
LECTURA
(elo.215)
PUNTO OMEGA
Don DeLillo
Seix Barral, 2010
DeLillo está considerado como uno de los grandes autores de la literatura norteamericana actual, pero posiblemente debido a que me pareció infumable la única novela que en su día leí de él, “Libra”, decidí dejarlo a un lado con objeto de centrarme en otros autores que me interesaban mucho más. No obstante, estaba convencido que tarde o temprano, tendría que cruzarme de nuevo con su literatura, pues no paraba de escuchar elogios de la misma. Pues bien, por una serie de circunstancias, hace unos días decidí que ya había llegado el momento, por lo que me hice con su última novela, “Punto omega”, quedando pese a su singularidad deslumbrado con la misma, pero comprendiendo al mismo tiempo que había cometido un error, precisamente por haber comenzado por su obra más reciente, que me ha dado la sensación que representa un final de trayecto, una novela que necesariamente ha tenido que marcar al autor, ya que al menos estilísticamente, se encuentra en los límites de lo que se puede entender por narrativa, de suerte, que una de las múltiples preguntas que me han asaltado cuando he finalizado su lectura, ha sido por las características que tendrá su próxima novela, pues difícilmente el autor podrá continuar, repito que estilísticamente, por el mismo camino. La novela cuenta con dos protagonistas, ambos obsesionados con la idea de la pureza, de una pureza que creen poder hallar fuera de la vida. Uno de ellos es un anciano estratega del ejército norteamericano que decide apartarse del mundanal, a una casa que poseía en mitad del desierto, con la intención de no encontrar obstáculos que pudieran perturbar su existencia, y para poder disfrutar, de lo que él creía que era la vida auténtica, mientras que el otro, era un joven cineasta obsesionado por el cine puro, que estaba interesado en realizar un film, sin estridencias y sin ningún tipo de parafernalia, basado sólo en las palabras y en el rostro de su compañero en la narración.
La pureza es algo que se encuentra fuera de la vida, por lo que si ésta se pudiera definir de alguna forma, tarea nada fácil por supuesto, estaría más cerca, mucho más cerca del mestizaje, que de esa limpieza metafísica de la que sólo hablan algunos poetas, precisamente aquellos que resultan más insoportables. No obstante, la idea de escapar de la vida, de la mezquina existencia cotidiana, ha sido una posibilidad que siempre ha barajado cualquier persona sensible, pues huir a un lugar recóndito y apacible, lejos de tantas y tantas variables incontroladas, para estar sólo con lo que uno se cree que es, no cabe duda que siempre puede resultar atractivo, lo que sucede, es que aún en el caso de que alguien pueda aguantar estar constantemente mirándose en el espejo, hecho de una heroicidad extrema, siempre aparecerá una rendija, por muy pequeña que sea, por donde la vida, con su cegadora luminosidad, acabará desbaratando ese proyecto de vida retirada, que siempre han cantado algunos poetas.
Sí, y esa rendija aparece en esta narración, en el momento en que los protagonistas se encontraban más sosegados, encarnada en la joven hija del estratega, que consigue, pese a que era muy apocada, cambiar la dinámica de aquella casa y la vida de sus ocupantes, sobre todo cuando de forma misteriosa desaparece sin dejar rastro, haciendo que la armonía que a duras penas pudo crearse en aquel lugar en medio de la nada, estallara en mil pedazos.
