LECTURAS
(elo.253)
LA
MANO INVISIBLE
Isaac
Rosa
Seix
Barral, 2011
Después
de haber asistido hace unos meses a la presentación de esta novela,
en donde el autor sólo se dedicó a hablar de política, decidí
dejar para más adelante, y siempre en el hipotético caso de que
cayera en mis manos, la lectura de este texto, no porque la actividad
política no me interese, sino precisamente por todo lo contrario,
pues para mí, la política es una de las escasas actividades que
siempre me han apasionado. El problema radica, en que cuando quiero
hablar, o quiero que me hablen de literatura, y fui a la presentación
para que el autor me hablara de un texto literario, deseo que me
hablen de literatura y no de otras cuestiones, por muy interesantes
que éstas lleguen a ser. Cuando salí de aquel lugar en donde Isaac
Rosa en principio tenía que hablar de su novela, sin haber
encontrado ni tan siquiera un acercamiento a la misma, pero sí una
serie de opiniones, interesantes todas ellas por supuesto, de lo que
pensaba el novelista de la situación política en la que nos
encontrábamos, opiniones que compartía casi en su totalidad, aunque
no consistían más que en lugares comunes para casi todos los que,
desde la izquierda, observamos con preocupación lo que está
ocurriendo a nuestro alrededor, creí, y esta fue la sensación que
me llevé de aquel encuentro, que el articulista se había comido al
novelista. Lo anterior es lo que había conseguido retraerme hasta
la fecha de leer esta novela, y también las opiniones de algunos,
como la del presentador de aquel acto, que en otro lugar y hace poco
me comentó, que Isaac se encontraba demasiado obsesionado por la
política como para interesarse por la literatura.
Pero
al poco de comenzar a leer la novela, comprendí que de nuevo me
había equivocado, que me encontraba ante una obra diferente, muy
diferente a lo que hoy en día se puede encontrar, pero de una
calidad incuestionable, lo que dejaba al descubierto una vez más las
cualidades que posee Rosa para la narrativa, pero también, y esto es
de gran importancia, la arriesgada apuesta que realiza por el tipo de
literatura que quiere ofrecer. Creo que ha llegado el momento de
dejar de hablar de Rosa como de una de las grandes promesas de
nuestras letras, y también, de mirarlo desde un lugar diferente al
que se observa a otros autores ya consagrados, y casi todos ya
amortizados, para decir claramente que hoy por hoy se encuentra entre
los dos o tres novelistas más importantes e interesantes del
panorama literario de nuestro país, tanto por su forma de hacer
literatura, en donde la calidad se masca, como por las temáticas,
evidentemente nada banales ni circunstanciales, que va dejando en
cada una de sus novelas. Queda claro después de leer “La mano
invisible”, como decía, que Isaac Rosa ya no es una promesa de
nuestra literatura, una de esas “esperanzas blancas” que casi
siempre se marchitan antes de tiempo, sino que con toda seguridad es
ya un escritor consolidado al que hay que prestarle toda la atención
disponible, pues pese a su juventud, posee una madurez envidiable.
Pero pese a lo anterior, que creo que es de justicia, da la sensación
de que sus obras no son tratadas, ni por parte del público ni por
parte de la crítica, como la de otros autores de mucho menor valía,
lo que sólo se puede entender, por el hecho de que sus historias, de
que sus temas, no están ni pensados ni elaborados de cara a la
galería, al no buscar el aplauso fácil de esa mayoría que sostiene
el entramado literario actual, lo que mantiene al autor sevillano
desterrado del lugar, que por meritos propios le debería
corresponder.
En
esta ocasión Isaac Rosa realiza una novela extraña, en la que, sin
que una trama tradicional sostenga el desarrollo de la misma,
reflexiona y pone ante los focos de su narrativa algo tan esencial
como es el trabajo, que junto al consumo es, o ha sido, el gran pilar
del sistema. Se habla, sobre todo ahora que tanto falta, de la
importancia del trabajo, de lo esencial que es, de la riqueza que
proporciona, y no sólo económica, a los que tienen la fortuna de
contar con él, de suerte, que poseer un buen trabajo es un
componente básico para calibrar el grado de felicidad que se puede
alcanzar en la actualidad, por lo que ya no se puede hablar de la
maldición del trabajo, sino de la bendición del mismo. Pero el
autor del texto, perece querer subrayar el hecho, lo que en estos
tiempos es necesario pues en demasiadas ocasiones no se quiere ver lo
evidente, de la inhumanidad que comporta el trabajo en sí, de su
carácter alienante y embrutecedor, del erróneo lugar que ocupa en
la jerarquía de valores imperantes y de la necesidad de que vuelva a
ocupar la posición que le corresponde, pues a las alturas en las que
nos encontramos, no es de recibo que sea él, a pesar de la
importancia que tiene, el que marque la agenda vital de los que lo
poseen, y también de los que se encuentran imposibilitados a poder
acceder al mismo.
Para
hablar del trabajo, de su carácter eminentemente negativo, sobre
todo cuando no consiste en una labor creativa y sí reiterativa, el
autor pone en escena a varios trabajadores que son contratados por
alguien, para que realicen sus funciones profesionales habituales
ante un graderío donde un público extrañado les observa. Saben que
en ese contexto no se pueden engañar, saben que en ese trabajo para
el que han sido contratados no pueden encontrar una justificación al
mismo que vaya más allá del trabajo en sí, y del salario que
pueden conseguir gracias a la realización del mismo, lo que logra
despejarlo de toda esa extraña e impostada mitología positiva que
desde hace tiempo le acompaña, la que dice, que el trabajo aporta
dignidad. Isaac Rosa en su exposición no aspira a denigra al
trabajo, sólo situarlo en el lugar que deber ocupar, la de ser una
función esencial, mediante la cual se consigue lo necesario para que
cada cual pueda mantenerse, pagar su comida, su vivienda, sus vicios
y criar a sus hijos, pero dejando bien claro, que sólo sirve para
eso, y que la vida no acaba en él, sino que por el contrario, sobre
todo cuando se tiene un trabajo embrutecedor, comienza en el mismo
momento en que finaliza la jornada laboral.
Pero
lo que más me ha sorprendido de esta novela es el estilo narrativo
utilizado, que no tiene nada que ver con el utilizado por el autor en
sus anteriores novelas, lo que habla bien de él, pues adapta el
mismo a la temática que desarrolla. Es una narración en la que
conscientemente la narrativa se muestra monótona, al igual que
monótona es la actividad profesional de los protagonistas, en donde
éstos, mientras llevan a cabo sus repetitivos trabajos, hacen un
relato de sus respectivas vidas, sin que esto ni mucho menos sea lo
importante, sino la labor sin sentido que realizan.
Me
ha parecido, en suma, una obra muy interesante, con peso, que me ha
servido para comprender que el autor, con los años, aportará
importantes obras, que tendrán la virtud, desde la calidad, desde la
calidad literaria, de hacer disfrutar y reflexionar a sus lectores.
Domingo,
22 de julio de 2012
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