viernes, 28 de marzo de 2014

Black, black, black

LECTURAS
(elo.297)

BLACK, BLACK, BLACK
Marta Sanz
Anagrama, 2010

                        Por una serie de circunstancias, y después de haber abandonado su lectura hace varios años, he podido ahora leer esta novela sin encontrar demasiados impedimentos para ello, aunque tampoco, y este hecho también es importante dejarlo claro, sin haber podido hallar los alicientes necesarios para verme atrapado y arrastrado por su lectura. Lo que más me ha llamado la atención de “Black, black, black” es que es una novela diferente, extraña, que a pesar de ser, al menos en principio, una novela negra, no propicia una lectura rápida de la misma como suele ser habitual en este género, sino que por el contrario, la autora hace lo posible y a veces lo imposible para desarrollar una narración muy elaborada, que aspira no sólo a dejar ante el lector la historia que cuenta, muy simple por cierto, sino que cuida de sus personajes y se dedica a jugar un poco con los lectores con ese eterno tema, muy posmoderno por cierto, de las relaciones entre la ficción, las mentiras y la verdad, a lo que hay que añadir un estilo y una estructura muy peculiar, que sin duda y con diferencia son los elementos más destacados de la novela, que favorecen, poniéndose a su servicio, las pretensiones de la autora, logrando que “Black, black, black” sea al menos una novela singular que merece cierta atención.
                        Sí, la novela de Marta Sanz merece al menos cierta atención, pues es una novela muy características de los tiempos literarios en que vivimos, y aunque demuestra que la autora está dotada para la narrativa, deja al descubierto ciertos elementos que estimo importantes analizar, ya que se dan con demasiada frecuencia en la actualidad.
                        En principio, como dije más arriba, “Black, black, black” es una novela negra, pero la autora ejerce en ella una voluntad de  estilo tal, que aleja la narración del género al que en principio se inscribe, pues de forma constante, se dedica a parar, a detener la fluidez de la trama, algo que va en contra de la ortodoxia en la que se suelen mover este tipo de narraciones.
                        Existe cierta tendencia a utilizar el género negro, que siempre ha sido un tipo de literatura oxigenante, para hablar de otras cosas, para realizar por ejemplo crítica social solapada, para la que se adapta a la perfección, pero últimamente me he encontrado varios casos, en el que autores jóvenes, lo instrumentalizan, sin aportar absolutamente nada, para dejar de manifiesto sus capacidades literarias, lo que me parece bien, ya que cada cual puede hacer lo que desee, pero no me parece suficiente. Y no me parece suficiente, porque la novela, ese género en el que cabe todo, sólo exige algo, que se cuente una historia que al menos trate de atrapar al lector que se acerque a ella, y esta es una exigencia válida tanto para la buena como para la mala literatura. Lo que no es de recibo, como a veces ocurre, es que bajo el barniz de la calidad, se olvide lo esencial, el ofrecer al lector una historia potente que le obligue a leer y a leer. Este hecho, desgraciadamente demasiado habitual, junto, como no me canso de repetir últimamente, a las historias banales en donde todo parece de cartón piedra, es lo que está conduciendo a la novela, tanto a la de calidad como a la popular, a un callejón sin salida.
                        Este es el problema que he encontrado en “Black, black, black”, que es una novela que no encuentra su justificación en una historia que tenga interés, en una trama que le aporte algo a quien la lea, y que sólo puede tener sentido para aquéllos que siguen creyendo que la literatura sólo, y esencialmente, es estilo y estructura, para aquéllos a los que le da igual que debajo de la cascara no haya nada. No cabe duda que todas las historias ya se han contado, y que en literatura lo importante es la forma en que se cuente una historia, pero colegir de lo anterior que la historia es lo de menos, algo de lo que es mejor casi prescindir, es llevarlo todo a un absurdo difícil de digerir, pues el estilo y la estructura que se implementen siempre, siempre en todo caso, debe estar al servicio de esa historia, para realzarla y presentarla con una luz diferente.
                        El caso que se cuenta es de una simplicidad extrema, un hijo que ofuscado, mata a la médico geriatra que convence a sus padres para quedarse con el piso que poseen, a cambio de prestarle los servicios que necesiten en una residencia mientras vivan. Un caso, que por otra parte se resuelve con demasiada facilidad, pasando todo el interés de la novela a la escenografía que impone la autora, a las singularidades, que son muchas, de los diferentes personajes que intervienen en la trama, y por supuesto, en la estructura en que se apoya para exponer la historia. Pero también, en el juego que establece entre la realidad  y la ficción, entre las verdades y las mentiras, lo que puede entenderse como la guinda metaliteraria de la novela, algo que al parecer nunca debe faltar en toda novela que se precie en nuestros días.
                        La novela se desarrolla en tres planos diferentes, que coinciden con las tres partes en que se divide la misma, teniendo diferentes protagonistas, ideadas todas ellas, sobre todo la central, en donde se muestra un extraño y contradictorio diario, para enmarañar en exceso el caso, un caso que al final se resuelve con una facilidad que llama la atención. A lo largo de la obra, la autora juega con lo que es verdad y con lo que es mentira, con objeto posiblemente de mantener despistado al lector, que al final comprueba, apesadumbrado, que la realidad es mucho más banal que lo que surge de la imaginación.
                        No me ha parecido gran cosa esta novela, aunque voy a seguir atento a la autora, tal y como sigo a otros autores jóvenes, pues la calidad literaria que sin duda posee puede dar, en un futuro, algún fruto interesante, sobre todo, si consigue que estalle en su cabeza algún tema que realmente merezca ser narrado.


Jueves, 20 de febrero de 2014

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