
LECTURAS
(elo.129)
EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS
John Boyne
Salamandra, 2.006
La primera vez que escuché hablar de “El niño con el pijama de rayas” fue en un programa radiofónico, en donde Almudena Grandes y Juan Cruz, en un espacio en donde semanalmente comentaban un libro, no dejaron de elogiar ni por un momento la novela de Boyne. A las pocas semanas me sorprendió que la novela ya se hubiera encaramado en el primer puesto de todas las listas de libros más vendidos, lugar que aún, después del tiempo transcurrido no ha abandonado. A pesar de ser un éxito editorial indudable, en ningún momento he tenido la tentación de acercarme al texto en cuestión, un poco por prejuicio, pues reconozco que tengo ciertas reticencias hacia los superventas, y un mucho porque estoy bastante saturado de la temática que aborda la obra. No obstante, una vez que por casualidad el texto ha caído en mis manos, no he dudado en leerlo, pues siempre resulta interesante saber por dónde soplan los vientos, o lo que es lo mismo, por intentar comprender, en la medida de lo posible, los motivos que han convertido al libro del que hablo en un fenómeno editorial difícilmente repetible. Estas navidades, me llamó la atención, en la librería de unos Grandes Almacenes, que una mujer de edad avanzada, pasara por caja tres ejemplares de la novela, posiblemente, es una apreciación mía por supuesto, para regalárselos a cada uno de sus nietos, pues nunca había visto que alguien comprara el mismo regalo a tres personas diferentes, lo que me llevó a pensar, que “El niño con el pijama de rayas” tenía que ser un texto bastante simple, que más que una obra literaria tendría que ser un objeto de consumo. Pero no, hoy, cuando acabo de terminar de leer la novela, me he dado cuenta que una vez más estaba equivocado, pues la obra, a pesar de poder ser un regalo agradable, que lo es, tiene cualidades literarias innegables, y lo que resulta más interesante, que posee un objetivo concreto, algo que en la literatura que se publica en la actualidad no suele ser habitual. La novela de Boyne, ante todo, y esto creo que es fundamental decirlo cuanto antes, es un relato que trata de transmitir un contenido moral, fundamentalmente a los adolescentes, pues con toda seguridad, a éstos, es a quien va dirigida la obra. Trataré de ir por partes. Lo primero que llama la atención de la novela, es que es de una simplicidad extrema, lo que no es nada fácil, hecho que hace comprender al lector, que es una obra para jóvenes, singularidad en donde puede asentarse su excelente acogida. Pese a lo anterior, estoy convencido, que la gran mayoría de sus lectores han sido adultos, y más aún, que la mayor parte de los mismos no son lectores habituales, que han encontrado en la ingenuidad y en la simplicidad de la obra, el activo más importante de la misma, lo que gracias al boca a boca, que es única forma gracias a la cual se propaga de forma sostenible una obra literaria, ha logrado que en pocas estanterías, por muy desérticas que tradicionalmente estén, no se encuentre aún el librito de rayas.
