
ACERCAMIENTOS
(elo.133)
Sobre la nueva izquierda
Hablar de la izquierda o intentar reconstruir la izquierda como si nos encontráramos en los años sesenta o setenta, como muchos aún, desde cierta modernidad siguen haciendo, es ante todo un despropósito. Escribir en tribunas de cierto prestigio, que Izquierda Unida carece ya de recorrido y que es fundamental, para el bien de todos, recuperar y fortalecer al Partido Comunista, como si éste no hubiera tenido nada que ver en la actual situación de la coalición, es no haber entendido nada de la deriva que padece la izquierda española desde hace demasiados años. Estoy un poco cansado, o un mucho, de escribir y de hablar de lo mismo, de la necesidad de recuperar el pensamiento de izquierdas, pero también de escuchar mamarrachadas, sobre las que para colmo se desea reedificar esa nueva izquierda.
Lo último que he leído sobre el tema, es una propuesta de relanzamiento, que se basaría en la creación de un nuevo Frente Popular, sí como el del treinta y seis, en donde los diferentes partidos y organizaciones que aún se califiquen de izquierdas, trabajen contra el capitalismo realmente existente bajo la sombra de un mismo programa. Bien, pero esto se dice después de afirmar que Izquierda Unida ha muerto, que a estas alturas carece ya de sentido y que su fórmula ha caducado. Tengo que reconocer que a veces no comprendo nada, pues parece, que la memoria de algunos, hace agua sobre determinadas cuestiones pero se mantiene inalterable en otras. Izquierda Unida nació, y lo sé porque participé modesta pero activamente en su creación, precisamente como eso, como una coalición de partidos y organizaciones políticas, que bajo un mismo paraguas programático, presentara una propuesta netamente de izquierdas a la sociedad española, en donde incluso, se reconocía la figura de los denominados independientes, personas que sin estar afiliadas a ninguna organización o partido, desearan desde su independencia, trabajar en la medida de sus posibilidades en la organización. Posiblemente sea verdad que Izquierda Unida, veinte años después de su constitución se encuentre agotada y con poca vida por delante, pero creo que tal hecho se debe, no a que la idea sobre la que se articuló fuera errónea, no, sino a la utilización que muchos de sus componentes han hecho de la misma, y muy especialmente, a la instrumentalización que el grupo mayoritario, el Partido Comunista, ha llevado a cabo de forma sistemática, mirando en todo momento sólo por sus intereses. Los dirigentes del Partido Comunista, pues su fiel militancia siempre ha sido otra cosa, han visto a Izquierda Unida como una máscara detrás de la que poder esconderse, gracias a la cual poder salir airosos de la indudable crisis, en todos los sentidos, que atravesaba y sigue atravesando, intentando paralelamente con todos los recursos de los que disponía, de controlar de forma directa e incluso indirecta la organización. Sí, posiblemente, y esto cualquiera que haya vivido la dinámica interna de la misma lo podría afirmar, el Partido Comunista ha sido el gran culpable del fracaso tanto institucional como social de Izquierda Unida, ya que nunca, en el fondo, ha creído en su proyecto, esperando desde un principio que amainara el temporal que lo hipotecaba, para salir de nuevo, en solitario a la arena pública.
Pero a pesar de estas guerras internas por el control de la izquierda, en las que algunos ya se han profesionalizado e incluso doctorado, hay que reconocer, como bien se sabe, que no corren buenos tiempos para ella. No corren buenos tiempos, pero sin embargo nadie duda de su necesidad, de la importancia para el conjunto de la sociedad de que exista una izquierda cohesionada y bien articulada. La izquierda, y creo que éste es su grave problema, después de sus últimos y estrepitosos fracasos, se ha quedado desnuda, sin programas ni ideas que poner sobre la mesa, sin capacidad para ilusionar de nuevo a la sociedad, y sin argumentos para poder convencerse ni tan siquiera a sí misma. Sólo en el mejor de los casos, le quedan varios conceptos, como el de igualdad y el de democracia, que en todo caso se tendrían de nuevo que definir, que sin ningún género de dudas le siguen aún perteneciendo. Sí, pero desde tan reducido equipaje, si realmente se desea que siga existiendo, tendrá la izquierda que reconstruirse, y no como algunos desean, desde los antiguos discursos que a nadie en estos momentos difusos interesan. Seguir hablando de la clase trabajadora, de partidos fuertes y compactos que abanderen la causa común de los más desprotegidos, del sistema capitalista que hay que derribar sin analizar con anterioridad los soportes sobre los que se apoya, es seguir añorando una izquierda que fue y que no volverá, y no hacer nada por intentar refundarla. Como decía antes, es necesario buscar lo que aún no se ha volatilizado ni corrompido, para después de quitarle el polvo, comenzar a preparar, a partir de lo que quede, los discursos y las estrategias que sean necesario, pero no basándonos en los que nos gustaría que fueran las cosas, que siempre ha sido lo habitual, sino en la realidad misma, esa que nunca nos ha gustado ni interesado. Lo anterior significa que hay que ser modestos, y comprender en primer lugar, que la izquierda real siempre tendrá que ser minoritaria, pues sus postulados, nos gusten o no, son ante todo antinaturales, muy difíciles de aceptar, y mucho más de llevar a la práctica. Hablar de igualdad en un momento como el presente, en donde cada cual se siente singular, en donde tener más que el vecino de arriba es la única tarea que nos pone en movimiento, no resulta nada fácil. Tampoco lo es hablar de democracia, sobre todo cuando este concepto, o idea, por la que tanto se ha luchado, gracias sobre todo a los políticos profesionales que con nuestro voto nos representan, se ha convertido en la gran entelequia de nuestro tiempo. No obstante, la nueva izquierda, la izquierda del futuro, si algún día llega a materializarse, tendrá que sustentarse sobre estas dos ideas fuertes, que son las únicas, que con paciencia y trabajo, podrán poner a la izquierda en movimiento, y no sobre las que de vez en cuando, uno se ve obligado con cierta vergüenza a escuchar.
Viernes, 12 de septiembre de 2.008
(elo.133)
Sobre la nueva izquierda
Hablar de la izquierda o intentar reconstruir la izquierda como si nos encontráramos en los años sesenta o setenta, como muchos aún, desde cierta modernidad siguen haciendo, es ante todo un despropósito. Escribir en tribunas de cierto prestigio, que Izquierda Unida carece ya de recorrido y que es fundamental, para el bien de todos, recuperar y fortalecer al Partido Comunista, como si éste no hubiera tenido nada que ver en la actual situación de la coalición, es no haber entendido nada de la deriva que padece la izquierda española desde hace demasiados años. Estoy un poco cansado, o un mucho, de escribir y de hablar de lo mismo, de la necesidad de recuperar el pensamiento de izquierdas, pero también de escuchar mamarrachadas, sobre las que para colmo se desea reedificar esa nueva izquierda.
Lo último que he leído sobre el tema, es una propuesta de relanzamiento, que se basaría en la creación de un nuevo Frente Popular, sí como el del treinta y seis, en donde los diferentes partidos y organizaciones que aún se califiquen de izquierdas, trabajen contra el capitalismo realmente existente bajo la sombra de un mismo programa. Bien, pero esto se dice después de afirmar que Izquierda Unida ha muerto, que a estas alturas carece ya de sentido y que su fórmula ha caducado. Tengo que reconocer que a veces no comprendo nada, pues parece, que la memoria de algunos, hace agua sobre determinadas cuestiones pero se mantiene inalterable en otras. Izquierda Unida nació, y lo sé porque participé modesta pero activamente en su creación, precisamente como eso, como una coalición de partidos y organizaciones políticas, que bajo un mismo paraguas programático, presentara una propuesta netamente de izquierdas a la sociedad española, en donde incluso, se reconocía la figura de los denominados independientes, personas que sin estar afiliadas a ninguna organización o partido, desearan desde su independencia, trabajar en la medida de sus posibilidades en la organización. Posiblemente sea verdad que Izquierda Unida, veinte años después de su constitución se encuentre agotada y con poca vida por delante, pero creo que tal hecho se debe, no a que la idea sobre la que se articuló fuera errónea, no, sino a la utilización que muchos de sus componentes han hecho de la misma, y muy especialmente, a la instrumentalización que el grupo mayoritario, el Partido Comunista, ha llevado a cabo de forma sistemática, mirando en todo momento sólo por sus intereses. Los dirigentes del Partido Comunista, pues su fiel militancia siempre ha sido otra cosa, han visto a Izquierda Unida como una máscara detrás de la que poder esconderse, gracias a la cual poder salir airosos de la indudable crisis, en todos los sentidos, que atravesaba y sigue atravesando, intentando paralelamente con todos los recursos de los que disponía, de controlar de forma directa e incluso indirecta la organización. Sí, posiblemente, y esto cualquiera que haya vivido la dinámica interna de la misma lo podría afirmar, el Partido Comunista ha sido el gran culpable del fracaso tanto institucional como social de Izquierda Unida, ya que nunca, en el fondo, ha creído en su proyecto, esperando desde un principio que amainara el temporal que lo hipotecaba, para salir de nuevo, en solitario a la arena pública.
