
LECTURAS
(elo.137)
ELEGÍA
Philip Roth
Mondadori, 2.006
Desde hace tiempo, con toda seguridad, Roth es mi escritor favorito, pero a pesar de ello, debido posiblemente al regusto amargo que me dejaron sus últimas obras, no corrí en su momento a la librería más cercana a comprar “Elegía, su más reciente novela. Ahora, tiempo después, he podido con satisfacción enfrentarme a ella, comprendiendo, que a pesar de su edad y de su dilatada producción, el norteamericano sigue siendo, al menos desde mi punto de vista, uno de los mejores y más poderosos escritores vivos que pueblan en la actualidad la cada día más anémica república de las letras. Con referencia a la obra en sí, en primer lugar tengo que decir, que la novela puede leerse en una tarde, pues tiene la virtud de atrapar al lector desde el primer instante, haciendo que éste, difícilmente, si cuenta con el tiempo suficiente, pueda abandonar la lectura. Lo anterior, que no está al alcance de cualquiera, sobre todo cuando se trata de un tema como el presentado, habla por sí sólo, de la maestría a la que ha llegado Roth. En esta ocasión, como en anteriores novelas suyas, habla de la muerte y de la vejez, o mejor dicho, de la lucha contra la muerte y de la posibilidad, siempre difícil, de poder convivir con la vejez, apareciendo la vida vivida, los recuerdos, como algo que se encuentran ahí, y que no siempre resulta grato rememorar. La vida desde la vejez, parece decirnos el novelista, siempre tiene dos miradas, una que se dirige hacia lo inevitable, hacia lo que tiene que llegar, y otra, que intenta abarcar todo lo vivido, dos visiones nada reconfortantes. En demasiadas ocasiones, se habla de la vejez como si se tratara de un merecido periodo de descanso, en donde uno deja atrás la necesidad de enfrentarse a la realidad, con la intención de esperar de forma apacible, dedicándose a aquello que siempre ha deseado, el momento definitivo en que todo acabe. Pero no parece que esa sea la opinión de Roth, que ve la vejez, no ya como una batalla perdida de antemano, sino como una masacre de individuos incompletos, que en ningún caso pueden, acercarse o asomarse a la vida, sólo a la muerte y a los recuerdos. Se podría decir, que a esas edades esperar la muerte es lo lógico y también lo natural, pero cuando se comprende que la muerte lo único que significa es el fin, que lo único que se está realizando en la vejez es dar los últimos pasos, casi siempre bajo la amenaza paralizante de los achaques, y cuando se tiene consciencia de que la vida vivida no ha sido todo lo satisfactoria que se hubiera deseado, entonces, hay que reconocer que no es ese estado idílico que a veces se dibuja, ese lugar en donde teóricamente se recogen todas las recompensas y todos los frutos que en su día se sembraron. Y no lo es, entre otras cuestiones, porque la vida no es lineal, ya que en ningún caso es ese camino recto al que a un paso le sigue otro, no, la vida no es sencillamente sembrar y recoger, poner ladrillos sobre ladrillos, sino más bien, enfrentarse a una multitud de posibilidades con las que casi nunca se acierta. Por ello, mirar desde el último recodo hacia atrás, no puede resultar en ningún caso gratificante, pues desde esa perspectiva, se tienen que observar todos los muertos que uno ha dejado en la cuneta, todos los incendios que ha provocado, y sobre todo, la imagen real que se ha dejado abandonada en la memoria de los demás.
La novela de Roth comienza nada más y nada menos, con la escena del entierro del protagonista, en donde todos los que estuvieron más o menos cercanos a él, le realizan un pequeño homenaje, para a partir de ahí, en tercera persona, pasar a narrar a grandes rasgos su vida, agarrándose al hilo conductor de sus enfermedades y sus problemas con la salud, hasta que un día, sólo, como realmente hay que morir, no despierta de la última operación a la que es sometido
“Elegía” es una novela desgarradora, en donde alguien realmente preocupado por la muerte y la vejez, como sin duda lo es Roth, reflexiona y llega a una sombría conclusión, que es un periodo vital al que nunca se debería llegar.
