viernes, 4 de febrero de 2011

Blanco nocturno


LECTURAS
(elo.211)

BLANCO NOCTURNO
Ricardo Piglia
Anagrama, 2010


A pesar de no haber leído nunca nada de Ricardo Piglia, y debido sobre todo al espectacular lanzamiento de esta novela, a causa posiblemente de que el autor hacía trece años que no publicaba ninguna obra de ficción, tenía cierto interés, aunque no desmedido, por poder leerla lo antes posible, aunque para decir la verdad, una vez terminada, he comprendido, que a pesar de resultar interesante, esperaba mucho más de ella. Sabía, por supuesto, de la existencia de dicho autor, y del prestigio con el que contaba, pero siempre, a pesar de que podía acceder a su obra con relativa facilidad, había algo que me impedía acercarme a sus novelas. Ese algo no era otra cosa, que creía, sin ningún fundamento que avalara mi opinión, que me iba a encontrar con un sofisticado y metaliterario novelista argentino, de esos que hacen una literatura sólo apta para exquisitos paladares. Pero el otro día, sin esperarlo, me topé con la novela, y no dudé, lo que hubiera hecho si me hubiera encontrado con otra que me hubiera resultado mínimamente más atractiva, en llevármela a casa y leerla. Si tengo que juzgarla por esta obra, la literatura del argentino no tiene nada que ver con lo que esperaba, ya que resulta accesible y digamos que poco argentina, pues me he encontrado con una novela de corte policíaco bien desarrollada y estructurada.
Antes, hace ya bastantes años, era un devorador de novelas policíacas, en las que me sumergía para desintoxicarme de otras lecturas más pretenciosas, o simplemente para pasar un buen rato, ya que encontraba en ellas, el puro placer de leer por leer, disfrutando con la prosa ágil y poco contaminada de los grandes maestros de ese subgénero. Pero poco a poco fui abandonándola, debido sobre todo, al cansancio que me provocaba que en esas obras casi siempre cuadrara todo, como si la vida, en la que en todo caso debe basarse la buena literatura, no fuera más que un sofisticado puzle en donde todas las piezas, si eran utilizadas con inteligencia, tarde o temprano acababan por encajar. Me disgustaba, que en lugar de subrayar la incoherencia de la naturaleza humana, algo de lo que cada día estoy más convencido, se esforzara por demostrar precisamente todo lo contrario, a lo que se unía, y esto en literatura es gravísimo, lo esquemáticos y previsibles que resultaban sus personajes. En resumen, a pesar de que era placentero acercarme a ellas, poco a poco fui comprendiendo que la novela negra, a pesar de la buena fama con la que contaba, no era más que una literatura de segundo o de tercer nivel, que en la mayoría de los casos, sólo aspiraba a adormilar y a entretener, sin que buscara otra finalidad, a pesar, de que en ella existe un potencial de indudable valía. Sí, algunos autores de prestigio de la denominada literatura de calidad, no han dudado en utilizar la metodología que la novela negra les brindaba para realizar alguna de sus obras, al encontrar en las mismas un instrumento preciso, gracias al cual, poder diseccionar la realidad, para así poder mostrar sus innumerables contradicciones y sus múltiples agujeros negros. Pero estos novelistas, casi siempre, en lugar de hacer novelas policíacas como en principio parecía, se dedicaban a hacer desde ellas alta literatura, cuidando a los personajes, es decir, haciéndolos complejos y creando tramas creíbles, sin que al final, aunque se llegara al mismo resultado, casi nunca resultaba tan evidente que dos y dos tenían que sumar necesariamente cuatro.
Ricardo Piglia también hace literatura negra desde la calidad, con la salvedad, al menos en esta novela, que deja un final extraño y abierto, en donde, por ejemplo, no se descubre al autor del asesinato que origina la trama, algo que todo buen amante del género negro condenaría sin dudar. Pero el novelista argentino, como otros autores que se han acercado a este tipo de novelas, utiliza sus mecanismos narrativos, sin importarle si llegan a cumplir o no todas sus pautas, para hablar o reflexionar sobre otras cuestiones, en este caso, la duda que se le puede plantear a alguien, en una situación extrema, si apostar por los códigos morales en los que cree y tiene asimilados, o por el contrario por abrazar su deseo más íntimo, aunque éste vaya en contra de aquello en lo que realmente crea. Piglia lo tiene claro, siempre la decisión, aunque en un principio se dude, se inclinará por lo que se desea, a pesar de que esa elección, con el paso del tiempo, pueda suponer, en forma de contradicciones insuperables, una pesada loza que impida seguir viviendo con normalidad. Sí, y vistiéndose de moralista, afirma incluso, valiéndose de sus personajes evidentemente, que tal elección, a pesar de ser lógica, no tendrá más remedio que abrir un profundo debate en el interior de esa persona, en el caso de que sea alguien con valores asentados, que sin duda le impedirá disfrutar de lo conseguido. No obstante, aunque estoy de acuerdo con él, pues así deberían de ser las cosas, ceo que lo habitual es precisamente todo lo contrario, pues la mayoría de los que se atreven a dar un paso de tales características, articulan con rapidez los mecanismo precisos para poder, de cara al exterior y al interior, justificar su acción, lo que consigue salvaguardarles, de eso tan molesto que es la mala consciencia. Creo que esta actitud es mucho más humana, aunque también mucho más deleznable, que la que escoge Piglia, y por supuesto, puede resultar bastante más interesante desde el punto de vista creativo, al dejar las puertas abiertas para profundizar en ese territorio siempre conflictivo, de lo que no es blanco ni tampoco negro.
La historia habla de un asesinato que se comete en una olvidada población de Argentina, dejando tal hecho al descubierto toda una serie de intereses inmobiliarios, al tiempo que la estructura del poder real existente en la zona, en donde todo es controlado por el latifundista más influyente, que intenta desde la distancia, mantenerlo todo bajo su férreo control. Lo más interesante de la novela, aparte de la desolada ambientación que el autor consigue crear, es con toda seguridad la estructura gracias a la cual se desarrolla, que divide la obra en dos partes, la primera protagonizada por el intuitivo jefe de policía de la localidad, y la segunda, cuando éste es sustituido de su puesto por no acatar lo que de forma explícita se le imponía (que aceptara lo que se presentaba como evidente), por un periodista que había sido enviado, para informar del acontecimiento, por un importante diario de la capital.
“Blanco nocturno” es una novela aceptable, que se puede leer en pocas horas, que a pesar de su temática, sería un error decir que se trata de una obra para el gran público, no porque su lectura sea compleja, que no lo es, sino porque no existe en ella elementos que le puedan resultar atractivo al lector mayoritario actual. Es una novela literaria, que a pesar de estar bien escrita, me ha dado la sensación de que podía dar más de sí, no obstante, su lectura me ha servido al menos, para abrirme las puertas de un autor como Piglia, lo que no es poco tal y como está el panorama.

Domingo, 26 de diciembre de 2010

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