viernes, 13 de noviembre de 2015

Victoria

LECTURAS
(elo.321)

VICTORIA
Joseph Conrad
Alfaguara, 1.915

                        Hace unos días le comenté a un conocido que lamentaba no haber leído a Conrad en su momento, es decir en la adolescencia, pero ahora estoy convencido, a pesar de que con seguridad  hubiera disfrutado de lo lindo con sus novelas, que no le hubiera encontrado el sentido que en estos momentos encuentro en ellas, lo que sin duda se debe a que existen dos Conrad, uno accesible, del que queda su espíritu aventurero, y otro más profundo, en el que se observa una visión de la existencia que sin duda es el más interesante. A pesar de las apariencias, en las novelas de Conrad, al menos en sus mejores obras, siempre se encuentra a un individuo vapuleado por las circunstancias, alguien que tiene que enfrentarse a vicisitudes no esperadas que consiguen poner en jaque su existencia.
                        Leí “Victoria” hace algunos años, y aparte de la maestría literaria del autor, no enconaré en ella nada especial, pero ahora, cuando la he vuelto a leer con interés después de haber leído otras obras suyas, me he encontrado con una novela asombrosa, que a pesar de no ser la mejor de él, la mejor que de él he leído, es una novela redonda en la que en mi opinión se pueden apreciar todos los elementos que hacen de Conrad uno de los grandes autores de todos los tiempos.   El lector, en “Victoria”, encuentra una historia atractiva, bien estructurada y contada, en la que sólo tiene que leer y leer, en la que en ningún momento llega a perderse, y mucho menos perder el interés por la trama. Es una novela clásica ambientada en el sudeste asiático, en la que no falta ninguno de los elementos  que siempre han acompañado a este tipo de novelas, pero en la que nada se da por sabido con antelación. Este  es el primer obstáculo que tiene que salvar toda buena novela, la de resultar atractiva para el lector, que ni decir tiene que “Victoria” solventa sin dificultad, ya que el que se sumerge en ella difícilmente podrá abandonarla. Pero Conrad no es uno de esos autores que se contentan sólo con ofrecer una historia interesante y para colmo bien contada, no, pues a pesar del mérito que ello comporta, que evidentemente no se encuentra al alcance de cualquiera, ofrece algo más, un valor añadido, que le aparta de todas aquellas obras inanes pero bien confeccionadas que sólo aspiran a poder entretener al lector durante  unas horas.
                        Una de las grandes virtudes de Conrad, virtud que en literatura siempre hay que agradecer, es que nunca nos ofrece personajes de cartón piedra, personajes estereotipados, de esos que parecen que nunca llegan a inmutarse aunque el más fuerte de los temporales arremeta contra ellos, ya que sus protagonistas, a pesar de poseer fuertes convicciones, siempre llegan, por una causa o por otra, a tambalearse cuando la realidad se ceba contra ellos. El protagonista de la novela, Axel Heyst, era alguien que aspiraba a mantenerse apartado, a “mirar… y a no hacer ruido”, a ser posible en un lugar apartado, pero al que “la vida, lo cogió por el cuello”.
                        Para colmo, y en esta novela queda patente, como también en “El corazón de las tinieblas” y en “Lord Jim”, que Conrad es un autor dotado de una gran sensibilidad, por lo que trata de dibujar a sus personajes de forma indirecta, es decir, por mediación de otros personajes, lo que crea alrededor de ellos cierta aureola que los subraya y los potencia de cara al lector. Parece como si el autor confiara más en los actos, en lo que van dejando detrás de sí sus protagonistas y que quedaban grabadas en la memoria de otros, que en la descripción que él, de forma omnisciente pudiera narrar, lo que sin duda aporta mucha más riqueza literaria que la que hubiera conseguido obrando de forma directa.
                        “Victoria” es una de esas novelas en las que uno observa que la madurez del autor consigue construir obras de una calidad extrema, en la que todos los ángulos quedan perfectamente pulidos, pero en donde uno echa en falta esas imperfecciones que dotan a las obras artísticas de un inestable equilibrio que las convierte en singulares. Posiblemente la única crítica, la única crítica negativa, que uno le pueda realizar a esta novela, sea su excesiva perfección, lo que ya es un decir. Parece que determinados autores, a partir de cierto momento, cuando ya han conseguido superar las múltiples dificultades del oficio, le salen las obras más de forma artesanal que de forma artística, lo que quiere decir, que son más perfectas, pero al mismo tiempo menos atractivas estéticamente, ya que lo estético, y esto podría constituir materia para otro debate, en buena medida se nutre de ciertos desequilibrios que son los que singularizan a toda obra artística. Es curioso, pero en teoría, las creaciones que realice un autor en su madurez, deberían ser mejores que las que realizó en otras épocas anteriores, pero tal hecho apenas se da, como queda demostrado en el caso de Conrad, pues a pesar de la calidad literaria que posee “Victoria”, hay que reconocer que “El corazón de las tinieblas”, realizada quince años antes, es una obra superior.
                        No obstante “Victoria” es una magnífica novela que por sí  sola certifica la calidad, la extremada calidad literaria de Joseph Conrad.


Sábado, 9 de mayo de 2015

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