LECTURAS
(elo.255)
LAS
CORRECCIONES
Jonathan
Franzen
Salamandra,
2001
“Las
correcciones”, esta monumental novela de Franzen, habla de las
radicales transformaciones que ha sufrido en las últimas décadas la
sociedad norteamericana, basándose en la evolución de una familia
de clase media, en donde la simplicidad de las relaciones que en un
principio existían entre sus miembros, y las de éstos con el mundo,
desembocaron en la complejidad del mundo actual, en la cual, parece
que todas las pautas escritas cuando todo era más apacible, han sido
dinamitadas, para dar paso a unas formas de vida más diversas,
gracias al hecho evidente de que ya no existe un solo camino, un
único camino, sino una multitud de senderos, que tratan de llegar al
mismo lugar, al éxito, al triunfo siempre propagado e idolatrado por
la cultura americana. Lo que ocurre, es que el antiguo discurso
dominante, ese que hablaba de la importancia del trabajo duro y de la
honradez, el que se implantaba desde el ámbito familiar, que ante
todo aportaba seguridad y fe en el futuro, fue subvertido por una
realidad en la que dichas proclamas ya no tenían sentido. Esas
familias autoritarias y centralizadas, de las que tanto nos han
hablado Roth y otros autores, dominadas por un padre de
comportamiento estricto, por un padre con las ideas demasiado claras,
con el paso del tiempo quedaron desfasadas por las formas de vida que
desarrollaron sus hijos, que eran los que hubieran tenido que coger
el testigo de esa forma de entender la existencia, pero que chocaron,
para su desgracia, con una realidad diferente, ya que el mundo para
el que fueron educados había cambiado, y no sólo de fisonomía. Los
restos de ese tipo de familias, es decir los padres ya mayores, que
en la mayoría de los casos no podían entender la vida de sus
vástagos, se habían convertido en meros monumentos a la nostalgia,
cuando no en pesadas lozas que cuanto antes desaparecieran mejor,
pues se habían transformado en la voz de la consciencia, en la luz
del faro que un día se dejó atrás, con la esperanza de encontrar
otros espacios, otras rutas, en principio más aceptables, que no
siempre resultaron adecuadas.
Franzen
habla de una familia normal aunque desgajada, cuyo núcleo principal
u originario se había quedado en el pasado, en el lugar en donde
siempre había habitado, en la misma casa de una localidad del Medio
Oeste, mientras que los hijos, se habían trasladado a ciudades del
Este para afrontar sus respectivas existencias. Desde esta realidad,
al parecer muy normal por aquellas tierras, el autor trata de hablar,
enfocando la vida de cada uno de sus miembros, de lo que en realidad
le interesa, que no es otra cosa que la de ofrecer una visión de la
realidad estadounidense actual, en la que la debilidad que muestra su
ciudadanía, que parece que ha perdido los anclajes, contracta con la
solidez de la que habían disfrutado las generaciones anteriores. La
insatisfacción que se observa en cada uno de los hijos, pues la que
padecían los padres era otra historia, podía deberse según el
autor, al menos eso es lo que he llegado a entender, a que vivían
instalados en el vacío, incluso el que se encontraba “felizmente”
casado, sin un discurso creíble sobre el que apoyarse, pues ni el
dinero, ni el consumo ni el éxito, poseían la solidez suficiente
para apórtale a cada uno de ellos la estabilidad que tanto
necesitaban, estabilidad, que a pesar de los pesares, sí habían
conseguido sus padres.
En
el fondo, de lo que escribe Franzen es de la muerte de la modernidad,
de la desaparición de los soportes sobre los que siempre se había
apoyado la cultura contemporánea, de una forma de existencia que
sabía, sin dudas de ningún tipo, hacia dónde tenía que dirigirse,
y del advenimiento de la sociedad líquida de la que habla Bauman, de
la llegada de la posmodernidad, en donde el sálvese quien pueda, en
donde el triunfo del individualismo, de la competitividad radical,
está logrando transformar todas las relaciones sociales hasta ahora
existentes, convirtiendo a los seres humanos, aunque evidentemente
más libres, en individuos lastrados por una debilidad vital que al
menos debería resulta preocupante, siempre al albur de
circunstancias externas que en cualquier momento pueden dejarlo a uno
fuera de combate.
Pero
aunque la tesis y el desarrollo de la misma es interesante, tengo que
reconocer que la lectura de la novela, como en su día me ocurrió
con “Libertad” en buena medida me ha sobrepasado, ya que en
muchos momentos me ha resultado incluso insoportable. Leer cerca de
setecientas páginas de gran intensidad, a estas alturas, sin
encontrar en ellas esos momentos de “magia” que toda buena novela
necesita para oxigenar y llenar de vida su lectura, es algo que
difícilmente se puede sobrellevar, aunque al parecer este es el tipo
de novelas, en donde todo queda perfectamente detallado, posiblemente
con la intención de que nadie llegue a perderse en ellas, que
últimamente está consiguiendo arrasar en los mercados. A lo largo
de la misma, Franzen, va enfocando a cada uno de los miembros de la
familia, contando detalladamente sus vidas, pero creo que no hace
falta tanto detallismo, la descripción pormenorizada de tantos
momentos, que llegan a cansar al lector además de lograr despistarlo
sobre las directrices básicas de la novela (lo de Lituania por
ejemplo carece de sentido, y no sólo por la imagen excesivamente
estereotipada que ofrece).
Es
una novela, por tanto, que resulta difícil de leer, y eso a pesar de
que puede contar con un número potencial de lectores muy elevado, ya
que es completamente accesible, salvo por su grosor, y es
dificultosa, porque casi desde el principio, se siente el impulso de
dejarla a un lado, pues en ningún momento se anima al lector, con
esas pequeñas trampas que los buenos autores van poniendo para
obligar a que no se interrumpa la lectura, para que el que lee se
muestre interesado en todo momento lo que se cuenta. Es una novela en
la que apenas pasa nada de auténtico interés, y no quiero decir que
necesariamente toda novela tenga que decir algo interesante, pero en
la que se intuye, y esto sí es grave, desde el principio que no va a
ocurrir nada. No creo que a nadie le importe la vida de los miembros
de esa familia, marcada por la cotidianidad de sus vidas anónimas,
que es donde el autor pone toda la carne en el asador, aunque sí, y
mucho, el paisaje que muestran esas vidas conectadas e
interrelacionadas entre sí, por lo que me ha sorprendido, el exceso
de material, a veces sólo narrativo, volcado sin necesidad sobre
esos personajes. En fin, creo que es una obra aceptable, interesante,
aunque queda literariamente herida de muerte por las doscientas
páginas que le sobran.
Martes,
21 de agosto de 2012
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