Al mar, como bien se sabe, nunca se le pueden poner diques, nunca, pues cuando menos se espera, ese mismo mar, o los revientas o consigue desbordarlos, que es lo que ocurre en esta novela, en donde el autor parece querer dejar claro, que cualquier planteamiento teórico, por muy asumido que se tenga, siempre estarán a merced de esos vientos incontrolados, que a veces de forma huracanada, amenazan con dejarnos en la más absoluta indigencia. Pero la historia en esta novela, pese a la fuerza de la misma, es lo menos importante, pues como cualquier lector sabe, este mismo argumento se ha repetido en innumerables ocasiones, siempre con diferentes variables con objeto de poder presentarlo como novedoso, lo que tampoco debe llamar a nadie la atención, al saberse, que casi todas las historias, de una forma o de otra, ya han sido contadas. Son muy pocas, por tanto, las historias auténticamente novedosas que se pueden desarrollar a estas alturas, pero para eso está el autor, para intentar narrar lo que desea contar de la forma más adecuada, siendo en este punto, que literariamente es esencial, en donde se diferencian los distintos autores, en la forma en la que consiguen afrontar un determinado tema, una determinada historia, y lo que singulariza y subraya el tipo de literatura que cada uno lleva a cabo. Lo anterior no significa que quien más experimente tiene más posibilidades de éxito, en absoluto, pues hay autores que sin salir de la ortodoxia formal, son capaces de plantear auténticas obras de arte, mientras que otros, en su afán de romper moldes, son incapaces de articular algo mínimamente comestible, por lo que nada es tan fácil como en principio pudiera parecer.
Lo importante de esta novela no se encuentra, por tanto, en la historia que cuenta, sino en la forma en que DeLillo la presenta, en donde después de conseguir despegarse del lector, no dejándole a éste ninguna agarradera en donde poder aferrarse, dibuja un panorama desolador. La novela se construye sobre dos bloques, uno central, en el que se desarrolla la historia propiamente dicha, y un segundo, que se erige al principio y al final, en donde de forma acerada, se habla de alguien que asiste a una proyección de la película “Psicosis” a cámara lenta en un museo de Nueva York. El lector, como dije antes, siempre se encuentra fuera de la historia, o lo que es lo mismo, nunca puede identificarse ni con la historia ni con ninguno de los personajes de la misma, observando como la narración se desarrolla con una frialdad extrema, Pero a pesar de esa frialdad, de la desolación que lo inunda todo, la poética de la novela queda en el corazón del que la lee.
La lectura de “Punto omega”, sin duda, me va a obligar, cosa que no esperaba, a profundizar en la obra de DeLillo, lo que intentaré hacer con sumo placer.
Martes, 8 de febrero de 2011
(elo.215)
PUNTO OMEGA
Don DeLillo
Seix Barral, 2010
DeLillo está considerado como uno de los grandes autores de la literatura norteamericana actual, pero posiblemente debido a que me pareció infumable la única novela que en su día leí de él, “Libra”, decidí dejarlo a un lado con objeto de centrarme en otros autores que me interesaban mucho más. No obstante, estaba convencido que tarde o temprano, tendría que cruzarme de nuevo con su literatura, pues no paraba de escuchar elogios de la misma. Pues bien, por una serie de circunstancias, hace unos días decidí que ya había llegado el momento, por lo que me hice con su última novela, “Punto omega”, quedando pese a su singularidad deslumbrado con la misma, pero comprendiendo al mismo tiempo que había cometido un error, precisamente por haber comenzado por su obra más reciente, que me ha dado la sensación que representa un final de trayecto, una novela que necesariamente ha tenido que marcar al autor, ya que al menos estilísticamente, se encuentra en los límites de lo que se puede entender por narrativa, de suerte, que una de las múltiples preguntas que me han asaltado cuando he finalizado su lectura, ha sido por las características que tendrá su próxima novela, pues difícilmente el autor podrá continuar, repito que estilísticamente, por el mismo camino. La novela cuenta con dos protagonistas, ambos obsesionados con la idea de la pureza, de una pureza que creen poder hallar fuera de la vida. Uno de ellos es un anciano estratega del ejército norteamericano que decide apartarse del mundanal, a una casa que poseía en mitad del desierto, con la intención de no encontrar obstáculos que pudieran perturbar su existencia, y para poder disfrutar, de lo que él creía que era la vida auténtica, mientras que el otro, era un joven cineasta obsesionado por el cine puro, que estaba interesado en realizar un film, sin estridencias y sin ningún tipo de parafernalia, basado sólo en las palabras y en el rostro de su compañero en la narración.
