LECTURAS
(elo.320)
EL PODER Y LA
GLORIA
Graham Greene
El País, 1940
No esperaba esta novela. En ningún
caso esperaba una novela de tales características cuando comencé a leerla por
indicación de un amigo. Hace años había leído otras obras de Graham Greene que
recuerdo radicalmente diferentes, por lo que, en principio, no sé qué decir
sobre “El poder y la gloria”, salvo precisamente eso, que me ha sorprendido.
Podría comenzar diciendo que se trata de una novela sobre la desolación, sobre
el abrumador peso de la existencia, que es donde sólo puede encontrar sentido
la religión. Es posible que sea una novela sobre la religión y de la
justificación que ésta encuentra entre los más desesperados, entre los que no
tienen nada salvo la obligación de seguir viviendo, novela que podría
encuadrarse, por las reminiscencias que me llegan de otras lecturas, en cierta
tradición literaria, en la de la desolación, desde la que con luz propia
emergen autores como Rulfo, Onetti, McCarthy e incluso Jesús Carrasco para
citar a alguien cercano que ha obtenido cierto éxito con una reciente novela,
“Intemperie”.
“El
poder y la gloria” es una de esas novelas en las que el lector no puede
agarrarse a casi nada, sólo al deambular del protagonista, a su incesante huida
para evitar ser detenido, juzgado y ejecutado, en donde en un escenario de una
aridez extrema, la del semidesértico México más estereotipado, en donde la
barbarie revolucionaria, que siempre por comodidad suele subrayar lo accesorio,
se había impuesto desmantelar a la Iglesia Católica, por lo que era fundamental
acabar con sus funcionarios, los sacerdotes. El autor pone en el centro de su
interés a un cura, a un “pater whisky”, en uno de esos curas que a pesar de ser
miserable pecador, no había aceptado las imposiciones del poder revolucionario,
la de casarse para vivir de una miserable pensión estatal para así quedar desacreditados ante la
población.
Pero
a través de ese cura que desesperadamente, en principio, trataba de salvar su
vida sin claudicar, se observa la miseria en la que vivían los más pobres, así
como la violencia extrema existente, y cómo los más miserables, a pesar del
mandato de las autoridades, no habían
abandonado una fe que no buscaba la felicidad ni la justicia en la tierra, sino
precisamente en un lugar que se encontraba más allá de la muerte, en donde hallaban
el consuelo que necesitaban para poder seguir soportando la mezquina existencia
que padecían. Este creo que es el objetivo de la novela, que queda subrayado al
final cuando un nuevo cura llega al lugar después de haber sido ejecutado el protagonista,
que el ser humano necesita ese consuelo, la certeza de que existe una vida
diferente, más plena, después de la muerte, y que la necesita para seguir aguantando lo
inaguantable. Y también, que entre la revolución que de forma fallida buscaba la
felicidad en la tierra y la fe, los más humildes no dudaban.
A
pesar de lo anterior, lo más importante de esta novela no es el mensaje que de
forma implícita el autor desea aportar, no, ya que el valor de la misma se
encuentra en el desarrollo, en la forma narrativa que emplea, en donde todo
queda difuso, como si una tenue capa de polvo, de polvo del desierto, lo
cubriera todo, dejando sólo lo necesario para que la historia se mantenga en
pie, quedando en el lector una sensación extraña en donde la aridez y la
desolación le hacen comprender que en esas tierras lo único importante era
sobrevivir, pero sobrevivir sin esa alegría que en el mejor de los casos puede
justificar la existencia. Sí, lo más importante es la desolación que lo empapa
todo, lo que el autor consigue gracias a un distanciamiento que en todo momento
evita la complicidad, ni con sus personajes ni con sus lectores, y también en
la escenografía, en donde la dureza, la aspereza, hacen creer que se habla de
otro mundo, de un mundo inexistente en donde nada es grato y sí trabajoso.
En
contra de lo que temí cuando leía las primeras páginas, posiblemente por el
recuerdo que aún mantengo de “Intemperie” de Jesús Carrasco, “El poder y la
gloria” ni de lejos es sólo un ejercicio de estilo, ya que todos los elementos
estructurales y estilísticos están pergeñados para dejar una opinión clara
sobre la mesa, la de que para muchos es imprescindible creer, pues en el fondo
esas creencias es lo único que poseen, algo que nadie les podrá quitar.
Ni
que decir tiene, por lo expuesto anteriormente, que se trata de una novela
incomoda, poco agradable, ya que en ningún momento trata de satisfacer al
lector, pero tengo que reconocer, lo que no esperaba, que posee una calidad
extrema, en la que tanto el fondo como la forma se adecuan a la perfección, sin
dejar aristas y cabos sueltos sin haber sido trabajados, lo que demuestra que
todo en ella ha sido cocido y elaborado a fuego lento, en donde la
improvisación ha tenido poca cabida.
Un
fin, una gran novela.
Viernes, 24 de
abril de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario