domingo, 2 de septiembre de 2012

La mano invisible

LECTURAS
(elo.253)

LA MANO INVISIBLE
Isaac Rosa
Seix Barral, 2011

Después de haber asistido hace unos meses a la presentación de esta novela, en donde el autor sólo se dedicó a hablar de política, decidí dejar para más adelante, y siempre en el hipotético caso de que cayera en mis manos, la lectura de este texto, no porque la actividad política no me interese, sino precisamente por todo lo contrario, pues para mí, la política es una de las escasas actividades que siempre me han apasionado. El problema radica, en que cuando quiero hablar, o quiero que me hablen de literatura, y fui a la presentación para que el autor me hablara de un texto literario, deseo que me hablen de literatura y no de otras cuestiones, por muy interesantes que éstas lleguen a ser. Cuando salí de aquel lugar en donde Isaac Rosa en principio tenía que hablar de su novela, sin haber encontrado ni tan siquiera un acercamiento a la misma, pero sí una serie de opiniones, interesantes todas ellas por supuesto, de lo que pensaba el novelista de la situación política en la que nos encontrábamos, opiniones que compartía casi en su totalidad, aunque no consistían más que en lugares comunes para casi todos los que, desde la izquierda, observamos con preocupación lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, creí, y esta fue la sensación que me llevé de aquel encuentro, que el articulista se había comido al novelista. Lo anterior es lo que había conseguido retraerme hasta la fecha de leer esta novela, y también las opiniones de algunos, como la del presentador de aquel acto, que en otro lugar y hace poco me comentó, que Isaac se encontraba demasiado obsesionado por la política como para interesarse por la literatura.
Pero al poco de comenzar a leer la novela, comprendí que de nuevo me había equivocado, que me encontraba ante una obra diferente, muy diferente a lo que hoy en día se puede encontrar, pero de una calidad incuestionable, lo que dejaba al descubierto una vez más las cualidades que posee Rosa para la narrativa, pero también, y esto es de gran importancia, la arriesgada apuesta que realiza por el tipo de literatura que quiere ofrecer. Creo que ha llegado el momento de dejar de hablar de Rosa como de una de las grandes promesas de nuestras letras, y también, de mirarlo desde un lugar diferente al que se observa a otros autores ya consagrados, y casi todos ya amortizados, para decir claramente que hoy por hoy se encuentra entre los dos o tres novelistas más importantes e interesantes del panorama literario de nuestro país, tanto por su forma de hacer literatura, en donde la calidad se masca, como por las temáticas, evidentemente nada banales ni circunstanciales, que va dejando en cada una de sus novelas. Queda claro después de leer “La mano invisible”, como decía, que Isaac Rosa ya no es una promesa de nuestra literatura, una de esas “esperanzas blancas” que casi siempre se marchitan antes de tiempo, sino que con toda seguridad es ya un escritor consolidado al que hay que prestarle toda la atención disponible, pues pese a su juventud, posee una madurez envidiable. Pero pese a lo anterior, que creo que es de justicia, da la sensación de que sus obras no son tratadas, ni por parte del público ni por parte de la crítica, como la de otros autores de mucho menor valía, lo que sólo se puede entender, por el hecho de que sus historias, de que sus temas, no están ni pensados ni elaborados de cara a la galería, al no buscar el aplauso fácil de esa mayoría que sostiene el entramado literario actual, lo que mantiene al autor sevillano desterrado del lugar, que por meritos propios le debería corresponder.
En esta ocasión Isaac Rosa realiza una novela extraña, en la que, sin que una trama tradicional sostenga el desarrollo de la misma, reflexiona y pone ante los focos de su narrativa algo tan esencial como es el trabajo, que junto al consumo es, o ha sido, el gran pilar del sistema. Se habla, sobre todo ahora que tanto falta, de la importancia del trabajo, de lo esencial que es, de la riqueza que proporciona, y no sólo económica, a los que tienen la fortuna de contar con él, de suerte, que poseer un buen trabajo es un componente básico para calibrar el grado de felicidad que se puede alcanzar en la actualidad, por lo que ya no se puede hablar de la maldición del trabajo, sino de la bendición del mismo. Pero el autor del texto, perece querer subrayar el hecho, lo que en estos tiempos es necesario pues en demasiadas ocasiones no se quiere ver lo evidente, de la inhumanidad que comporta el trabajo en sí, de su carácter alienante y embrutecedor, del erróneo lugar que ocupa en la jerarquía de valores imperantes y de la necesidad de que vuelva a ocupar la posición que le corresponde, pues a las alturas en las que nos encontramos, no es de recibo que sea él, a pesar de la importancia que tiene, el que marque la agenda vital de los que lo poseen, y también de los que se encuentran imposibilitados a poder acceder al mismo.
Para hablar del trabajo, de su carácter eminentemente negativo, sobre todo cuando no consiste en una labor creativa y sí reiterativa, el autor pone en escena a varios trabajadores que son contratados por alguien, para que realicen sus funciones profesionales habituales ante un graderío donde un público extrañado les observa. Saben que en ese contexto no se pueden engañar, saben que en ese trabajo para el que han sido contratados no pueden encontrar una justificación al mismo que vaya más allá del trabajo en sí, y del salario que pueden conseguir gracias a la realización del mismo, lo que logra despejarlo de toda esa extraña e impostada mitología positiva que desde hace tiempo le acompaña, la que dice, que el trabajo aporta dignidad. Isaac Rosa en su exposición no aspira a denigra al trabajo, sólo situarlo en el lugar que deber ocupar, la de ser una función esencial, mediante la cual se consigue lo necesario para que cada cual pueda mantenerse, pagar su comida, su vivienda, sus vicios y criar a sus hijos, pero dejando bien claro, que sólo sirve para eso, y que la vida no acaba en él, sino que por el contrario, sobre todo cuando se tiene un trabajo embrutecedor, comienza en el mismo momento en que finaliza la jornada laboral.
Pero lo que más me ha sorprendido de esta novela es el estilo narrativo utilizado, que no tiene nada que ver con el utilizado por el autor en sus anteriores novelas, lo que habla bien de él, pues adapta el mismo a la temática que desarrolla. Es una narración en la que conscientemente la narrativa se muestra monótona, al igual que monótona es la actividad profesional de los protagonistas, en donde éstos, mientras llevan a cabo sus repetitivos trabajos, hacen un relato de sus respectivas vidas, sin que esto ni mucho menos sea lo importante, sino la labor sin sentido que realizan.
Me ha parecido, en suma, una obra muy interesante, con peso, que me ha servido para comprender que el autor, con los años, aportará importantes obras, que tendrán la virtud, desde la calidad, desde la calidad literaria, de hacer disfrutar y reflexionar a sus lectores.

Domingo, 22 de julio de 2012

No hay comentarios: