viernes, 4 de septiembre de 2009

la reina del palacio de las corrientes de aire



LECTURAS
(elo.163)

LA REINA DEL PALACIO DE LAS CORRIENTES DE AIRE
Stieg Larsson
Destino, 2.009

Tenía interés en que apareciera el último y definitivo volumen de Millennium, ya que las dos primeras entregas me resultaron sumamente gratificantes. Pese a ello, como en las anteriores ocasiones, no corrí a la librería más cercana para hacerme con la novela, pues estaba convencido, que más tarde o más temprano caería en mis manos. Y no ha tardado mucho. En un reciente viaje, me sorprendió, mientras que el avión en que viajábamos cruzaba en Atlántico, que la mayoría de los pasajeros que se dedicaban a leer, que si tengo que ser sincero no eran muchos, estaban sumergidos en alguna de las novelas de Larsson, lo que subrayaba una vez más, el asombroso éxito alcanzado por el sueco. Pero en los tiempos en que estamos, que un determinado texto, y más concretamente que una novela se convierta en un éxito editorial, no significa necesariamente, no tiene por qué significar, que dicha obra tenga la calidad que el número de ejemplares vendidos pudiera presagiar, sino más bien todo lo contrario, pues lo normal, desgraciadamente, es que contra más se venda una determinada novela, menor sea la calidad de la misma. Por ello, por principio, muestro más reservas de las necesarias, sobre todo por aquello de no perder el tiempo, con todos aquellos títulos que consiguen una acogida mayoritaria entre los lectores, aunque soy consciente, que de vez en cuando, de forma milagrosa, alguna novela de calidad se cuela entre tanta bazofia. Eso es lo que ha ocurrido con la trilogía de Larsson, pues a pesar de ser una obra, que por su temática, podría clasificarse dentro de lo que los expertos denominan literatura de evasión, está realizada con la honestidad y con la calidad necesaria, como para merecer, a pesar de su grosor, invertir en ella el tiempo suficiente que necesita su lectura, sobre todo, cuando a uno lo que le apetece, es esconderse detrás de una historia potente, con objeto de intentar no pensar en otras cuestiones. Los tres volúmenes de Millennium son ideales para eso, pero también, y esto es de sumo interés, para atraer a nuevos miembros a la cada día más despoblada comunidad de lectores, pues son muchos, los que han pasado de no leer nada, absolutamente nada, a engancharse con las historias desarrolladas por el sueco, algunos de los cuales, con toda seguridad, comprenderán a partir de su encuentro con los personajes y con las tramas de Larsson, la necesidad de tener siempre a mano un buen libro. También sirven para atraer a los que se fueron, que son legión, y sobre este tema sería interesante recapacitar en otra ocasión, los que abandonaron la lectura por la sencilla razón de que se aburrían, al no encontrar en lo que leían, en lo que le aconsejaban sus amigos o las grandes editoriales, que son las que en realidad imponen lo que hay en todo momento que leer, obras con las que poder disfrutar, en lugar de tener que hacer uso de ese voluntarismo que nos caracteriza a los que estamos acostumbrados a leer demasiado. Sí, porque la lectura no puede dejar nunca de ser un placer, ya que en el momento que se observe o se entienda como una carga, o sencillamente como una obligación, lo que hay que hacer, sin perder un minuto en ello, es abandonarla sin que a uno consiga cercarlo la mala consciencia. La gran virtud de los libros de Larsson es esa, que consiguen hacer disfrutar con la lectura, que las historias tiran del lector, y no al contrario, y eso que parece tan lógico, que es lo que siempre debería ocurrir, en la literatura que se realiza en la actualidad no resulta nada habitual, consiguiendo por tanto, atraer a los no iniciados, y reconciliar con la lectura a los que habían huido de ella, lo que no es poco.
Curiosamente, esta tercera novela no es una obra independiente, como lo pudo ser la primera, siendo sencillamente la continuación de la segunda, es decir, es la segunda parte de la segunda novela, de suerte, que si no se ha leído con anterioridad aquélla, no se puede ni entender ni apreciar en su justa medida esta última entrega. Es posiblemente la más política de las tres, pues su tema consiste, en el desmantelamiento de una trama, que desde dentro de los servicios secretos suecos, funcionaba de forma autónoma, sin respetar los mandatos constitucionales. La labor de este grupo de individuos, en su intento por ocultar las actividades y la existencia de un antiguo espía soviético, es lo que había hecho imposible la vida de la joven Salander, que para colmo de males, era la hija de dicho espía. Pero la novela, y posiblemente ahí radique su fortaleza, no narra sólo esa trama, que sin duda hubiera sido suficiente, sino que también desarrolla otras subhistorias, que en todo momento consiguen mantener en vilo al lector, tocando varios temas de gran interés, pues al esencial, el de la opacidad democrática de determinados organismos del estado, se une, por ejemplo, el de la escasa presencia de la mujer en las empresas y en las instituciones que realmente dirigen el destino de un país, o las reestructuraciones salvajes que se están realizando, en donde los únicos que pagan la crisis son los trabajadores y no los consejos de administración, que en demasiadas ocasiones son los culpables de la mala trayectoria de una determinada empresa. También subraya, o lo deja entrever, que aún existe un hueco en las sociedades democráticas, para que la propia ciudadanía, en este caso desde la propia revista Millennium, pueda salvaguardar y fortalecer, gracias a la crítica y a la denuncia constante, unos sistemas democráticos que cada día, para nuestra vergüenza, son menos democráticos.
La trilogía, al menos desde mi punto de vista, nada esteticista por cierto, profundiza en los valores que siempre ha caracterizado a la novela negra o policiaca, y que tan perdidos últimamente se encontraban. La buena novela negra, siempre ha sido una literatura de denuncia, una literatura que en todo momento pisaba tierra, en donde David, por quien nadie apostaba, y contra todos los pronósticos, conseguía, después de sortear múltiples dificultades, desenmascarar al hasta entonces invencible Goliat.
Se nota que Larsson fue un activista, un convencido izquierdista y feminista, para el que la literatura era algo más que contar historias, concibiéndola como un instrumento, gracias al cual, denunciar lo que está aconteciendo en el mundo.
Me alegra, por todo lo anterior, que estas novelas, que algunos desde sus altares podrían calificar de banales, consigan la difusión y el éxito que están obteniendo, sobre todo, porque en ningún momento pierden de vista los pilares en donde siempre se ha apoyado la buena literatura, en la calidad y en intentar llevar a cabo un acercamiento a la propia realidad, lo que casi siempre desemboca, cuando se hace con honestidad, en el disfrute del lector que se acerque a ella.

Roche, 1 de Agosto de 2.009

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