y también, aunque ésta es otra cuestión, a que a veces se fija en cuestiones demasiado coyunturales. Por ello trato de darle la espalda a este tipo de narrativa, que para colmo suele pecar de  ampulosa y de resultar casi siempre excesivamente explícita, algo que en principio se contrapone a lo que debe ser la buena literatura.
                        Pero a veces la misma literatura me da sorpresas, y no siempre negativas, y pongo como ejemplo lo que me ha ocurrido con Dorothy Parker, autora a la que desconocía (cuando más se lee más se comprende lo que aún falta por leer) y de la que ciertamente esperaba poco. Ya desde su primer relato de la recopilación que ha caído en mis manos, precisamente éste que se titula “Qué bonita estampa”, comprendí que se trataba de una autora diferente, de una autora perteneciente a esa tradición crítica de la literatura norteamericana, que con sutileza, se dedica a hurgar en las costuras de la clase media de su país, y en donde sin muchas dificultades, encontraban todo lo que ésta trataba de ocultar, que no era otra cosa que la insatisfacción instalada de forma crónica, en unas existencias, que aunque se asentaban en el confort material, para muchos carecía de sentido.
                        Lo que llama la atención de Dorothy Parker, es la forma en que su delicada pero fácil pluma consigue deslizarse en la intrahistoria de cada uno de sus personajes, dibujando escenarios y situaciones que consiguen desnudarlos hasta mostrarlos tal y como se sentían en la intimidad, dejando una devastadora visión de la tan publicitada clase media norteamericana. Dorothy Parker, de esta forma, se convierte en una sutil activista, sutil pero de una radicalidad extrema, que consigue en sus relatos, poner patas arriba a un estilo de vida que para muchos era, y sigue siendo, el modelo a seguir.
                        En “Qué bonita estampa”, dibuja a una familia tipo, a un matrimonio que vive en una casa que está a punto de terminar de pagar, en donde el marido, a pesar de ser consciente de poseer todo lo que necesitaba, un trabajo pasable, una mujer fiel que al mismo tiempo era una madre entregada y a una hija pequeña que no le daba problemas, sólo encontraba satisfacción en una ensoñación que desde hacía tiempo lo dominaba, la de tener el suficiente valor para poder desaparecer algún día sin dejar rastro, como había leído u oído que alguien había hecho.
                        Como dije más arriba, el cuidado de las formas, o el escaso cuidado que de ella se tiene, es uno de los problemas que lastran a este tipo de literatura, pero no es el caso de la autora, pues a pesar del realismo de sus narraciones y de su linealidad expositiva, al no complicarse la vida con experimentos de ningún tipo, es un placer leer sus relatos, como ocurre con los mejores autores norteamericanos de la tradición a la que pertenece, en donde “el garbancerismo”, tan propio del realismo, brilla por su ausencia. Leer a Dorothy Parker es incluso estimulante, al comprenderse, que no siempre hacen falta realizar juegos malabares con las estructuras para presentar textos frescos e interesantes. El otro problema del que hablé es el de la cuestión temática, la de la excesiva coyunturalidad en la que muchos autores caen a la hora de elegir sus temas, lo que hace que los textos envejezcan y dejen de tener interés al poco tiempo de ser escritos. No, esto no ocurre con Dorothy Parker, que siempre rastrea y araña en lo imperecedero, en esas cuestiones que en todo momento nos acompañan, como en esta ocasión el de la insatisfacción de tener que vivir una vida sin sentido, en el que el único objetivo era aparentar que todo marchaba a la perfección. Una insatisfacción que se sustenta en el convencimiento de que no basta con tener todo lo que en principio se necesita, ni en vivir de forma ejemplar ante los demás, ya que a veces falta lo esencial, aquello que alimenta el alma.
                        A pesar de estar escrito cuando fue escrito, en los lejanos años veinte del siglo pasado, “Qué bonita estampa” es un relato actual que para colmo está bien ejecutado, de esos que demuestran, sin proponérselo, como quien no quiere la cosa, el poder y la fuerza que puede tener este género literario.
                        Una agradable sorpresa Dorothy Parker.

Viernes, 20 de marzo de 2015


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