LECTURAS
(elo.318)
QUÉ BONITA
ESTAMPA
Dorothy Parker
Debolsillo, 1922
Frente
a la literatura que se mira el ombligo, se encuentra la que trata de mirar más
allá de sí misma con la intención de dejar constancia de algo y aportar al
lector cierto valor añadido en lo que lee. Esta última forma de entender la
literatura no tiene buena crítica por parte de los entendidos, en muchas
ocasiones con razón, ya que sus autores suelen olvidar con demasiada frecuencia
que están haciendo literatura y no simples panfletos de leer y tirar. Este es
el grave problema de la literatura denominada comprometida, que presta escasa
atención a las formas, despreciándolas incluso, y también, aunque ésta es otra
cuestión, a que a veces se fija en cuestiones demasiado coyunturales. Por ello
trato de darle la espalda a este tipo de narrativa, que para colmo suele pecar
de ampulosa y de resultar casi siempre
excesivamente explícita, algo que en principio se contrapone a lo que debe ser
la buena literatura.
Pero
a veces la misma literatura me da sorpresas, y no siempre negativas, y pongo
como ejemplo lo que me ha ocurrido con Dorothy Parker, autora a la que
desconocía (cuando más se lee más se comprende lo que aún falta por leer) y de
la que ciertamente esperaba poco. Ya desde su primer relato de la recopilación
que ha caído en mis manos, precisamente éste que se titula “Qué bonita
estampa”, comprendí que se trataba de una autora diferente, de una autora
perteneciente a esa tradición crítica de la literatura norteamericana, que con
sutileza, se dedica a hurgar en las costuras de la clase media de su país, y en
donde sin muchas dificultades, encontraban todo lo que ésta trataba de ocultar,
que no era otra cosa que la insatisfacción instalada de forma crónica, en unas
existencias, que aunque se asentaban en el confort material, para muchos
carecía de sentido.
Lo
que llama la atención de Dorothy Parker, es la forma en que su delicada pero
fácil pluma consigue deslizarse en la intrahistoria de cada uno de sus
personajes, dibujando escenarios y situaciones que consiguen desnudarlos hasta
mostrarlos tal y como se sentían en la intimidad, dejando una devastadora
visión de la tan publicitada clase media norteamericana. Dorothy Parker, de
esta forma, se convierte en una sutil activista, sutil pero de una radicalidad
extrema, que consigue en sus relatos, poner patas arriba a un estilo de vida
que para muchos era, y sigue siendo, el modelo a seguir.
En
“Qué bonita estampa”, dibuja a una familia tipo, a un matrimonio que vive en
una casa que está a punto de terminar de pagar, en donde el marido, a pesar de
ser consciente de poseer todo lo que necesitaba, un trabajo pasable, una mujer
fiel que al mismo tiempo era una madre entregada y a una hija pequeña que no le
daba problemas, sólo encontraba satisfacción en una ensoñación que desde hacía
tiempo lo dominaba, la de tener el suficiente valor para poder desaparecer
algún día sin dejar rastro, como había leído u oído que alguien había hecho.
Como
dije más arriba, el cuidado de las formas, o el escaso cuidado que de ella se
tiene, es uno de los problemas que lastran a este tipo de literatura, pero no
es el caso de la autora, pues a pesar del realismo de sus narraciones y de su
linealidad expositiva, al no complicarse la vida con experimentos de ningún
tipo, es un placer leer sus relatos, como ocurre con los mejores autores
norteamericanos de la tradición a la que pertenece, en donde “el
garbancerismo”, tan propio del realismo, brilla por su ausencia. Leer a Dorothy
Parker es incluso estimulante, al comprenderse, que no siempre hacen falta realizar
juegos malabares con las estructuras para presentar textos frescos e
interesantes. El otro problema del que hablé es el de la cuestión temática, la
de la excesiva coyunturalidad en la que muchos autores caen a la hora de elegir
sus temas, lo que hace que los textos envejezcan y dejen de tener interés al
poco tiempo de ser escritos. No, esto no ocurre con Dorothy Parker, que siempre
rastrea y araña en lo imperecedero, en esas cuestiones que en todo momento nos
acompañan, como en esta ocasión el de la insatisfacción de tener que vivir una
vida sin sentido, en el que el único objetivo era aparentar que todo marchaba a
la perfección. Una insatisfacción que se sustenta en el convencimiento de que
no basta con tener todo lo que en principio se necesita, ni en vivir de forma
ejemplar ante los demás, ya que a veces falta lo esencial, aquello que alimenta
el alma.
A
pesar de estar escrito cuando fue escrito, en los lejanos años veinte del siglo
pasado, “Qué bonita estampa” es un relato actual que para colmo está bien
ejecutado, de esos que demuestran, sin proponérselo, como quien no quiere la
cosa, el poder y la fuerza que puede tener este género literario.
Una
agradable sorpresa Dorothy Parker.
Viernes, 20 de
marzo de
2015
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