
LECTURAS
(elo.186)
LA FIESTA DEL OSO
Jordi Soler
Mondadori, 2010
Una vez terminada la novela, la primera pregunta que me asalta, es saber, o intuir la intención que ha tenido el autor para escribir una historia como la presentada, que indudablemente viene a dejar más leña al fuego a un debate, el de “La memoria histórica”, que desde hace algún tiempo se viene desarrollando, dividiendo a la opinión pública entre partidarios y detractores de la misma, o lo que es lo mismo, entre los que desean que la guerra civil se entierre definitivamente en el olvido, y los que creen, que resulta necesario, por higiene, exponer, sacando a la luz, todo lo que ocurrió durante aquellos años. En un primer momento, parece que Jordi Soler es partidario, por aquello de recuperar “los cimientos y la perspectiva”, de enfrentarse a eso tan natural como es el olvido, con la intención de saber que pasó en realidad con una parte de su historia, de su propia historia familiar, que hasta ese momento se encontraba aún abierta, o sólo hilvanada con suposiciones, pero con posterioridad, cuando conoce lo que sucedió en realidad, que era muy diferente a lo que esperaba, parece que se decide por lo contrario, por pensar que lo mejor hubiera sido dejar las cosas como estaban, al estimar que indudablemente es más saludable vivir con una imagen idealizada, que tener que aceptar la brutalidad y la sinrazón que anegó todo aquel periodo de nuestra historia, que sin duda, en lugar de lo mejor, como siempre se ha pensado, sacó a relucir lo peor de cada cual.
A pesar de que el debate ha sido importante, de que se han gastado ríos de tinta alrededor del mismo, tengo que reconocer que no mantengo una idea clara sobre el mismo, aunque en principio, por aquello de mi supuesto encuadramiento ideológico, el cuerpo me pida estar a favor de eso que se llama “La memoria histórica”. Indudablemente nadie puede estar en contra de la memoria histórica, es decir, de que el pasado se sepa, de que la historia se conozca, pero alrededor de esas dos palabras unidas con casi idéntico significado, se esconde una reivindicación esgrimida por los herederos del bando perdedor en la guerra civil, es decir por la izquierda, que aspira a que se deje constancia de los ultrajes cometidos por los “vencedores”, con objeto de que las generaciones posteriores sepan lo que en realidad acaeció, y para que sirva de homenaje a los que murieron, y a los familiares de éstos, que para colmo tuvieron que padecer, durante demasiado tiempo el estigma de ser los derrotados. Bien, ante esta reivindicación ciertamente lógica, se presenta la de los que piensan, que después de todo lo pasado, del esfuerzo que esta sociedad ha tenido que realizar para superar sus seculares diferencias, y partiendo de la base de que España ya no es lo que era, resultaría un contrasentido remover un pasado que nada bueno puede aportar, salvo poner de nuevo en primera línea las eternas diferencias, diferencias que ya no existen salvo en la imaginación de unos cuantos, de esas dos españas, teóricamente siempre en constante conflicto entre sí.
Lo anterior no sólo lo piensa la derecha, la derecha militante, sino también un importante segmento de la población, que opina, que en los momentos actuales hay problemas más importantes y preocupantes como para perder el tiempo, sí el tiempo, en cuestiones ya conocidas y completamente superadas por una sociedad moderna, que no se siente heredera de ninguna de esas dos españas que se destrozaron durante la guerra entre sí. Parece, por tanto, que la reivindicación que determinados ilustrados sostuvieron en los primeros tiempos de la Segunda República, la de construir una nueva España que consiguiera superar las contradicciones y las importantes diferencias que hacían imposible la viabilidad de España como nación, es ahora cuando se está definitivamente materializando.
Ante tales planteamientos, dotados ambos de gran consistencia, me preocupa un hecho que creo que debería llamar más la atención, y es la importancia que un tema como “La memoria histórica” tiene en estos momentos para la izquierda de este país, que en lugar de luchar para crear nuevas alternativas posibles con objeto de tratar de sacar a nuestra sociedad de la situación en la que se encuentra; alternativas coherentes acompañadas de estrategias políticas viables, se dedica a mirar hacia otro lado, evidentemente porque la izquierda se encuentra atorada y aburrida, en historias laterales que poco o nada pueden aportar a una sociedad deseosa de encontrar nuevos horizontes hacia los que poder caminar.
“La fiesta del oso”, la novela de Jordi Soler, termina en el desencanto, incluso en el convencimiento de que la búsqueda de ese pasado perdido resulta contraproducente, ya que si se busca, se encuentra aquello que nunca se desea encontrar, entre otras razones porque lo ideal, aquello que en todo momento llega a cuadrar, sólo habita en nuestras ilusiones y en nuestras esperanzas, que pueden acabar, como casi siempre sucede, hechas trizas por primer soplo de aire fresco que reciban de la propia realidad.
Es una novela que se lee rápido y bien, y en la que destaca la capacidad narrativa del autor, pero que posee, al menos desde mi punto de vista varios problemas, que me obligan a pensar, que el recorrido de la misma, a pesar de que pueda convertirse en un éxito de ventas, será ciertamente escaso. En primer lugar, sobre ella sobrevuela demasiado bajo la estela de “Soldados de Salamina”, novela a la que se parece demasiado, no mejorándola en ningún aspecto, lo que la convierte en una hija menor de la elogiada novela de Cercas. Jordi Soler ha podido hacer más para distanciar su novela de esa otra que hasta cierto punto la eclipsa, aunque sólo hubiera sido cambiar el punto de vista desde el que afrontar el tema de la misma. El segundo problema que padece, es el estilo narrativo utilizado, que si bien hace posible que pueda leerse con facilidad y en pocas horas, impide que se afronten, con el reposo necesario, cuestiones que aparecen en la historia y a las que no se le sacan todo el partido que en principio hubieran podido merecer.
En fin, una novela interesante que ha podido dar más de sí.
Sábado, 12 de marzo de 2010
(elo.186)
LA FIESTA DEL OSO
Jordi Soler
Mondadori, 2010
Una vez terminada la novela, la primera pregunta que me asalta, es saber, o intuir la intención que ha tenido el autor para escribir una historia como la presentada, que indudablemente viene a dejar más leña al fuego a un debate, el de “La memoria histórica”, que desde hace algún tiempo se viene desarrollando, dividiendo a la opinión pública entre partidarios y detractores de la misma, o lo que es lo mismo, entre los que desean que la guerra civil se entierre definitivamente en el olvido, y los que creen, que resulta necesario, por higiene, exponer, sacando a la luz, todo lo que ocurrió durante aquellos años. En un primer momento, parece que Jordi Soler es partidario, por aquello de recuperar “los cimientos y la perspectiva”, de enfrentarse a eso tan natural como es el olvido, con la intención de saber que pasó en realidad con una parte de su historia, de su propia historia familiar, que hasta ese momento se encontraba aún abierta, o sólo hilvanada con suposiciones, pero con posterioridad, cuando conoce lo que sucedió en realidad, que era muy diferente a lo que esperaba, parece que se decide por lo contrario, por pensar que lo mejor hubiera sido dejar las cosas como estaban, al estimar que indudablemente es más saludable vivir con una imagen idealizada, que tener que aceptar la brutalidad y la sinrazón que anegó todo aquel periodo de nuestra historia, que sin duda, en lugar de lo mejor, como siempre se ha pensado, sacó a relucir lo peor de cada cual.
