
LECTURAS
(elo.138)
LA VIDA NUEVA
Orhan Pamuk
Alfaguara, 1.994
Desde un principio quedé sorprendido con la novela, pues comprendí, ya en las primeras páginas, que se trataba de una obra diferente a las dos anteriores que había leído del autor turco. Uno siempre espera cierta linealidad en la producción artística, al menos en lo formal, sobre todo en aquellos autores sobre los que desea profundizar, entre otras razones porque así todo resulta más fácil. Las primeras noticias sobre la existencia de Pamuk, las tuve gracias a una magnífica entrevista que le realizó Rosa Montero días antes de que le concedieran el Nóbel de literatura, con motivo de la presentación en España de su libro autobiográfico “Estambul”. Me pareció, por las respuestas que daba, que podía ser un autor interesante y conseguí el libro a los pocos días, dejándome hasta cierto punto desconcertado, pues se trataba de un texto, bien escrito por supuesto, en donde el autor dejaba constancia de su nostálgica visión de la ciudad que tanto amaba y en la que siempre había vivido, siendo Estambul, sin discusión alguna, la auténtica protagonista de la obra, en lugar, como esperaba, de que todo en ella girara en torno al propio Pamuk. En fin, leí un libro teóricamente autobiográfico, en el que apenas, porque el autor intentó evitarlo en todo momento, pude hacerme una idea de su perspectiva vital, aunque sí, sobre el ámbito en donde creció y se hizo escritor. Pero como lo que realmente deseaba era conocer su mundo literario, que evidentemente no se encontraba en “Estambul”, me hice, en opinión de algunos, con su obra más lograda, “Me llamo rojo”, que aunque también bien escrita, no era más que un triller otomano, que se puede leer, pero que no aporta nada nuevo a eso que llaman la historia de la literatura. Así las cosas, quedé escarmentado con el turco, aparcándolo y dejándolo para otra ocasión, en donde esperaba, aunque sin muchas esperanzas, encontrar lo que en mi primera incursión en su obra no pude hallar.
“La vida nueva” ha llegado a mis manos por casualidad, y me ha resultado sobre todo desconcertante y difícil de leer, pues carece de las agarraderas que todo lector agradece, y porque el enfoque del tema me resulta innovador. Es una novela sin asideros, en donde, en contra de los que prefiguran los cánones novelísticos, todo aparece implícito, como difuminado, lo que no hace fácil su lectura.
El tema de la novela, es la necesidad que todos tenemos de abandonar la realidad que nos envuelve, sin intentar disfrutarla, para lanzarnos de forma lamentable e inconsciente, a la búsqueda de otra, que según afirman es más grata y plena, pero que aún, y ese es el problema, nadie ha podido disfrutar. Nuestras sociedades, siempre han estado eclipsadas por la influencia de los libros sagrados, esos que en todo momento nos han dicho lo que debemos hacer para entrar en ese otro mundo, que curiosamente siempre se encuentra un poco más allá, en donde con toda seguridad, al menos eso dicen, se encuentra anclada la felicidad. La Biblia, el Corán, El manifiesto comunista, han tenido la virtud, de dibujarnos un mundo idílico, aunque también el de mostrarnos los caminos que hay que seguir, si realmente se desea llegar a él. El problema, es que el primer paso que hay que dar, y de forma ineludible, es negar la realidad en la que vivimos, que siempre es vista como “un valle de lágrimas” y como un estadio que por nuestro bien hay que superar. Pero para nuestra desgracia, esa búsqueda constante, guiada en todo momento por lo que han escrito algunos iluminados, a pesar de haber sido en cierta medida el motor de nuestra historia, a lo único a lo que nos ha conducido es a la infelicidad, pues ese esfuerzo constante, desgarrador, que con el tiempo consigue erosionarnos de forma irreversible, impide que disfrutemos con las pequeñas cosas que pueblan esa realidad tan denostada. Nuestro mundo siempre ha sido un mundo de creyentes, que ha tenido su aspecto positivo, el de mantener al ser humano en perpetuo movimiento, lo que ha posibilitado que sea en la actualidad lo que es, pero en contrapartida, lo ha mantenido siempre en jaque, sumido en la ansiedad y en todo momento a la espera de que se produzca el milagro definitivo.
De esa perpetua lucha por alcanzar la vida nueva habla esta novela, dibujando Pamuk a un adolescente que se ha encontrado con un libro que consigue hipnotizarlo por entero, transformando de forma radical su vida. La novela narra desde que ese joven tropieza con el libro, con esa luz que consigue iluminarlo, que lo empuja a una vida diferente, hasta que el protagonista comprende, poco antes de morir en un accidente de circulación, que la felicidad (la felicidad con minúscula que es la única que en realidad existe), se encuentra en el mundo que ha dejado atrás, en su trabajo cotidiano, junto a su mujer y su hijo. Parece que Pamuk desea dejar constancia de que la vida se encuentra a nuestro lado, y que no debemos desperdiciarla buscando una vida inexistente que sólo habita en nuestra imaginación, y que la nueva vida, no es ni tan siquiera nueva, pues siempre ha existido en la cabeza de los que no han sabido o podido hacer frente a su propia realidad.
Una novela interesante, que habla por sí sola del poderío literario del turco, que como todos los grandes escritores, a veces, prefieren para contar sus historias, o mejor dicho, para comunicar lo que desean decir, aventurarse por el camino más difícil, aunque ello le suponga, que esas obras tengan una menor cogida popular.
