lunes, 17 de septiembre de 2012

Las correcciones

LECTURAS
(elo.255)

LAS CORRECCIONES
Jonathan Franzen
Salamandra, 2001

“Las correcciones”, esta monumental novela de Franzen, habla de las radicales transformaciones que ha sufrido en las últimas décadas la sociedad norteamericana, basándose en la evolución de una familia de clase media, en donde la simplicidad de las relaciones que en un principio existían entre sus miembros, y las de éstos con el mundo, desembocaron en la complejidad del mundo actual, en la cual, parece que todas las pautas escritas cuando todo era más apacible, han sido dinamitadas, para dar paso a unas formas de vida más diversas, gracias al hecho evidente de que ya no existe un solo camino, un único camino, sino una multitud de senderos, que tratan de llegar al mismo lugar, al éxito, al triunfo siempre propagado e idolatrado por la cultura americana. Lo que ocurre, es que el antiguo discurso dominante, ese que hablaba de la importancia del trabajo duro y de la honradez, el que se implantaba desde el ámbito familiar, que ante todo aportaba seguridad y fe en el futuro, fue subvertido por una realidad en la que dichas proclamas ya no tenían sentido. Esas familias autoritarias y centralizadas, de las que tanto nos han hablado Roth y otros autores, dominadas por un padre de comportamiento estricto, por un padre con las ideas demasiado claras, con el paso del tiempo quedaron desfasadas por las formas de vida que desarrollaron sus hijos, que eran los que hubieran tenido que coger el testigo de esa forma de entender la existencia, pero que chocaron, para su desgracia, con una realidad diferente, ya que el mundo para el que fueron educados había cambiado, y no sólo de fisonomía. Los restos de ese tipo de familias, es decir los padres ya mayores, que en la mayoría de los casos no podían entender la vida de sus vástagos, se habían convertido en meros monumentos a la nostalgia, cuando no en pesadas lozas que cuanto antes desaparecieran mejor, pues se habían transformado en la voz de la consciencia, en la luz del faro que un día se dejó atrás, con la esperanza de encontrar otros espacios, otras rutas, en principio más aceptables, que no siempre resultaron adecuadas.
Franzen habla de una familia normal aunque desgajada, cuyo núcleo principal u originario se había quedado en el pasado, en el lugar en donde siempre había habitado, en la misma casa de una localidad del Medio Oeste, mientras que los hijos, se habían trasladado a ciudades del Este para afrontar sus respectivas existencias. Desde esta realidad, al parecer muy normal por aquellas tierras, el autor trata de hablar, enfocando la vida de cada uno de sus miembros, de lo que en realidad le interesa, que no es otra cosa que la de ofrecer una visión de la realidad estadounidense actual, en la que la debilidad que muestra su ciudadanía, que parece que ha perdido los anclajes, contracta con la solidez de la que habían disfrutado las generaciones anteriores. La insatisfacción que se observa en cada uno de los hijos, pues la que padecían los padres era otra historia, podía deberse según el autor, al menos eso es lo que he llegado a entender, a que vivían instalados en el vacío, incluso el que se encontraba “felizmente” casado, sin un discurso creíble sobre el que apoyarse, pues ni el dinero, ni el consumo ni el éxito, poseían la solidez suficiente para apórtale a cada uno de ellos la estabilidad que tanto necesitaban, estabilidad, que a pesar de los pesares, sí habían conseguido sus padres.
En el fondo, de lo que escribe Franzen es de la muerte de la modernidad, de la desaparición de los soportes sobre los que siempre se había apoyado la cultura contemporánea, de una forma de existencia que sabía, sin dudas de ningún tipo, hacia dónde tenía que dirigirse, y del advenimiento de la sociedad líquida de la que habla Bauman, de la llegada de la posmodernidad, en donde el sálvese quien pueda, en donde el triunfo del individualismo, de la competitividad radical, está logrando transformar todas las relaciones sociales hasta ahora existentes, convirtiendo a los seres humanos, aunque evidentemente más libres, en individuos lastrados por una debilidad vital que al menos debería resulta preocupante, siempre al albur de circunstancias externas que en cualquier momento pueden dejarlo a uno fuera de combate.
Pero aunque la tesis y el desarrollo de la misma es interesante, tengo que reconocer que la lectura de la novela, como en su día me ocurrió con “Libertad” en buena medida me ha sobrepasado, ya que en muchos momentos me ha resultado incluso insoportable. Leer cerca de setecientas páginas de gran intensidad, a estas alturas, sin encontrar en ellas esos momentos de “magia” que toda buena novela necesita para oxigenar y llenar de vida su lectura, es algo que difícilmente se puede sobrellevar, aunque al parecer este es el tipo de novelas, en donde todo queda perfectamente detallado, posiblemente con la intención de que nadie llegue a perderse en ellas, que últimamente está consiguiendo arrasar en los mercados. A lo largo de la misma, Franzen, va enfocando a cada uno de los miembros de la familia, contando detalladamente sus vidas, pero creo que no hace falta tanto detallismo, la descripción pormenorizada de tantos momentos, que llegan a cansar al lector además de lograr despistarlo sobre las directrices básicas de la novela (lo de Lituania por ejemplo carece de sentido, y no sólo por la imagen excesivamente estereotipada que ofrece).
Es una novela, por tanto, que resulta difícil de leer, y eso a pesar de que puede contar con un número potencial de lectores muy elevado, ya que es completamente accesible, salvo por su grosor, y es dificultosa, porque casi desde el principio, se siente el impulso de dejarla a un lado, pues en ningún momento se anima al lector, con esas pequeñas trampas que los buenos autores van poniendo para obligar a que no se interrumpa la lectura, para que el que lee se muestre interesado en todo momento lo que se cuenta. Es una novela en la que apenas pasa nada de auténtico interés, y no quiero decir que necesariamente toda novela tenga que decir algo interesante, pero en la que se intuye, y esto sí es grave, desde el principio que no va a ocurrir nada. No creo que a nadie le importe la vida de los miembros de esa familia, marcada por la cotidianidad de sus vidas anónimas, que es donde el autor pone toda la carne en el asador, aunque sí, y mucho, el paisaje que muestran esas vidas conectadas e interrelacionadas entre sí, por lo que me ha sorprendido, el exceso de material, a veces sólo narrativo, volcado sin necesidad sobre esos personajes. En fin, creo que es una obra aceptable, interesante, aunque queda literariamente herida de muerte por las doscientas páginas que le sobran.

Martes, 21 de agosto de 2012

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