Martes, 7 de octubre de 2.008
(elo.137)
ELEGÍA
Philip Roth
Mondadori, 2.006
Desde hace tiempo, con toda seguridad, Roth es mi escritor favorito, pero a pesar de ello, debido posiblemente al regusto amargo que me dejaron sus últimas obras, no corrí en su momento a la librería más cercana a comprar “Elegía, su más reciente novela. Ahora, tiempo después, he podido con satisfacción enfrentarme a ella, comprendiendo, que a pesar de su edad y de su dilatada producción, el norteamericano sigue siendo, al menos desde mi punto de vista, uno de los mejores y más poderosos escritores vivos que pueblan en la actualidad la cada día más anémica república de las letras. Con referencia a la obra en sí, en primer lugar tengo que decir, que la novela puede leerse en una tarde, pues tiene la virtud de atrapar al lector desde el primer instante, haciendo que éste, difícilmente, si cuenta con el tiempo suficiente, pueda abandonar la lectura. Lo anterior, que no está al alcance de cualquiera, sobre todo cuando se trata de un tema como el presentado, habla por sí sólo, de la maestría a la que ha llegado Roth. En esta ocasión, como en anteriores novelas suyas, habla de la muerte y de la vejez, o mejor dicho, de la lucha contra la muerte y de la posibilidad, siempre difícil, de poder convivir con la vejez, apareciendo la vida vivida, los recuerdos, como algo que se encuentran ahí, y que no siempre resulta grato rememorar. La vida desde la vejez, parece decirnos el novelista, siempre tiene dos miradas, una que se dirige hacia lo inevitable, hacia lo que tiene que llegar, y otra, que intenta abarcar todo lo vivido, dos visiones nada reconfortantes. En demasiadas ocasiones, se habla de la vejez como si se tratara de un merecido periodo de descanso, en donde uno deja atrás la necesidad de enfrentarse a la realidad, con la intención de esperar de forma apacible, dedicándose a aquello que siempre ha deseado, el momento definitivo en que todo acabe. Pero no parece que esa sea la opinión de Roth, que ve la vejez, no ya como una batalla perdida de antemano, sino como una masacre de individuos incompletos, que en ningún caso pueden, acercarse o asomarse a la vida, sólo a la muerte y a los recuerdos. Se podría decir, que a esas edades esperar la muerte es lo lógico y también lo natural, pero cuando se comprende que la muerte lo único que significa es el fin, que lo único que se está realizando en la vejez es dar los últimos pasos, casi siempre bajo la amenaza paralizante de los achaques, y cuando se tiene consciencia de que la vida vivida no ha sido todo lo satisfactoria que se hubiera deseado, entonces, hay que reconocer que no es ese estado idílico que a veces se dibuja, ese lugar en donde teóricamente se recogen todas las recompensas y todos los frutos que en su día se sembraron. Y no lo es, entre otras cuestiones, porque la vida no es lineal, ya que en ningún caso es ese camino recto al que a un paso le sigue otro, no, la vida no es sencillamente sembrar y recoger, poner ladrillos sobre ladrillos, sino más bien, enfrentarse a una multitud de posibilidades con las que casi nunca se acierta. Por ello, mirar desde el último recodo hacia atrás, no puede resultar en ningún caso gratificante, pues desde esa perspectiva, se tienen que observar todos los muertos que uno ha dejado en la cuneta, todos los incendios que ha provocado, y sobre todo, la imagen real que se ha dejado abandonada en la memoria de los demás.
La novela de Roth comienza nada más y nada menos, con la escena del entierro del protagonista, en donde todos los que estuvieron más o menos cercanos a él, le realizan un pequeño homenaje, para a partir de ahí, en tercera persona, pasar a narrar a grandes rasgos su vida, agarrándose al hilo conductor de sus enfermedades y sus problemas con la salud, hasta que un día, sólo, como realmente hay que morir, no despierta de la última operación a la que es sometido
“Elegía” es una novela desgarradora, en donde alguien realmente preocupado por la muerte y la vejez, como sin duda lo es Roth, reflexiona y llega a una sombría conclusión, que es un periodo vital al que nunca se debería llegar.
Martes, 7 de octubre de 2.008
No hay comentarios:
Publicar un comentario