Pero a pesar de estas guerras internas por el control de la izquierda, en las que algunos ya se han profesionalizado e incluso doctorado, hay que reconocer, como bien se sabe, que no corren buenos tiempos para ella. No corren buenos tiempos, pero sin embargo nadie duda de su necesidad, de la importancia para el conjunto de la sociedad de que exista una izquierda cohesionada y bien articulada. La izquierda, y creo que éste es su grave problema, después de sus últimos y estrepitosos fracasos, se ha quedado desnuda, sin programas ni ideas que poner sobre la mesa, sin capacidad para ilusionar de nuevo a la sociedad, y sin argumentos para poder convencerse ni tan siquiera a sí misma. Sólo en el mejor de los casos, le quedan varios conceptos, como el de igualdad y el de democracia, que en todo caso se tendrían de nuevo que definir, que sin ningún género de dudas le siguen aún perteneciendo. Sí, pero desde tan reducido equipaje, si realmente se desea que siga existiendo, tendrá la izquierda que reconstruirse, y no como algunos desean, desde los antiguos discursos que a nadie en estos momentos difusos interesan. Seguir hablando de la clase trabajadora, de partidos fuertes y compactos que abanderen la causa común de los más desprotegidos, del sistema capitalista que hay que derribar sin analizar con anterioridad los soportes sobre los que se apoya, es seguir añorando una izquierda que fue y que no volverá, y no hacer nada por intentar refundarla. Como decía antes, es necesario buscar lo que aún no se ha volatilizado ni corrompido, para después de quitarle el polvo, comenzar a preparar, a partir de lo que quede, los discursos y las estrategias que sean necesario, pero no basándonos en los que nos gustaría que fueran las cosas, que siempre ha sido lo habitual, sino en la realidad misma, esa que nunca nos ha gustado ni interesado. Lo anterior significa que hay que ser modestos, y comprender en primer lugar, que la izquierda real siempre tendrá que ser minoritaria, pues sus postulados, nos gusten o no, son ante todo antinaturales, muy difíciles de aceptar, y mucho más de llevar a la práctica. Hablar de igualdad en un momento como el presente, en donde cada cual se siente singular, en donde tener más que el vecino de arriba es la única tarea que nos pone en movimiento, no resulta nada fácil. Tampoco lo es hablar de democracia, sobre todo cuando este concepto, o idea, por la que tanto se ha luchado, gracias sobre todo a los políticos profesionales que con nuestro voto nos representan, se ha convertido en la gran entelequia de nuestro tiempo. No obstante, la nueva izquierda, la izquierda del futuro, si algún día llega a materializarse, tendrá que sustentarse sobre estas dos ideas fuertes, que son las únicas, que con paciencia y trabajo, podrán poner a la izquierda en movimiento, y no sobre las que de vez en cuando, uno se ve obligado con cierta vergüenza a escuchar.
Viernes, 12 de septiembre de 2.008
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