LECTURAS
(elo.251)
CONVERSACIÓN
EN LA CATEDRAL
Mario
Vargas llosa
Punto
de lectura, 1969
Yo
que no soy demasiado exigente, ni tan siquiera conmigo mismo que es
con quien sólo puedo serlo, desde hace mucho tiempo muestro una
actitud extremadamente crítica con Vargas Llosa, y la mantengo,
porque conozco su obra, y porque creo, que posiblemente desde la
publicación de “La guerra del fin del mundo”, todo lo que ha
escrito, al menos en el plano novelístico, va de mal en peor. Sí,
va de mal en peor, y eso a pesar, de que a partir de esa novela es
cuando el peruano comienza a encontrar el fervor del público, del
público mayoritario, cuando se le comienza a leer masivamente, y
cuando todas sus obras, todas, se convierten en grandes éxitos de
ventas. He repetido en innumerables ocasiones, y ya estoy incluso
cansado de repetirlo, que he observado en él un notable
aburguesamiento, y no sólo en el plano ideológico, que respeto,
sino en el literario, ya que se ha venido deslizando peligrosamente
desde la complejidad narrativa de sus primeras obras, en donde la
singularidad estilística de las mismas lo subrayaba todo, hacia una
simplicidad, diré que cosmopolita, que vulgariza, que consigue
estandarizar todo lo que escribe. Lo anterior no quiere decir, ni
mucho menos, que las obras que tanto critico carezcan de la calidad
necesaria, pues a pesar de todo están muy por encima del nivel medio
habitual, sino que, por desgracia, se encuentran muy por debajo de
las cotas que el escritor peruano puede alcanzar, lo que ha
conseguido dejar a la literatura sin una voz que ha podido ser
esencial, de una voz diferente, dotada de una riqueza de registros
que difícilmente se puede volver a alcanzar. Lo que quiero decir con
todo lo anterior, es que mis constantes críticas a Vargas Llosa, se
deben sobre todo, no a que carezca de sobradas cualidades para la
narrativa, que las tiene, sino al hecho, de que voluntariamente haya
dejado su potencial a un lado, para conformarse con una narrativa
bastante homogeneizada y previsible. Sé que lo anterior no es justo,
que cada cual puede hacer, y por supuesto escribir lo que le
apetezca, pero también, que como lector puedo decir que Vargas Llosa
se ha quedado, posiblemente por haber decidido apostar por el camino
más fácil, sin haber escrito esa novela que muchos estábamos
convencidos, porque estaba a su alcance, que lograría escribir, esa
novela que hubiera podido convertirse en la gran novela de su
generación, novela que hoy por hoy sigue siendo “Cien años de
soledad”.
Cuando
escucho hablar a algunos “entendidos” en la materia de las
virtudes de “La fiesta del chivo”, que para muchos es su última
gran novela, me queda siempre el convencimiento de que el problema
radica, en que muy pocos de ellos han realizado el esfuerzo, esfuerzo
que ante todo es un placer, de haber leído la obra anterior de
Vargas llosa, las novelas que con el tiempo, con seguridad, quedarán
de él, como por ejemplo ésta que acabo, después de mucho tiempo,
de volver a leer, que no sólo empequeñece a la novela anteriormente
citada, a pesar de que su temática sea casi idéntica, sino que deja
al descubierto las cualidades de un escritor capacitado para grandes
singladuras, pero que hoy por hoy, se cuida mucho de echarse a la mar
si ésta no se encuentra en calma, y siempre, cuando lo hace,
intenta de llevar consigo un libro de ruta perfectamente detallado,
gracias a lo cual su voluntad de estilo, antes tan excesiva, y al
mismo tiempo tan atractiva, ha desaparecido casi por completo.
La
novela en cuestión es “Conversación en La Catedral”, que no
por casualidad, según cuenta el autor en un prólogo escrito casi
treinta años después de su publicación, es la que más trabajo le
dio, y la única que salvaría del fuego si lo pusieran en tal
tesitura. La leí cuando era muy joven, y creo recordar que me costó
mucho trabajo leerla, en aquellos tiempos en que me encontraba
deslumbrado por los autores sudamericanos del denominado “Boom”,
pero también estoy convencido, que fue a partir de aquella lectura,
cuando la obra de Vargas Llosa se convirtió en parada obligatoria,
de suerte, que raro es el año que no vuelvo a releer alguna antigua
novela suya, independientemente a que sigo, aunque un poco
desconcertado, todo lo que de forma incansable sigue publicando.
Después de tanto tiempo, esta novela, esta formidable novela me ha
seguido resultado trabajosa, lo que la aleja del lector mayoritario
actual, pero también, aunque no me ha entusiasmado tanto como la
primera vez que la leí, me ha vuelto a resultar de una altura que
sólo es posible alcanzar gracias a una ambición desmedida y al
mantenimiento de una voluntad de estilo difícil de sostener en una
narración de tales características, pero sobre todo, al
convencimiento de que el arte narrativo no consiste sólo en contar
una historia, sino en contar una historia jugando con las palabras, o
lo que es lo mismo, partiendo de la certeza de que en literatura lo
importante no es la historia que se cuenta, al menos no sólo eso,
sino la forma en que se cuenta dicha historia.
“Conversación
en La Catedral” habla precisamente de eso, de una larga
conversación que mantiene el protagonista de la novela en un
tugurio llamado “La Catedral”, con alguien que encontró por
casualidad, el antiguo chofer de su padre, que le iluminó y le hizo
recordar un periodo de su vida que no deseaba rememorar, el que
coincidió con la dictadura del general Odría. Esa conversación
consiguió alumbrar a una multitud de personajes, y la vida que
llevaron estos, en donde se manifestaba el envilecimiento de los
mismos, y que daban muestra de la podredumbre moral de la sociedad
que mantenía y sobre la que se apoyaba dicho régimen dictatorial.
La novela se articula en pequeños capítulos en los que cada uno de
los personajes ejerce de protagonista, que en muchas ocasiones me ha
recordado la metodología que John Dos Passos llevó a cabo en
Manhattan Transfer y en su trilogía USA, que de forma aleatoria,
poco a poco, con un lenguaje muy peculiar, imagino que el que se
hablaba en Perú en aquellos años, va componiendo un puzle, que al
final consigue mostrar una visión de conjunto que difícilmente se
hubiera podido obtener de otra forma. Desde un principio, la lectura
de esta novela ha conseguido traerme a la memoria, a la que en mi
opinión, es la mejor obra de Vargas Llosa, la novela breve, o el
relato largo “Los cachorros”, en donde la literatura del peruano
muestra su mejor fisonomía.
Estoy
convencido que Vargas Llosa, con los años, ha mejorado mucho en lo
referente al dominio de las artes narrativas, ya que sin duda alguna
es uno de los más importantes narradores que hoy existen, pero
también, y en contrapartida, estoy seguro que con el tiempo, ha
perdido aquello que lo hacía distinto, pero sobre todo, y esto sí
es importante, su ambición por realizar obras que se sitúen en la
vanguardia, con la intención de hacer avanzar, a la hoy por hoy
varada, nave de la literatura.
Jueves,
12 de julio de 2012
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