LECTURAS
(elo.317)
BAJO EL SIGNO DE
LA ESVÁSTICA
Manuel Chaves
Nogales
Almuzara, 1933
Resulta
curioso observar el interés, que de un tiempo a esta parte, existe por rescatar
la figura de Chaves Nogales, tanto en su faceta literaria como en la
periodística. Ese interés posiblemente pueda provenir del hecho de que era una
figura atípica en el panorama intelectual de la época, al no encuadrarse en
ninguna de las dos corrientes mayoritarias, ya que se definía como “un burgués
liberal”, algo muy difícil de sostener en aquellos turbulentos tiempos. Chaves
Nogales pertenecía al reducido grupo de republicanos liberales que trataron de
llevar a buen puerto un régimen, que desde el primer momento fue embestido por
todos los vientos imaginables, siendo uno de los máximos representantes, al
menos desde que se le conoce, de la tan manoseada “tercera España”. La figura
del periodista sevillano, hoy en día, cuenta con un enorme predicamento tanto
entre la izquierda como en la derecha, siendo calificado por casi todos como
una figura ecuánime, cuya honradez intelectual resulta imprescindible para
comprender el panorama intelectual durante el régimen republicano, lo que el
ofuscamiento partidario, el de unos y el de otros, siempre se ha empeñado en
ocultar.
Desde
que comenzaron a publicarse sus textos, he intentado leer todo o casi todo de
lo que de él y sobre él ha ido cayendo en mis manos, llegando a la conclusión
de que era un aceptable escritor de
relatos, al igual que un buen periodista, aunque ni de lejos pueda considerarse como una figura
emblemática ni de nuestras letra, ni tampoco de nuestro periodismo. Con
diferencia, y digo con diferencia, es en la colección de relatos que se reúnen
bajo el título de “A sangre y fuego”, en donde de forma más evidente se puede
comprender la posición que ocupaba entre los dos bandos que colisionaron en
nuestra guerra civil, relatos en los que refleja la barbarie en la que tanto
unos, como los otros, llegaron a precipitarse. Como periodista, sin embargo
tengo mis dudas, sobre todo después de haber leído “La agonía francesa” y “Bajo
el signo de la esvástica”, en el que he observado la gran influencia que sobre
el autor tuvo el pensamiento de Ortega y Gasset, en concreto su obra “La
rebelión de las masas”, de suerte que sus observaciones parecen, en ambos
texto, adaptarse fielmente a los postulados dictados por el pensador madrileño.
Esto no es bueno ni malo, aunque le resta originalidad a su obra, al aparecer
demasiado encorsetado a unos parámetros que evidentemente no eran los suyos.
En
“Bajo el signo de la esvástica” trata el autor, con sus impresiones, “de que el
pueblo español comprenda lo que está ocurriendo en Alemania y del peligro que
Hitler representa”. Estas impresiones las lleva a cabo gracias a un viaje que
como periodista realizó a aquél país con la intención de saber de primera mano
lo que allí estaba sucediendo, en donde comprende que el alma, que el alma
profunda alemana, debido a la necesidad que tenía de superar la situación de
postración y de desorientación que desde hacía tiempo padecía, en buena medida
debido a la derrota militar que había sufrido en La Gran Guerra, había
encontrado un proyecto, unos ideales, los que le prestaba el
nacionalsocialismo, con los que poder de nuevo tensionarse como pueblo, ideales
que se basaban en salvaguardar al pueblo ario, un pueblo evidentemente superior
según ellos, y por extensión a la civilización occidental. Para Chaves Nogales
el pueblo alemán había encontrado en la disciplina militar, en la obediencia ,
en las proclamas y mandatos de sus nuevos líderes, pero sobre todo en los
proyectos que éstos representaban, la oportunidad que tanto esperaban para
poder de nuevo alzarse con objeto de demostrar su supremacía y de hacerse cargo
del papel histórico que se le había encomendado. La idea clave que el
periodista sevillano se trajo bajo el brazo de su viaje, no fue otra que
Alemania se estaba preparando para la guerra, “que toda su política interior
basculaba sobre ese proyecto, y que por
tanto, tratar de protegernos de ese empeño,
debería de ser el eje de nuestra política exterior”.
A
pesar de las dificultades, España de la mano de la Segunda República había
comenzado un proyecto democrático, proyecto que no estaba en sintonía con la
oleada autoritaria que desde hacía algún tiempo estaba barriendo Europa. Chaves
Nogales era consciente de ello y se preocupó de estudiar lo que ocurría fuera
de nuestras fronteras, tanto en Rusia como en esta ocasión en Alemania. Sabía
de la fuerza de seducción de esas dictaduras autoritarias, se disfrazaran de
fascistas, bolcheviques o nacionalsocialistas, del poder de esos discursos que
aspiraban “al encumbramiento de las medianías, la de los seres discretos con
gabardinas” y del peligro que representaban esos movimientos para las
democracias occidentales y en concreto para España.
Llama
la atención ese interés por lo que ocurría más allá de nuestras fronteras,
sobre todo, cuando los acontecimientos que estaban sucediendo en nuestro país,
todos de gran importancia, invitaban a concentrarse en ellos, en prestarles
toda la atención necesaria, pero estaba claro, y Chaves Nogales era consciente
de ello, que la vertiente autoritaria
por la que se deslizaban determinados actores políticos de nuestro país bebía
directamente de los discursos y de determinadas praxis que se desarrollaban en
Europa, por lo que era necesario estudiarlas y darlas a conocer, ya que debajo
de las cuales se escondía una forma de entender el contrato social muy alejada
de las normativas democráticas por las que, a contracorriente, había apostado España.
En
este aspecto, el de interesarse por lo que ocurría fuera de nuestras fronteras
para comprender mejor lo que aquí acontecía, hay que reconocerle a Chaves
Nogales una inquietud intelectual que lo engrandece, siendo un ejemplo, mucho
tiempo después, en unos momentos en que la profesión periodística se encuentra
atravesando una profunda crisis, para todos aquellos, que encerrados en la
dictadura de lo inmediato, practican esa actividad hoy por hoy tan devaluada.
Lunes, 9 de
marzo de 2015
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