lunes, 20 de agosto de 2012

Conversación en La Catedral

LECTURAS
(elo.251)

CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL
Mario Vargas llosa
Punto de lectura, 1969

Yo que no soy demasiado exigente, ni tan siquiera conmigo mismo que es con quien sólo puedo serlo, desde hace mucho tiempo muestro una actitud extremadamente crítica con Vargas Llosa, y la mantengo, porque conozco su obra, y porque creo, que posiblemente desde la publicación de “La guerra del fin del mundo”, todo lo que ha escrito, al menos en el plano novelístico, va de mal en peor. Sí, va de mal en peor, y eso a pesar, de que a partir de esa novela es cuando el peruano comienza a encontrar el fervor del público, del público mayoritario, cuando se le comienza a leer masivamente, y cuando todas sus obras, todas, se convierten en grandes éxitos de ventas. He repetido en innumerables ocasiones, y ya estoy incluso cansado de repetirlo, que he observado en él un notable aburguesamiento, y no sólo en el plano ideológico, que respeto, sino en el literario, ya que se ha venido deslizando peligrosamente desde la complejidad narrativa de sus primeras obras, en donde la singularidad estilística de las mismas lo subrayaba todo, hacia una simplicidad, diré que cosmopolita, que vulgariza, que consigue estandarizar todo lo que escribe. Lo anterior no quiere decir, ni mucho menos, que las obras que tanto critico carezcan de la calidad necesaria, pues a pesar de todo están muy por encima del nivel medio habitual, sino que, por desgracia, se encuentran muy por debajo de las cotas que el escritor peruano puede alcanzar, lo que ha conseguido dejar a la literatura sin una voz que ha podido ser esencial, de una voz diferente, dotada de una riqueza de registros que difícilmente se puede volver a alcanzar. Lo que quiero decir con todo lo anterior, es que mis constantes críticas a Vargas Llosa, se deben sobre todo, no a que carezca de sobradas cualidades para la narrativa, que las tiene, sino al hecho, de que voluntariamente haya dejado su potencial a un lado, para conformarse con una narrativa bastante homogeneizada y previsible. Sé que lo anterior no es justo, que cada cual puede hacer, y por supuesto escribir lo que le apetezca, pero también, que como lector puedo decir que Vargas Llosa se ha quedado, posiblemente por haber decidido apostar por el camino más fácil, sin haber escrito esa novela que muchos estábamos convencidos, porque estaba a su alcance, que lograría escribir, esa novela que hubiera podido convertirse en la gran novela de su generación, novela que hoy por hoy sigue siendo “Cien años de soledad”.
Cuando escucho hablar a algunos “entendidos” en la materia de las virtudes de “La fiesta del chivo”, que para muchos es su última gran novela, me queda siempre el convencimiento de que el problema radica, en que muy pocos de ellos han realizado el esfuerzo, esfuerzo que ante todo es un placer, de haber leído la obra anterior de Vargas llosa, las novelas que con el tiempo, con seguridad, quedarán de él, como por ejemplo ésta que acabo, después de mucho tiempo, de volver a leer, que no sólo empequeñece a la novela anteriormente citada, a pesar de que su temática sea casi idéntica, sino que deja al descubierto las cualidades de un escritor capacitado para grandes singladuras, pero que hoy por hoy, se cuida mucho de echarse a la mar si ésta no se encuentra en calma, y siempre, cuando lo hace, intenta de llevar consigo un libro de ruta perfectamente detallado, gracias a lo cual su voluntad de estilo, antes tan excesiva, y al mismo tiempo tan atractiva, ha desaparecido casi por completo.
La novela en cuestión es “Conversación en La Catedral”, que no por casualidad, según cuenta el autor en un prólogo escrito casi treinta años después de su publicación, es la que más trabajo le dio, y la única que salvaría del fuego si lo pusieran en tal tesitura. La leí cuando era muy joven, y creo recordar que me costó mucho trabajo leerla, en aquellos tiempos en que me encontraba deslumbrado por los autores sudamericanos del denominado “Boom”, pero también estoy convencido, que fue a partir de aquella lectura, cuando la obra de Vargas Llosa se convirtió en parada obligatoria, de suerte, que raro es el año que no vuelvo a releer alguna antigua novela suya, independientemente a que sigo, aunque un poco desconcertado, todo lo que de forma incansable sigue publicando. Después de tanto tiempo, esta novela, esta formidable novela me ha seguido resultado trabajosa, lo que la aleja del lector mayoritario actual, pero también, aunque no me ha entusiasmado tanto como la primera vez que la leí, me ha vuelto a resultar de una altura que sólo es posible alcanzar gracias a una ambición desmedida y al mantenimiento de una voluntad de estilo difícil de sostener en una narración de tales características, pero sobre todo, al convencimiento de que el arte narrativo no consiste sólo en contar una historia, sino en contar una historia jugando con las palabras, o lo que es lo mismo, partiendo de la certeza de que en literatura lo importante no es la historia que se cuenta, al menos no sólo eso, sino la forma en que se cuenta dicha historia.
Conversación en La Catedral” habla precisamente de eso, de una larga conversación que mantiene el protagonista de la novela en un tugurio llamado “La Catedral”, con alguien que encontró por casualidad, el antiguo chofer de su padre, que le iluminó y le hizo recordar un periodo de su vida que no deseaba rememorar, el que coincidió con la dictadura del general Odría. Esa conversación consiguió alumbrar a una multitud de personajes, y la vida que llevaron estos, en donde se manifestaba el envilecimiento de los mismos, y que daban muestra de la podredumbre moral de la sociedad que mantenía y sobre la que se apoyaba dicho régimen dictatorial. La novela se articula en pequeños capítulos en los que cada uno de los personajes ejerce de protagonista, que en muchas ocasiones me ha recordado la metodología que John Dos Passos llevó a cabo en Manhattan Transfer y en su trilogía USA, que de forma aleatoria, poco a poco, con un lenguaje muy peculiar, imagino que el que se hablaba en Perú en aquellos años, va componiendo un puzle, que al final consigue mostrar una visión de conjunto que difícilmente se hubiera podido obtener de otra forma. Desde un principio, la lectura de esta novela ha conseguido traerme a la memoria, a la que en mi opinión, es la mejor obra de Vargas Llosa, la novela breve, o el relato largo “Los cachorros”, en donde la literatura del peruano muestra su mejor fisonomía.
Estoy convencido que Vargas Llosa, con los años, ha mejorado mucho en lo referente al dominio de las artes narrativas, ya que sin duda alguna es uno de los más importantes narradores que hoy existen, pero también, y en contrapartida, estoy seguro que con el tiempo, ha perdido aquello que lo hacía distinto, pero sobre todo, y esto sí es importante, su ambición por realizar obras que se sitúen en la vanguardia, con la intención de hacer avanzar, a la hoy por hoy varada, nave de la literatura.

Jueves, 12 de julio de 2012

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