Jueves, 16 de octubre de 2.008
(elo.138)
LA VIDA NUEVA
Orhan Pamuk
Alfaguara, 1.994
Desde un principio quedé sorprendido con la novela, pues comprendí, ya en las primeras páginas, que se trataba de una obra diferente a las dos anteriores que había leído del autor turco. Uno siempre espera cierta linealidad en la producción artística, al menos en lo formal, sobre todo en aquellos autores sobre los que desea profundizar, entre otras razones porque así todo resulta más fácil. Las primeras noticias sobre la existencia de Pamuk, las tuve gracias a una magnífica entrevista que le realizó Rosa Montero días antes de que le concedieran el Nóbel de literatura, con motivo de la presentación en España de su libro autobiográfico “Estambul”. Me pareció, por las respuestas que daba, que podía ser un autor interesante y conseguí el libro a los pocos días, dejándome hasta cierto punto desconcertado, pues se trataba de un texto, bien escrito por supuesto, en donde el autor dejaba constancia de su nostálgica visión de la ciudad que tanto amaba y en la que siempre había vivido, siendo Estambul, sin discusión alguna, la auténtica protagonista de la obra, en lugar, como esperaba, de que todo en ella girara en torno al propio Pamuk. En fin, leí un libro teóricamente autobiográfico, en el que apenas, porque el autor intentó evitarlo en todo momento, pude hacerme una idea de su perspectiva vital, aunque sí, sobre el ámbito en donde creció y se hizo escritor. Pero como lo que realmente deseaba era conocer su mundo literario, que evidentemente no se encontraba en “Estambul”, me hice, en opinión de algunos, con su obra más lograda, “Me llamo rojo”, que aunque también bien escrita, no era más que un triller otomano, que se puede leer, pero que no aporta nada nuevo a eso que llaman la historia de la literatura. Así las cosas, quedé escarmentado con el turco, aparcándolo y dejándolo para otra ocasión, en donde esperaba, aunque sin muchas esperanzas, encontrar lo que en mi primera incursión en su obra no pude hallar.
“La vida nueva” ha llegado a mis manos por casualidad, y me ha resultado sobre todo desconcertante y difícil de leer, pues carece de las agarraderas que todo lector agradece, y porque el enfoque del tema me resulta innovador. Es una novela sin asideros, en donde, en contra de los que prefiguran los cánones novelísticos, todo aparece implícito, como difuminado, lo que no hace fácil su lectura.
El tema de la novela, es la necesidad que todos tenemos de abandonar la realidad que nos envuelve, sin intentar disfrutarla, para lanzarnos de forma lamentable e inconsciente, a la búsqueda de otra, que según afirman es más grata y plena, pero que aún, y ese es el problema, nadie ha podido disfrutar. Nuestras sociedades, siempre han estado eclipsadas por la influencia de los libros sagrados, esos que en todo momento nos han dicho lo que debemos hacer para entrar en ese otro mundo, que curiosamente siempre se encuentra un poco más allá, en donde con toda seguridad, al menos eso dicen, se encuentra anclada la felicidad. La Biblia, el Corán, El manifiesto comunista, han tenido la virtud, de dibujarnos un mundo idílico, aunque también el de mostrarnos los caminos que hay que seguir, si realmente se desea llegar a él. El problema, es que el primer paso que hay que dar, y de forma ineludible, es negar la realidad en la que vivimos, que siempre es vista como “un valle de lágrimas” y como un estadio que por nuestro bien hay que superar. Pero para nuestra desgracia, esa búsqueda constante, guiada en todo momento por lo que han escrito algunos iluminados, a pesar de haber sido en cierta medida el motor de nuestra historia, a lo único a lo que nos ha conducido es a la infelicidad, pues ese esfuerzo constante, desgarrador, que con el tiempo consigue erosionarnos de forma irreversible, impide que disfrutemos con las pequeñas cosas que pueblan esa realidad tan denostada. Nuestro mundo siempre ha sido un mundo de creyentes, que ha tenido su aspecto positivo, el de mantener al ser humano en perpetuo movimiento, lo que ha posibilitado que sea en la actualidad lo que es, pero en contrapartida, lo ha mantenido siempre en jaque, sumido en la ansiedad y en todo momento a la espera de que se produzca el milagro definitivo.
De esa perpetua lucha por alcanzar la vida nueva habla esta novela, dibujando Pamuk a un adolescente que se ha encontrado con un libro que consigue hipnotizarlo por entero, transformando de forma radical su vida. La novela narra desde que ese joven tropieza con el libro, con esa luz que consigue iluminarlo, que lo empuja a una vida diferente, hasta que el protagonista comprende, poco antes de morir en un accidente de circulación, que la felicidad (la felicidad con minúscula que es la única que en realidad existe), se encuentra en el mundo que ha dejado atrás, en su trabajo cotidiano, junto a su mujer y su hijo. Parece que Pamuk desea dejar constancia de que la vida se encuentra a nuestro lado, y que no debemos desperdiciarla buscando una vida inexistente que sólo habita en nuestra imaginación, y que la nueva vida, no es ni tan siquiera nueva, pues siempre ha existido en la cabeza de los que no han sabido o podido hacer frente a su propia realidad.
Una novela interesante, que habla por sí sola del poderío literario del turco, que como todos los grandes escritores, a veces, prefieren para contar sus historias, o mejor dicho, para comunicar lo que desean decir, aventurarse por el camino más difícil, aunque ello le suponga, que esas obras tengan una menor cogida popular.
Jueves, 16 de octubre de 2.008
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