martes, 28 de diciembre de 2010

La última noche en Twisted River


LECTURAS
(elo.207)

LA ÚLTIMA NOCHE EN TWISTED RIVER
John Irving
Tusquet, 2009

Alguien dijo simplificando mucho, un escritor bastante conocido, que existen dos clases de novelistas, los que escriben con brújula, como él lo hacía, y los que necesitan hacerlo apoyándose en un detallado mapa sobre su mesa de trabajo. Los primeros saben hacia dónde quieren dirigirse, pero se aventura sin saber qué se podrán encontrar a lo largo de la travesía en la que se involucran, mientras que los segundos, sin duda menos osados, sólo parten cuando creen conocer todos los recodos y todas las ventas por las que con seguridad tendrán que pasar y repostar. Lo anterior no significa que unos sean mejores novelistas que los otros, no, pero sí que existen dos formas de trabajar y de entender la construcción novelística radicalmente diferentes, que se nota, en mayor o menor medida, en las obras que realizan. Estoy de acuerdo, pero también existe otra división, que en lugar de atender como la anterior a la elaboración, se centra en los objetivos que los diferentes autores se imponen, ya que por un lado se encuentran los que desean sólo contar una historia, y por otro, los que aspiran además, a escudriñar, por decirlo pomposamente, en el alma humana, es decir, los que se dedican a contar historias con la intención, de que éstas consigan tener la virtud de dejar al descubierto otras cuestiones. Ni que decir tiene, como ocurre en la primera división, que pueden existir tan buenos escritores, o tan malos, en cada uno de los diferentes bandos, quedando en el lector, la soberana decisión de elegir el tipo de literatura que más le interesa.
Esta novela de John Irving demuestra, o al menos me demuestra, que el norteamericano necesita para trabajar de un mapa, pero también que es uno de esos autores que se conforman con contar una historia, lo que lo sitúa, a pesar de sus innegables dotes para la narración, en el grupo de novelistas que menos me interesan. En un momento determinado, el protagonista de la novela, que para colmo es novelista, se llega a definir como “un artesano, no como un teórico”, como “un narrador, no como un intelectual”. Curioso, eso mismo pienso de Irving, que es un buen artesano y un excelente narrador, de esos que consiguen embaucar con lo que cuentan, pero también de los que no llegan a más, salvo a que el lector no tenga más remedio que afirmar, “sí, pero las historias que narra son buenas y están bien construidas”. ¿Pero basta con eso? Puede que sí, al menos si se analizan las listas de textos más vendidos, en donde uno se puede encontrar, con tochos monumentales que sólo se dedican a explicitar, con pelos y señales, la rocambolesca vida de sus protagonistas, gracias a los cuales, si hay suerte, se puede pasar un largo fin de semana sin salir de casa. ¿Pero esta literatura de entretenimiento, completamente desfasada, al menos de mi punto de vista, es la que definirá literariamente a nuestro momento histórico? Aunque afortunadamente existen otras formas de entender la literatura, con toda seguridad, entre otras razones porque es la que se compra y la que a veces se lee, esta visión de la misma, que no llega a caer en el best seller, aunque coge muchos elementos de ellos, es la que caracteriza, nos guste o no, a nuestra época. Siguiendo con las preguntas, existe una que hay que realizar de forma ineludible, a saber, ¿Quién lee en estos momentos literatura que no sea de entretenimiento? Sólo cuatro monos. Basta para comprender lo anterior con acercarse a cualquier librería, sea la que sea, y observar los escaparates desde los que se incita a comprar auténtica basura, quedando los textos de un mínimo interés, de un interés literario, arrinconados en los lugares menos accesibles, y es que, por lo que no hay que culpar a esos establecimientos comerciales, pero sí a los libreros que aún quieren merecer ese nombre, lo realmente importante son las ventas, el número de ejemplares que se puedan llegar a vender de un determinado libro, y no la calidad del mismo. El problema de estas novelas, casi todas ellas bien construidas, es que no aspiran a otra cosa más que a satisfacer las demandas del sector mayoritario de la comunidad de lectores, que sólo exige obras con las que poder pasar un buen rato, lo que es legítimo, pero creo que no se debe hablar de literatura de calidad cuando se está hablando y presentando otro tipo de textos.
Apostando fuerte, diré, que Irving es un autor de literatura de entretenimiento de calidad, ya que su narrativa, a pesar de no aspirar más que a contar buenas historias, no se caracteriza precisamente por su, digamos, accesibilidad, pues el autor se esfuerza por huir, y a veces se le nota demasiado, de los desarrollos lineales que son, los que utilizan la mayoría de los autores de éxito. En las novelas de Irving, por enrevesadas que sean, y ésta lo es, todo encaja a la perfección, pero esa exactitud casi geométrica, en la que deja constancia de su capacidad arquitectónica, en donde todos los pasos de los personajes están minuciosamente estudiados, es también, al menos así me lo parece, el grave problema de su literatura, al observarse en ella la escasa libertad con la que cuentan, ya que siempre aparecen apoyándose en las muletas que les proporciona las férreas estructuras con las que el autor los presenta.
En “La última noche en Twisted River”, en pocas palabras, Irving desarrolla la amenaza que padece una familia formada por un padre y su hijo, que al final, aunque hacen lo imposible por evitarla, cambiando constantemente de residencia, se llega a materializar. Una historia de tales características consigue sostenerse literariamente gracias, y lo repito de nuevo, a las indudables dotes que posee el autor, que hace posible, al sacarse de la manga innumerables recursos, que un argumento en principio sin alicientes, al menos sin excesivos alicientes, se presente como un texto, que al menos formalmente, no cae en la banalidad que caracteriza al tipo de novela a la que pertenece.
Hace unos días, en un encuentro casual, un amigo me comentó, que debido al escaso tiempo del que disponía, estaba seleccionando mucho sus lecturas, cosa que sin duda también me veré obligado a realizar, por lo que no tendré más remedio que evitar novelas de estas características, aunque también comprendo, que en buena medida, éstas, me obligan a valorar aún más las que me interesan.

Jueves, 7 de octubre de 2010

1 comentario:

J. G. dijo...

me gusta el anonimato en habitantes en casa ajena.

Me gustó tu reseña del fabuloso mundo de nada de Acantilado.

saludos