A pesar de que el debate ha sido importante, de que se han gastado ríos de tinta alrededor del mismo, tengo que reconocer que no mantengo una idea clara sobre el mismo, aunque en principio, por aquello de mi supuesto encuadramiento ideológico, el cuerpo me pida estar a favor de eso que se llama “La memoria histórica”. Indudablemente nadie puede estar en contra de la memoria histórica, es decir, de que el pasado se sepa, de que la historia se conozca, pero alrededor de esas dos palabras unidas con casi idéntico significado, se esconde una reivindicación esgrimida por los herederos del bando perdedor en la guerra civil, es decir por la izquierda, que aspira a que se deje constancia de los ultrajes cometidos por los “vencedores”, con objeto de que las generaciones posteriores sepan lo que en realidad acaeció, y para que sirva de homenaje a los que murieron, y a los familiares de éstos, que para colmo tuvieron que padecer, durante demasiado tiempo el estigma de ser los derrotados. Bien, ante esta reivindicación ciertamente lógica, se presenta la de los que piensan, que después de todo lo pasado, del esfuerzo que esta sociedad ha tenido que realizar para superar sus seculares diferencias, y partiendo de la base de que España ya no es lo que era, resultaría un contrasentido remover un pasado que nada bueno puede aportar, salvo poner de nuevo en primera línea las eternas diferencias, diferencias que ya no existen salvo en la imaginación de unos cuantos, de esas dos españas, teóricamente siempre en constante conflicto entre sí.
Lo anterior no sólo lo piensa la derecha, la derecha militante, sino también un importante segmento de la población, que opina, que en los momentos actuales hay problemas más importantes y preocupantes como para perder el tiempo, sí el tiempo, en cuestiones ya conocidas y completamente superadas por una sociedad moderna, que no se siente heredera de ninguna de esas dos españas que se destrozaron durante la guerra entre sí. Parece, por tanto, que la reivindicación que determinados ilustrados sostuvieron en los primeros tiempos de la Segunda República, la de construir una nueva España que consiguiera superar las contradicciones y las importantes diferencias que hacían imposible la viabilidad de España como nación, es ahora cuando se está definitivamente materializando.
Ante tales planteamientos, dotados ambos de gran consistencia, me preocupa un hecho que creo que debería llamar más la atención, y es la importancia que un tema como “La memoria histórica” tiene en estos momentos para la izquierda de este país, que en lugar de luchar para crear nuevas alternativas posibles con objeto de tratar de sacar a nuestra sociedad de la situación en la que se encuentra; alternativas coherentes acompañadas de estrategias políticas viables, se dedica a mirar hacia otro lado, evidentemente porque la izquierda se encuentra atorada y aburrida, en historias laterales que poco o nada pueden aportar a una sociedad deseosa de encontrar nuevos horizontes hacia los que poder caminar.
“La fiesta del oso”, la novela de Jordi Soler, termina en el desencanto, incluso en el convencimiento de que la búsqueda de ese pasado perdido resulta contraproducente, ya que si se busca, se encuentra aquello que nunca se desea encontrar, entre otras razones porque lo ideal, aquello que en todo momento llega a cuadrar, sólo habita en nuestras ilusiones y en nuestras esperanzas, que pueden acabar, como casi siempre sucede, hechas trizas por primer soplo de aire fresco que reciban de la propia realidad.
Es una novela que se lee rápido y bien, y en la que destaca la capacidad narrativa del autor, pero que posee, al menos desde mi punto de vista varios problemas, que me obligan a pensar, que el recorrido de la misma, a pesar de que pueda convertirse en un éxito de ventas, será ciertamente escaso. En primer lugar, sobre ella sobrevuela demasiado bajo la estela de “Soldados de Salamina”, novela a la que se parece demasiado, no mejorándola en ningún aspecto, lo que la convierte en una hija menor de la elogiada novela de Cercas. Jordi Soler ha podido hacer más para distanciar su novela de esa otra que hasta cierto punto la eclipsa, aunque sólo hubiera sido cambiar el punto de vista desde el que afrontar el tema de la misma. El segundo problema que padece, es el estilo narrativo utilizado, que si bien hace posible que pueda leerse con facilidad y en pocas horas, impide que se afronten, con el reposo necesario, cuestiones que aparecen en la historia y a las que no se le sacan todo el partido que en principio hubieran podido merecer.
En fin, una novela interesante que ha podido dar más de sí.
Sábado, 12 de marzo de 2010
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