La pureza es algo que se encuentra fuera de la vida, por lo que si ésta se pudiera definir de alguna forma, tarea nada fácil por supuesto, estaría más cerca, mucho más cerca del mestizaje, que de esa limpieza metafísica de la que sólo hablan algunos poetas, precisamente aquellos que resultan más insoportables. No obstante, la idea de escapar de la vida, de la mezquina existencia cotidiana, ha sido una posibilidad que siempre ha barajado cualquier persona sensible, pues huir a un lugar recóndito y apacible, lejos de tantas y tantas variables incontroladas, para estar sólo con lo que uno se cree que es, no cabe duda que siempre puede resultar atractivo, lo que sucede, es que aún en el caso de que alguien pueda aguantar estar constantemente mirándose en el espejo, hecho de una heroicidad extrema, siempre aparecerá una rendija, por muy pequeña que sea, por donde la vida, con su cegadora luminosidad, acabará desbaratando ese proyecto de vida retirada, que siempre han cantado algunos poetas.
Sí, y esa rendija aparece en esta narración, en el momento en que los protagonistas se encontraban más sosegados, encarnada en la joven hija del estratega, que consigue, pese a que era muy apocada, cambiar la dinámica de aquella casa y la vida de sus ocupantes, sobre todo cuando de forma misteriosa desaparece sin dejar rastro, haciendo que la armonía que a duras penas pudo crearse en aquel lugar en medio de la nada, estallara en mil pedazos.
Al mar, como bien se sabe, nunca se le pueden poner diques, nunca, pues cuando menos se espera, ese mismo mar, o los revientas o consigue desbordarlos, que es lo que ocurre en esta novela, en donde el autor parece querer dejar claro, que cualquier planteamiento teórico, por muy asumido que se tenga, siempre estarán a merced de esos vientos incontrolados, que a veces de forma huracanada, amenazan con dejarnos en la más absoluta indigencia. Pero la historia en esta novela, pese a la fuerza de la misma, es lo menos importante, pues como cualquier lector sabe, este mismo argumento se ha repetido en innumerables ocasiones, siempre con diferentes variables con objeto de poder presentarlo como novedoso, lo que tampoco debe llamar a nadie la atención, al saberse, que casi todas las historias, de una forma o de otra, ya han sido contadas. Son muy pocas, por tanto, las historias auténticamente novedosas que se pueden desarrollar a estas alturas, pero para eso está el autor, para intentar narrar lo que desea contar de la forma más adecuada, siendo en este punto, que literariamente es esencial, en donde se diferencian los distintos autores, en la forma en la que consiguen afrontar un determinado tema, una determinada historia, y lo que singulariza y subraya el tipo de literatura que cada uno lleva a cabo. Lo anterior no significa que quien más experimente tiene más posibilidades de éxito, en absoluto, pues hay autores que sin salir de la ortodoxia formal, son capaces de plantear auténticas obras de arte, mientras que otros, en su afán de romper moldes, son incapaces de articular algo mínimamente comestible, por lo que nada es tan fácil como en principio pudiera parecer.
Lo importante de esta novela no se encuentra, por tanto, en la historia que cuenta, sino en la forma en que DeLillo la presenta, en donde después de conseguir despegarse del lector, no dejándole a éste ninguna agarradera en donde poder aferrarse, dibuja un panorama desolador. La novela se construye sobre dos bloques, uno central, en el que se desarrolla la historia propiamente dicha, y un segundo, que se erige al principio y al final, en donde de forma acerada, se habla de alguien que asiste a una proyección de la película “Psicosis” a cámara lenta en un museo de Nueva York. El lector, como dije antes, siempre se encuentra fuera de la historia, o lo que es lo mismo, nunca puede identificarse ni con la historia ni con ninguno de los personajes de la misma, observando como la narración se desarrolla con una frialdad extrema, Pero a pesar de esa frialdad, de la desolación que lo inunda todo, la poética de la novela queda en el corazón del que la lee.
La lectura de “Punto omega”, sin duda, me va a obligar, cosa que no esperaba, a profundizar en la obra de DeLillo, lo que intentaré hacer con sumo placer.
Martes, 8 de febrero de 2011
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