miércoles, 27 de junio de 2012

Los invitados de la princesa

LECTURAS
(elo.246)

LOS INVITADOS DE LA PRINCESA
Fernando Savater
Espasa, 2012

Bastante contrariado, la primera pregunta que me asalta después de leer esta absurda e injustificable novela, con seguridad una de las peores que he leído en los últimos años, es cómo ha podido conseguir un engendro de tales características el premio “Primavera de novela”, lo que sólo me puedo explicar, por el tirón ante el público que aún puede tener su autor, un autor que de forma incomprensible, parece que últimamente se está dedicando a la provechosa tarea de acaparar premios literarios, aprovechando el prestigio que posee, un prestigio que no le proviene precisamente del campo literario. Entiendo la actitud de las editoriales, que tal y como están las cosas, prefieren apostar por “caballos ganadores” aunque ello represente a medio plazo el desprestigio de los premios que patrocinan, pero no entiendo al jurado, compuesto por prestigiosas figuras del mundo literario, por prestarse a una farsa de tales características. El dinero es el dinero, y todos estamos muy faltos de él, pero en el mundo de la cultura, y la literatura a pesar de lo que a veces pueda parecer aún hoy es cultura, todo lo que toca lo vuelve banal y en productos de mero consumo.
Ayer estuve en la Feria del Libro, en donde me encontré a un amigo que hace poco acaba de terminar su primera novela, que como no podía ser de otra forma, precisamente por la crisis que padece el sector, le ha sido devuelta por la prestigiosa editorial a la que se la presentó, aunque le dijeron, y no creo que sólo por cortesía, que se trataba de un texto que realmente merecía la pena publicarse. Hasta aquí normal. Lo que me llamó la atención es que me dijera, cuando le comenté que no lo dudara y que la presentara en otras editoriales, que eso era absurdo pues ya no prestaban atención a los trabajos de los escritores noveles, y que la única forma de poder publicar, era presentándose a algunos de los diferentes premios que las diferentes editoriales poseen, que en teoría tienen como función, precisamente la de dar a conocer obras de autores desconocidos que carecen de oportunidades para publicar sus primeros trabajos. Pero hoy las editoriales no parecen estar por la labor, pues en una época en la que siempre hay que estar pendiente de la cuenta de resultados, la tarea de promover a los que pueden ser los escritores del mañana no resulta rentable. Todo parece indicar que la consigna es diáfana, resistir como se pueda y publicar estrictamente lo imprescindible para mantener en marcha el negocio, y apostar siempre por autores que tengan ya un público asegurado, que puedan vender un número de ejemplares que al menos amorticen la inversión que se tenga que realizar en ellos. Lo que sí es seguro, es que las editoriales, por la famosa crisis, le están cerrando las puertas a todos aquellos que llegan con ganas de aportar algo nuevo, lo que va a dejar en la cuneta a un generación de autores que son los que deben sustituir, o tomar el testigo de “las vacas sagradas” que van a tener que seguir pastando a sus anchas sin encontrar competencia, escriban lo que escriban, al menos durante algunos años más en el anémico panorama literario español. Da grima observar que autores que ya nada pueden decir, que ya no pueden aportar nada más, al estar amortizados literariamente, sigan encabezando la lista de los libros más vendidos, lo que demuestra la situación de penuria que padecemos en la actualidad, lo que sin duda agravará la crisis, no ya la económica, sino la que desde hace años padece la literatura y que la está conduciendo a un callejón de difícil salida.
Dije antes que comprendía a las editoriales, que tratan de salvaguardarse de los problemas que padece el mercado del libro, aunque estoy convencido que la estrategia que están siguiendo es equivocada, pero que no podía llegar a entender a los miembros de los jurados que ponen su prestigio a merced de las políticas cicateras y conservadoras de las diferentes editoriales que les pagan, pero a quien realmente no puedo llegar a comprender es a autores como a Savater, que sin necesidad, ponen en circulación novelas que consiguen descalificarlos literariamente por entero. ¿Qué necesidad ha tenido Savater, y esta es la segunda pregunta que me planteo, de haber escrito esta novela, cuando estoy convencido, porque con los años he llegado a conocer sus gustos literarios, de la que él mismo se tiene que reír, no sólo de lo que ha escrito, sino mucho más grave, de los que han perdido su tiempo leyendola? ¿Qué consigue Savater con esta novela, además de agenciarse unos euros, y de colgar otro premio en algunas de sus repletas estanterías? Poco, salvo hacernos comprender a los que siempre le hemos leído, que en lo referente a la literatura se está quedando con nosotros. Sé, porque lo ha repetido en múltiples ocasiones, que cuando lee ficción, lo que desea es encontrar el placer de la lectura, pasarlo bien con lo que lee, lo que me parece bien, incluso necesario, pues en tal actitud puede encontrar el complemento perfecto, o necesario para soportar mejor su labor profesional, pero una cosas es esa, y otra que ponga en circulación una obra de las características de la presentada, que no aporta absolutamente nada, ni tan siquiera los elementos necesarios para que pueda ser leída por alguien no demasiado exigente.
“Los invitados de la princesa”, nos cuenta la invitación que reciben un grupo de escritores y de artistas a una extraña isla, a la que su máxima dirigente quiere convertir en una referencia cultural, pero tal convocatoria resulta un desastre, entre otras razones porque el volcán que presidía la isla, manifestando su vitalidad, o su enojo, no paró de echar cenizas impidiendo la circulación aérea, lo que en principio posibilitaba un escenario cerrado, ideal para una buena novela policiaca. El protagonista de la novela es un joven periodista vasco, enviado por el medio en el que trabajaba para que informara sobre el evento, pero allí no ocurrió nada, nada que mereciera ser contado en una crónica. El periodista va conociendo o reconociendo a los diferentes invitados, y a diferentes miembros de la organización, algunos de los cuales, a falta de algo mejor que hacer, le narran historia que habían padecido, todas ellas carentes del más mínimo interés, que se van contando al tiempo que se va narrando lo poco que va ocurriendo en la isla, de suerte que un capítulo de la novela corresponde a lo que acaece, y el siguiente a algunas de las historias que le cuentan al periodista. Lo que salva a la novela, lo que es un decir, es el gracejo que de vez en cuando muestra Savater, que en más de una ocasión consigue sacarle una sonrisa al lector, y es que el donostiarra es alguien que sabe escribir, alguien que si no quiere escribir una novela seria, con un tema interesante y profundo, en lo que está en su derecho, podría dedicarse, en lugar de a aburrir a su clientela, a escribir algo que al menos tenga sentido, aunque sea sobre caballos o sobre hipódromos británicos.
Lo que quiero decir, es que Savater, aunque despotrique de él, puede escribir o hacer lo que desee, divertirse confeccionando engendros como éste en sus ratos libres, o trabajar en un interesante ensayo sobre algún tema que le preocupe, el problema es que tal y como está el patio, y no me refiero sólo al literario, me parece un lujo innecesario, por no hablar ya de una bofetada sin manos a los que sueñan con publicar la novela que tienen en el cajón desde hace años, que saque a la luz una novela como ésta, para colmo apoyada y publicitada por un premio, más o menos prestigioso, como el “Primavera de novela”. En fin, una vergüenza.

Martes, 15 de mayo de 2012


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