viernes, 18 de marzo de 2011

Bilbao-Nueva York-Bilbao


LECTURAS
(elo.217)

BILBAO-NUEVA YORK-BILBAO
Kirmen Uribe
Seix barral, 2008

El propio Kirmen Uribe, subraya en algún lugar de su novela una frase del escritor Foster Wallace en la que éste dice, “que desde los griegos, la buena literatura te hace sentir un nudo en el estómago. Lo demás no sirve para nada”. Bien, la pregunta entonces resulta obvia, ¿consigue emocionar esta novela?, y la respuesta, mi respuesta es no, por la sencilla razón de que la estructura que impone el autor lo impide. En un principio el objetivo de la novela, su justificación, puede parecer que no es otro que el de recordar y recuperar la historia de la familia del propio autor, pero también la de una parte de su país, la de la Euskadi marítima y pesquera, que desde hacía tiempo se encontraba amenazada por el olvido, a pesar de la importancia que en otros tiempos no muy lejanos había tenido. Esos recuerdos que poco a poco va desgranando el autor de forma fragmentaria, incitan como es lógico al sentimentalismo, pero en todo momento intenta evitar esa deriva al no desarrollar la narración de forma lineal, dosificando, a cuenta gotas, todo lo que va hallando de la vida de su familia. Es una narración medida, en donde la estructura elegida adquiere un protagonismo esencial, de suerte que esa forma de contar lo que desea contar, ejerce de dique de contención, contra ese sentimentalismo que desde un primer momento amenazaba con anegarlo todo. Pero a pesar que en algún momento de forma explícita lo diga el propio autor, poco a poco uno va comprendiendo que la novela no aspira sólo a eso, a recuperar determinados recuerdos con la intención de comprender la vida, y la actitud ante la vida de los antepasados del propio Uribe, sino a algo más, a bastante más que a colocar todas las piezas en el lugar que le corresponden. Parece que Uribe tiene claro que ese sólo puede ser el paso previo e inevitable, porque sabe que ninguna historia personal, ni por supuesto la de ningún pueblo puede ser nunca inmaculada, y que siempre es conveniente, en un momento dado, detenerse para hacer las cuentas, con objeto de comprobar lo que uno posee, con lo que se cuenta, para afrontar sin demasiados lastres el futuro. En este sentido esta obra también podría ser entendida como una novela más sobre “la memoria histórica”, pero no para quedarse y deleitarse con ella como muchas otras, sino para superar de una vez por todas el pasado y poder desafiar, sin mirar constantemente hacia atrás, tanto el presente como todo aquello que aún tiene que llegar. Así entendida, la novela puede servir, no ya para sostener ciertas actitudes nacionalistas, sino para consolidar y vertebrar, pero sobre todo para enraizar ese paso adelante, en el caso de que no se desee quedar estancado en tierra de nadie, que necesariamente hay que dar en un mundo cada vez más globalizado, en el que es fundamental, no sólo saber, sino tener consciencia de que se pertenece a una determinada tradición cultural con objeto de no vivir en el vacío y permanecer a merced de todos los vientos. Estoy tratando de decir, que no se trata de una novela que sólo aspira a recuperar ciertas tradiciones pretéritas, con objeto de alzarlas como banderas después de haberlas analizado antropológicamente con lupa, en absoluto, sino de que es una obra que en esencia parece decirnos que hay que apostar decididamente por el futuro, con todo lo que este trae consigo, pero sin olvidar nunca, para no deambular indefensos en la vacuidad más absoluta, las raíces que se poseen, que bien como en este caso pueden ser vascas, como en otros andaluzas o bretonas. O dicho de otra forma, la nueva era de la globalización, en la que no existen, porque han quedado obsoletas, ni las fronteras ni las banderas, sólo se puede afrontar cuando se es consciente que se pertenece a una tradición cultural concreta, al ser lo único que nos puede obligar a mantener los pies sobre la tierra. En la novela, y esto creo que puede subrayar lo anterior, alguien dice que “el barco debe estar bien anclado, firme. Por eso importa que tenga peso. Lo mismo pasa con las personas”. Sí, lo importante es mantener y cuidar las raíces que uno posee, para no perder el norte en el mundo globalizado en el que necesariamente en estos tiempos hay que moverse. Eso es tener peso, al menos el suficiente para no ser arrastrado por el vendaval de los acontecimientos.
Uribe, de forma implícita, habla de una forma diferente de ser nacionalista, que se encuentra muy alejada del nacionalismo de campanario en los que algunos, aún, sin comprender la auténtica naturaleza de los tiempos que corren, siguen empeñados en reivindicar. El mundo cada día es más pequeño, la información va de un sitio para otro a una velocidad de vértigo, al tiempo que los estereotipos culturales se estandarizan, amenazando, ya no sólo las diferentes formas culturales existentes, o preexistentes, que en el fondo sería lo de menos, sino con la creación de una cultura global, de una forma homogénea de entender la existencia, a imagen y semejanza de los postulados de la ideología que en estos momentos gobierna dicha globalización, con la intención de utilizarla en beneficio propio. A esa fuerza arrolladora sólo se le puede hacer frente, si la ciudanía a la que van dirigida sus postulados se “encuentra bien anclada”, si posee el peso y los fundamentos suficientes como para soportar la gruesa marejada que amenaza con neutralizarla, si cuenta con la entereza necesaria para anteponer los discursos propios, a los que en oleadas llegan, para en lugar de aceptarlos sin más, de forma acrítica, articular un diálogo con ellos, con objeto no sólo de prestar resistencia a ese empeño colonizador, sino con la intención de enriquecer estos nuevos tiempos con unos contenidos diferentes a los que continuamente se publicitan.
“Bilbao-Nueva York-Bilbao” es una novela que se desarrolla desde el presente, donde el narrador, a bordo de un vuelo transoceánico con destino a Nueva York, va recordando las indagaciones que había llevado a cabo sobre las últimas tres generaciones de su familia, ya que debido a una serie de circunstancias, existían agujeros negros en la misma que desconocía. La novela en principio, al menos eso es lo que el autor desea aparentar, no aspira más que a eso, a profundizar en un pasado familiar, desde un presente, digamos que cosmopolita.
Como dije al principio, no se trata de una novela, como se podría esperar, cargada de sentimentalismo, ni de esas que emocionan profundamente al lector, pero a pesar de ello, llevándole la contraria a Foster Wallace, no todas las buenas novelas tienen que provocar dichos sentimientos, ya que existen otras, que sin aparentemente proponérselo, provocan otro tipo de reacción, como por ejemplo, que es lo que ocurre en ésta, la de obligar al lector a que reflexione una vez terminada la lectura, sobre las ideas que solapadamente se ofrecen en la misma.

Sábado, 19 de febrero de 2011

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