lunes, 27 de agosto de 2012

El lector de Julio Vernes

LECTURAS
(elo.252)

EL LECTOR DE JULIO VERNES
Almudena Grandes
Tusquets, 2012

Hace poco escribí no sé dónde, palabras que sigo subrayando, que una buena novela es aquella que tira del lector, la que le obliga a no abandonar la lectura, la que, por las circunstancias que sean, consigue que el que se sumerge en ella no tenga otro objetivo que el de terminarla, y cuando antes mejor. Lo anterior pocas veces pasa, pues cada día son más las novelas que se leen, por muy buenas críticas que posean, por muy acreditado que sea su autor, por mero y automático voluntarismo, lo que en el fondo no es de recibo, pues de esa forma, poco a poco, se está perdiendo el placer por la lectura. No obstante, cuando menos se espera “salta la mosca” como diría aquél, y uno se encuentra ante una novela que consigue atraparle, que sin saber por qué, al menos en principio, le obliga a leer y a leer hasta que consigue acabar con ella. Estas son las buenas novelas, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que literariamente sean perfectas, ni que tengan que ser novelas que haya que enmarcarlas con luz propia en las mejores antologías del género novelístico. No, son buenas porque, a veces con todo en contra, consiguen aliarse con el alma del lector, sin que éste sepa muy bien los motivos. Esto me ha pasado con la última novela de Almudena Grandes, “El lector de Julio Vernes”, novela que sabía que tenía que leer, pero que prefería dejarla para más adelante, pues no estaba dispuesto, o no me apetecía demasiado, enfrentarme con una nueva historia de buenos y malos, como últimamente parecía estar empeñada en ofrecernos la escritora madrileña.
No cabe dudas que Almudena Grandes, cuenta con escasos apoyos entre los lectores que se consideran avezados, en aquellos que buscan en todo lo que leen la excelencia, que son los mismos que se ven obligados a leer “tostones infumables” y para colmo tener que hablar bien de ellos, los que abominan de la literaria popular y de todo tipo de literatura que se acerque a ella, que son los mismos que olvidan, y en demasiadas ocasiones, que existen muchos tipos de novelas, de formas de entender la novela, y que no siempre aquellas por las que ellos apuestan son necesariamente las mejores. Almudena Grandes es una autora que siempre ha apostado por temas comprometidos desarrollados de forma amena, siendo su literatura, al menos aparentemente, muy accesible para la el gran público, lo que la ha posicionado entre las autoras, entre las novelistas, que más libros vende en nuestro país, lo que parece que no pueden perdonar algunos.
Parece también que de un tiempo a esta parte, los temas que se apoyan en un compromiso social no cuentan con un predicamento excesivo, al menos entre aquellos que creen encontrarse en la élite de la crítica literaria, aunque sean esos textos los que más se vendan y se lean, pues al parecer en tiempos tan complicados, tan conflictivos, lo que está en boga son las historias bien construidas pero que no llegan a decir nada, las de temáticas anémicas e introspectivas que potencian la individualidad y los mundos cerrados, novelas que sólo llegan a calar en determinado público, y que están alejando la novela de un público mayoritario que necesita otra cosa, precisamente de digeribles “novelas garbanceras”, que son las más criticadas por aquellos que más hablan de literatura, pero también los que menos leen.
Dije antes que Almudena Grandes, aparentemente es una autora accesible para el gran público, lo que no quiere decir en absoluto, que carezca de voluntad de estilo, pues en sus novelas, aunque muchos las tachen de lineales, lo que más abundan son las digresiones, que ella domina con una naturalidad sorprendente, y que aportan una gran riqueza expositiva a sus narraciones. No es una novelista exquisita, ni ella imagino que querría serlo, pues ante todo es una novelista popular que aspira a la calidad, a ser una novelista popular de calidad, encontrándose muy alejada de otras novelistas, como por ejemplo María Dueñas, por hablar de alguna, que a lo único que aspiran es a narrar, sin más, sin poseer ni buscar instrumentos adecuados para ello, una determinada historia. El problema de Almudena Grandes, un problema que siempre hay que criticar, sobre todo a ella, es que a veces es excesivamente parcial, que en sus personajes se deja ver un discurso demasiado evidente de lo que es bueno y de lo que es malo, como ocurrió en su última novela “Inés y la alegría”, pues en muchas ocasiones, como la realidad se encarga de confirmar de forma constante, ni lo bueno es tan bueno ni tan malo lo malo, ya que ni la pureza, ni la bondad, ni tan siquiera la maldad existe en estado puro. Y lo anterior extraña mucho de una escritora como ella, pues en obras anteriores me sorprendió, la facilidad y la vocación que tenía para mostrar los diferentes pliegues de la personalidad de sus personajes.
“El lector de Julio Vernes” es la segunda entrega de la gigantesca aventura literaria a la que se ha comprometido, los “Episodios de una Guerra Interminable”, hablándonos en esta ocasión de la posguerra en la Sierra Sur de Córdoba, una comarca en la que la represión se alió a unas condiciones de vida difíciles de sobrellevar. La historia es contada por un niño, o mejor dicho por alguien que vivió los acontecimientos que se narran cuando aún era un niño, que para colmo vivía en la casa cuartel de la guardia civil, ya que su padre era miembro del cuerpo. El objetivo principal de ese acuartelamiento, para lo que estaba convenientemente reforzado, era acabar con la guerrilla que aún seguía operando en la sierra, que a pesar de todo, seguía manteniendo importantes apoyos en la comarca.
En esta ocasión la autora, a diferencia de lo que ocurre en su anterior novela, nos muestra unos acontecimientos no tan épicos, sino la callada vida épica de algunos personajes, que a pesar del terror, de la represión, lucharon para lograr, ya que tal y como estaban las cosas no se podía hacer más, encontrarle una salida a los que aún, y sin futuro, seguían resistiendo en el monte al régimen franquista. En esta ocasión la autora también es mucho más benévola, más humana, pues los personajes que dibuja son bastante más contradictorios, más complejos y ambiguos, logrando momentos en la novela de gran intensidad, lo que hace muy recomendable esta obra, que es mucho menos previsible y más creíble que la anterior.
Después de todo lo dicho no me queda más remedio que decir, que es una novela que me ha sorprendido, posiblemente porque esperaba poco de ella, pues la he visto honrada, interesante, con peso y bien articulada, lo que sin duda me va a dar fuerzas para afrontar las próximas entregas del ambicioso proyecto en el que se ha embarcado la madrileña.

Lunes, 16 de julio 2012

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