viernes, 11 de septiembre de 2009

Almas grises



LECTURAS
(elo.164)

ALMAS GRISES
Philippe Claudel
Salamandra, 2.003

En un reciente trabajo periodístico sobre el fenómeno literario que ha supuesto, y no sólo en España, las novelas de Stieg Larsson, alguien escribió, que de forma paralela a todo lo positivo del mismo, existía el peligro, de que ese tipo de literatura, acabara, y valga la redundancia, con la literatura literaria, aquella que se instala en la sutileza y que intenta comprender el alma humana, partiendo del supuesto, de que ésta nunca podrá ser ni completamente blanca ni completamente negra. Que duda cabe, que las novelas del sueco, aparte al valor que puedan o no tener, pertenecen a un tipo de literatura muy determinado, aquel, y es bueno tenerlo siempre en cuenta, que afirma que dos y dos, se quiera o no, en todo momento serán cuatro, o dicho de otra forma, la que estima que sólo existe una verdad, aunque existen fuerzas empeñadas en ocultarla. Este tipo de novelas tienen la gran ventaja, de que no siembran la incertidumbre en el lector, que sabe desde un primer momento, que a pesar de los obstáculos que encuentre en la trama, al final, aunque sólo sea al final, todo ocupará el lugar que necesariamente tiene que ocupar. Y aquí surge el problema, pues una literatura que desee acercarse a la vida, a la realidad, debe saber en primer lugar, que ésta o aquella, poseen una característica esencial, la de que difícilmente se puede dejar encorsetar, de suerte, que las grandes novelas, las que han quedado y no pueblan las vastas bibliotecas del olvido, son precisamente las que dejan lo esencial sin despejar, manteniéndose, al dejar múltiples incógnitas sin resolver, como obras abiertas a las que siempre, necesariamente hay que volver. Lo esencial de la novela, es la voluntad que posee, de intentar reflejar en sus páginas eso tan problemática como es la vida humana, y por ello, digan lo que digan, y últimamente se están diciendo muchas tonterías, es un género artístico que siempre estará ahí, que nunca desaparecerá, al menos la buena, la de calidad. Pero lo anterior no significa, en contra de lo que muchos puedan pensar, que su tarea consista en intentar cosificar la vida, sino precisamente en todo lo contrario. La vida, la existencia de un determinado ser humano, sea el que sea, en ningún momento podrá cosificarse, al resultar imposible, aunque a primera vista pudiera parecerlo, que alguien pueda estrangularla en un estrecho molde. Debajo de los comportamientos estereotipados, de las conductas y de las respuestas previsibles, de la maldad o de la bondad de alguien, siempre se oculta un vasto continente que es el que debe explorar la novela, intentando alejarse lo más posible, siendo este el punto que separa a la buena de la mala literatura, de la simplicidad de lo aparente y de los personajes planos que pueblan gran parte de la novelística que se ha realizado a lo largo de la historia. Lo anterior, ni mucho menos, quiere decir que no deba existir la literatura de entretenimiento, sólo que existe otra literatura, que aspira a más, a mucho más que a hacerle pasar un buen rato al que se acerque a una novela. Eso en muchas ocasiones se olvida, pues lo que llega a nuestras manos, casi nunca cumple los requisitos mínimos que debe exigírsele a un texto para que pueda ser publicado, comprendiéndose sólo, cuando uno tiene la suerte de encontrarse, de toparse, casi siempre por casualidad, con una de esas obras que consiguen dejar las cosas en su sitio.
Pues bien, por casualidad me he encontrado con una de esas novelas, “Almas grises” de un autor completamente desconocido para mí, que me ha devuelto la vara de medida, esa que siempre se encuentra extraviada al utilizarse tan poco, y cuya unidad suprema, en lugar de la complacencia es la exigencia. Sí, “Almas grises” es una novela literaria, y por eso, y a pesar de las críticas favorables que al parecer desde un primer momento obtuvo, o puede que precisamente por eso, ha tenido tan poca repercusión, incluso entre los que, nos creemos pendientes, en la medida de nuestras escasas posibilidades, del alubión de obras que anualmente invaden el mercado literario.
“Almas grises” es una historia que se articula a partir del asesinato de una joven adolescente, y de la investigación que se lleva a cabo con posterioridad. El crimen se les atribuye a dos jóvenes desertores que habían abandonado el frente, y que fueron condenados, aunque pocos de los que estaban al tanto del caso, estaban convencidos de tal autoría, sobre todo, cuando voluntariamente se dejó de lado a un sospechoso, al antiguo y temido fiscal del distrito.
La historia está narrada con posterioridad a todo lo acaecido, por el jefe de policía de la localidad, que en unos cuadernos va anotando, poco a poco, todo lo que vivió en aquellos terribles años, en que la guerra, la Primera Guerra Mundial, enmarcaba y condicionaba la vida del pequeño y tranquilo pueblo en donde prestaba sus servicios.
El autor, hábilmente consigue que el lector, también esté convencido de la culpabilidad del fiscal, pero sin prisas, va suministrando los datos precisos, para que vaya desconfiando de todo el mundo, dejando la sensación, de que cualquiera, incluso el más olvidado y tranquilo habitante de aquel pueblo, incluyendo por supuesto a los desertores condenados, hubiera podido acabar con la vida de la joven. Nadie sabe nada, de nada ni de nadie, pues todo es demasiado complejo y contradictorio, para que se pueda saber, en el caso de que no existan pruebas fehacientes, la verdad sobre algo.
“Almas grises” es una obra sorprendente, que va tomando fuerza poco a poco, y que acaba, en un final abierto, haciéndole comprender al lector, que la tan denostada novela literaria, ni tiene que ser aburrida, ni necesariamente poco comprometida.

Martes, 18 de agosto de 2.009

No hay comentarios: