miércoles, 23 de febrero de 2011

Plata quemada


LECTURAS
(elo.214)

PLATA QUEMADA
Ricardo Piglia
Anagrama, 1997

Hace algo más de un mes, leí la última novela de Ricardo Piglia, “Blanco nocturno”, que a pesar de parecerme interesante, no la vi a la altura del lanzamiento editorial que se le había dispensado, quedando bastante sorprendido, después de leer diferentes reseñas, del crédito que el autor argentino posee entre los críticos de nuestro país. Ante tal hecho, me vi en la obligación, por aquello de que al parecer me estaba perdiendo la literatura de uno de los grandes escritores de nuestra lengua, a profundizar, en su para mí, desconocida obra. Por ello, me hice con su primera novela “Respiración artificial”, novela que con algo más que voluntarismo pude aguantar sólo hasta su mitad, pues a pesar de que estaba bien escrita, al menos desde mi punto de vista se trataba de un pestiño incomestible, al ser una de esas obras, en que el estilo empleado para su desarrollo se encuentra muy por encima de la historia que se intentaba contar, una de esas novelas, en suma, que parecen que están elaborada pensando más en un sector de la crítica, el más exquisito por supuesto, que para el público, y no me refiero a un público banal, que con interés se pueda acercar a ella. Después de este fracaso, ya que toda lectura frustrada lo es, me sorprendió de nuevo que en la relación de las diez mejores novelas editadas en España desde 1991, con motivo de los mil primeros números de “Babelia”, los tres críticos de dicho suplemento literario, insertaran entre sus preferencias una novela de Piglia, “Plata quemada”. El hecho evidentemente me llamó la atención, porque creo recordar, que era la única novela que se encontraba en las tres listas, lo que me llevó a pensar, que el prestigio del autor provenía de esa obra que aún no había leído. Lógicamente, en poco tiempo me hice con un ejemplar, y el resultado de su lectura me ha provocado serias dudas, sobre si la novela en cuestión merecía estar o no, entre ese selecto número de obras escogidas. Cada lector tiene sus preferencias, de suerte, que se podrían crear tantas listas de este tipo como lectores existen, sólo pudiendo decir en consecuencia, que en la mía no se encontraría la novela del argentino, a pesar de las innegables virtudes que posee.
Antes de comenzar la lectura, me sorprendió, que con el apoyo de un magnífico jurado, la novela fue galardonada en su día con el “Premio Planeta” de Argentina, lo que me hizo pensar que sería una obra de fácil lectura, como son la mayoría de las que consiguen ese galardón en España, pero nada más lejos de la realidad, pues uno se encuentra desde un principio con un lenguaje dificultoso, con el lenguaje que se habla en los bajos fondos de Argentina. Pero no sólo el lenguaje empleado me llamó la atención, sino también la perspectiva desde la que se cuenta la historia, en donde desde fuera, se van narrando los hechos como si de una crónica de sucesos se tratara, pero en absoluto como a uno le gustaría que se la contasen, sino de forma arbitraria, quedando lagunas que impiden unir los acontecimientos a la perfección, lo que dejaba constancia, que el interés del autor, se centraba en los personajes, en el mundo de sus personajes, y no en la trama oculta que los empujó hasta el lugar y la situación en la que se encontraban.
Otra cuestión, y nada baladí por cierto que me sorprendió, lo que nunca hubiera adivinado si el autor no lo llega explicitar en el epílogo (no suelo leer nunca las solapas de los libros que leo), es que la historia que se cuenta ocurrió en realidad, y que Piglia tuvo acceso a toda la información sobre el caso, a todos los datos de un suceso que en su momento, por sus dimensiones, escandalizó y atrajo el interés de la opinión pública tanto uruguaya como argentina. Es decir, la novela es un ejercicio literario como en su día lo fue “A sangre fría” de Capote, en donde un novelista, después de haberse preocupado en saber qué fue lo que sucedió en realidad, traduce al negro sobre blanco un acontecimiento real en clave literaria, algo de una dificultad extrema. En esta ocasión se observa, a diferencia de la metodología empleada por el norteamericano, que aspiró a una visión global y objetiva de lo que aconteció, intentando controlar y mostrar todas las variables del suceso, que Piglia sólo desea, dejando al lado todo lo demás, lo que hubiera significado una novela radicalmente diferente, centrarse en el grupo de delincuentes que se encargaron del trabajo sucio de la operación.
Esta opción evidentemente no puede ser gratuita, pues ante el autor se presentaban varias posibilidades desde la que desarrollar la historia, todas ellas interesantes, para centrarse en la más inesperada, en la perspectiva de unos delincuentes que cuando creían que lo peor ya había pasado, después de haber realizado un sangriento atraco y de haber cruzado la frontera de Uruguay, observan que habían sido localizados, viéndose por tanto ante la disyuntiva de tener que entregarse o de morir matando, aunque nunca en realidad dudaron sobre lo que tenían que hacer. Sí, no cabe duda que a Piglia lo que le interesó de la historia que encontró, fue el proceder de esos delincuentes, por lo que se zambulle en ellos, en la personalidad de cada uno de ellos, para intentar comprender por qué actuaron de la forma en que lo hicieron, y aquí acierta plenamente, pues sin utilizar ningún tipo de moralina, presenta a cada uno ellos tal y como él creía, por los datos que había podido conseguir, que en realidad fueron. Leyendo esta novela, uno llega a comprender, que el mal es una actitud autónoma, que sólo se puede observar y definir desde la orilla contraria, es decir, desde donde se sabe con seguridad aquello que es el bien, al existir unas tablas en donde el recto proceder queda perfectamente explicitado. Desde la perspectiva desde la que se encontraban, por el ejemplo el Gaucho Dorna, o el Nene Bignone, su forma de actuar era la correcta, o dicho de otra forma, era la única posible, de suerte que en ningún momento a lo largo de la narración, se enfrentaron con dudas que dificultaran su forma de actuar. Ellos en la obra, digamos, representaban el mal absoluto, pero en contrapartida, las dudas se extienden sobre los que en principio personificaban el bien, que en todo momento aparecen, desde la policía hasta los políticos, ensombrecidos por la duda, por la duda de si defendían ese bien sólo para beneficiarse del trabajo sucio de los hacían el mal. A Piglia, desde un principio le interesa, como parece demostrado, una visión concreta del caso, la que protagonizaron los delincuentes, a pesar de que en ningún momento se oculta que eran auténticos desechos sociales, individuos de oscuro pasado y sobre todo carentes de futuro, que en ningún caso podrían ser presentados como modelos a seguir. No obstante, desde la posición que ocupaban, la imagen que llega de la legalidad no es nada tranquilizadora, pues al mal absoluto que representan, no se le contrapone un bien de las mismas características.
“Plata quemada” es una novela inquietante y arriesgada, en la que se observa una marcada voluntad de estilo por parte del autor, en donde éste, apuesta fuerte para dejar una obra singular, en donde demuestra, que a veces es necesario, aunque sea a contracorriente y con el viento de frente, adentrarse en territorios poco explorados con objeto de abrir ventanas que siempre han permanecido cerradas, para desde las cuales, obtener perspectivas diferentes que puedan enriquecer la visión global que se posee. “Plata quemada” es sin duda una buena novela, y aunque yo no la incluiría en mi lista de las diez mejores editadas en español, sólo por el hecho de que me he encontrado novelas que me han interesado más, comprendo que tiene todo el derecho, por su calidad, a que otros la incluyan en la suya.

Viernes, 4 de febrero de 2011

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