LECTURAS
(elo.252)
EL
LECTOR DE JULIO VERNES
Almudena
Grandes
Tusquets,
2012
Hace
poco escribí no sé dónde, palabras que sigo subrayando, que una
buena novela es aquella que tira del lector, la que le obliga a no
abandonar la lectura, la que, por las circunstancias que sean,
consigue que el que se sumerge en ella no tenga otro objetivo que el
de terminarla, y cuando antes mejor. Lo anterior pocas veces pasa,
pues cada día son más las novelas que se leen, por muy buenas
críticas que posean, por muy acreditado que sea su autor, por mero y
automático voluntarismo, lo que en el fondo no es de recibo, pues de
esa forma, poco a poco, se está perdiendo el placer por la lectura.
No obstante, cuando menos se espera “salta la mosca” como diría
aquél, y uno se encuentra ante una novela que consigue atraparle,
que sin saber por qué, al menos en principio, le obliga a leer y a
leer hasta que consigue acabar con ella. Estas son las buenas
novelas, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que literariamente
sean perfectas, ni que tengan que ser novelas que haya que
enmarcarlas con luz propia en las mejores antologías del género
novelístico. No, son buenas porque, a veces con todo en contra,
consiguen aliarse con el alma del lector, sin que éste sepa muy bien
los motivos. Esto me ha pasado con la última novela de Almudena
Grandes, “El lector de Julio Vernes”, novela que sabía que tenía
que leer, pero que prefería dejarla para más adelante, pues no
estaba dispuesto, o no me apetecía demasiado, enfrentarme con una
nueva historia de buenos y malos, como últimamente parecía estar
empeñada en ofrecernos la escritora madrileña.
No
cabe dudas que Almudena Grandes, cuenta con escasos apoyos entre los
lectores que se consideran avezados, en aquellos que buscan en todo
lo que leen la excelencia, que son los mismos que se ven obligados a
leer “tostones infumables” y para colmo tener que hablar bien de
ellos, los que abominan de la literaria popular y de todo tipo de
literatura que se acerque a ella, que son los mismos que olvidan, y
en demasiadas ocasiones, que existen muchos tipos de novelas, de
formas de entender la novela, y que no siempre aquellas por las que
ellos apuestan son necesariamente las mejores. Almudena Grandes es
una autora que siempre ha apostado por temas comprometidos
desarrollados de forma amena, siendo su literatura, al menos
aparentemente, muy accesible para la el gran público, lo que la ha
posicionado entre las autoras, entre las novelistas, que más libros
vende en nuestro país, lo que parece que no pueden perdonar algunos.
Parece
también que de un tiempo a esta parte, los temas que se apoyan en un
compromiso social no cuentan con un predicamento excesivo, al menos
entre aquellos que creen encontrarse en la élite de la crítica
literaria, aunque sean esos textos los que más se vendan y se lean,
pues al parecer en tiempos tan complicados, tan conflictivos, lo que
está en boga son las historias bien construidas pero que no llegan a
decir nada, las de temáticas anémicas e introspectivas que
potencian la individualidad y los mundos cerrados, novelas que sólo
llegan a calar en determinado público, y que están alejando la
novela de un público mayoritario que necesita otra cosa,
precisamente de digeribles “novelas garbanceras”, que son las más
criticadas por aquellos que más hablan de literatura, pero también
los que menos leen.
Dije
antes que Almudena Grandes, aparentemente es una autora accesible
para el gran público, lo que no quiere decir en absoluto, que
carezca de voluntad de estilo, pues en sus novelas, aunque muchos las
tachen de lineales, lo que más abundan son las digresiones, que ella
domina con una naturalidad sorprendente, y que aportan una gran
riqueza expositiva a sus narraciones. No es una novelista exquisita,
ni ella imagino que querría serlo, pues ante todo es una novelista
popular que aspira a la calidad, a ser una novelista popular de
calidad, encontrándose muy alejada de otras novelistas, como por
ejemplo María Dueñas, por hablar de alguna, que a lo único que
aspiran es a narrar, sin más, sin poseer ni buscar instrumentos
adecuados para ello, una determinada historia. El problema de
Almudena Grandes, un problema que siempre hay que criticar, sobre
todo a ella, es que a veces es excesivamente parcial, que en sus
personajes se deja ver un discurso demasiado evidente de lo que es
bueno y de lo que es malo, como ocurrió en su última novela “Inés
y la alegría”, pues en muchas ocasiones, como la realidad se
encarga de confirmar de forma constante, ni lo bueno es tan bueno ni
tan malo lo malo, ya que ni la pureza, ni la bondad, ni tan siquiera
la maldad existe en estado puro. Y lo anterior extraña mucho de una
escritora como ella, pues en obras anteriores me sorprendió, la
facilidad y la vocación que tenía para mostrar los diferentes
pliegues de la personalidad de sus personajes.
“El
lector de Julio Vernes” es la segunda entrega de la gigantesca
aventura literaria a la que se ha comprometido, los “Episodios de
una Guerra Interminable”, hablándonos en esta ocasión de la
posguerra en la Sierra Sur de Córdoba, una comarca en la que la
represión se alió a unas condiciones de vida difíciles de
sobrellevar. La historia es contada por un niño, o mejor dicho por
alguien que vivió los acontecimientos que se narran cuando aún era
un niño, que para colmo vivía en la casa cuartel de la guardia
civil, ya que su padre era miembro del cuerpo. El objetivo principal
de ese acuartelamiento, para lo que estaba convenientemente
reforzado, era acabar con la guerrilla que aún seguía operando en
la sierra, que a pesar de todo, seguía manteniendo importantes
apoyos en la comarca.
En
esta ocasión la autora, a diferencia de lo que ocurre en su anterior
novela, nos muestra unos acontecimientos no tan épicos, sino la
callada vida épica de algunos personajes, que a pesar del terror, de
la represión, lucharon para lograr, ya que tal y como estaban las
cosas no se podía hacer más, encontrarle una salida a los que aún,
y sin futuro, seguían resistiendo en el monte al régimen
franquista. En esta ocasión la autora también es mucho más
benévola, más humana, pues los personajes que dibuja son bastante
más contradictorios, más complejos y ambiguos, logrando momentos en
la novela de gran intensidad, lo que hace muy recomendable esta obra,
que es mucho menos previsible y más creíble que la anterior.
Después
de todo lo dicho no me queda más remedio que decir, que es una
novela que me ha sorprendido, posiblemente porque esperaba poco de
ella, pues la he visto honrada, interesante, con peso y bien
articulada, lo que sin duda me va a dar fuerzas para afrontar las
próximas entregas del ambicioso proyecto en el que se ha embarcado
la madrileña.
Lunes,
16 de julio 2012
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