Es una novela fácil de leer que se puede acabar en pocas horas, que contrasta con las últimas novelas de éxito, que casi todas se definían por su volumen oceánico, hecho que debería hacer reflexionar tanto a editores como a escritores. Un lector esporádico no puede permitirse el lujo de enfrentarse a un novelón de setecientas u ochocientas páginas, por la sencilla razón, de que con el ritmo de lectura que mantiene, nunca superior a una o dos horas diarias, la terminación de la obra en cuestión se dilataría durante meses. Es preferible, por tanto, vender muchos libros a un precio razonable, como es el caso del de Boyne (estoy convencido de que otra de de las razones de su éxito se encuentra en los trece euros que cuesta cada ejemplar), que vender unos pocos con un precio excesivo, de esos que en la mayoría de las ocasiones se abandonan sin terminar. Aparte de hacer rentables sus empresas, lo que sólo se puede conseguir vendiendo más y más libros, el objetivo de toda editorial que se precie, sobre todo en estos tiempos difíciles para la letra impresa, no puede ser otro que el de crear nuevos lectores, hazaña que se consigue, sacando al mercado obras accesibles e inteligentes, ya que ambos calificativos en ningún caso son contradictorios. Bien, “El niño con el pijama de rayas” es sobre todo eso, una obra accesible e inteligente, que aborda desde una perspectiva diferente el tan manoseado tema del Holocausto, pues en esta ocasión el lector se encuentra, para su sorpresa, con la visión de un niño, que desde fuera, pues es el hijo del responsable de un campo de concentración, trata de comprender lo que ocurre a su alrededor. Pero no sólo se queda en ello, lo que en un principio podría ser suficiente, sino que deja sobre la mesa, o mejor dicho sobre la consciencia de cada lector un mensaje contundente, aquel que afirma, que no se le debe hacer el mal a nadie, aunque sea por motivaciones ideológicas, si no se desea padecer ese mismo mal. Creo no obstante, que por encima de todo lo anterior, la gran virtud de la novela, es que aborda un hecho que todo el mundo parece conocer, sin haber profundizado realmente sobre él, lo que puede abrirle las puertas, no se puede olvidar que en principio está realizada para adolescentes que sólo poseen ideas vagas y estereotipadas sobre el tema, a que intenten, con posterioridad, ahondar para comprender las causas de lo que sucedió, lo que hay que reconocer que no es poco.
Por ello, pese a la idea que en principio tenía sobre la novela, no tengo más remedio que admitir, que se trata de una obra completamente recomendable para todos los públicos, un buen regalo para nuestros hijos, pero también, para todo aquel que disfruta o espera disfrutar de la literatura.
Miércoles, 13 de Agosto de 2.008
(elo.129)
EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS
John Boyne
Salamandra, 2.006
La primera vez que escuché hablar de “El niño con el pijama de rayas” fue en un programa radiofónico, en donde Almudena Grandes y Juan Cruz, en un espacio en donde semanalmente comentaban un libro, no dejaron de elogiar ni por un momento la novela de Boyne. A las pocas semanas me sorprendió que la novela ya se hubiera encaramado en el primer puesto de todas las listas de libros más vendidos, lugar que aún, después del tiempo transcurrido no ha abandonado. A pesar de ser un éxito editorial indudable, en ningún momento he tenido la tentación de acercarme al texto en cuestión, un poco por prejuicio, pues reconozco que tengo ciertas reticencias hacia los superventas, y un mucho porque estoy bastante saturado de la temática que aborda la obra. No obstante, una vez que por casualidad el texto ha caído en mis manos, no he dudado en leerlo, pues siempre resulta interesante saber por dónde soplan los vientos, o lo que es lo mismo, por intentar comprender, en la medida de lo posible, los motivos que han convertido al libro del que hablo en un fenómeno editorial difícilmente repetible. Estas navidades, me llamó la atención, en la librería de unos Grandes Almacenes, que una mujer de edad avanzada, pasara por caja tres ejemplares de la novela, posiblemente, es una apreciación mía por supuesto, para regalárselos a cada uno de sus nietos, pues nunca había visto que alguien comprara el mismo regalo a tres personas diferentes, lo que me llevó a pensar, que “El niño con el pijama de rayas” tenía que ser un texto bastante simple, que más que una obra literaria tendría que ser un objeto de consumo. Pero no, hoy, cuando acabo de terminar de leer la novela, me he dado cuenta que una vez más estaba equivocado, pues la obra, a pesar de poder ser un regalo agradable, que lo es, tiene cualidades literarias innegables, y lo que resulta más interesante, que posee un objetivo concreto, algo que en la literatura que se publica en la actualidad no suele ser habitual. La novela de Boyne, ante todo, y esto creo que es fundamental decirlo cuanto antes, es un relato que trata de transmitir un contenido moral, fundamentalmente a los adolescentes, pues con toda seguridad, a éstos, es a quien va dirigida la obra. Trataré de ir por partes. Lo primero que llama la atención de la novela, es que es de una simplicidad extrema, lo que no es nada fácil, hecho que hace comprender al lector, que es una obra para jóvenes, singularidad en donde puede asentarse su excelente acogida. Pese a lo anterior, estoy convencido, que la gran mayoría de sus lectores han sido adultos, y más aún, que la mayor parte de los mismos no son lectores habituales, que han encontrado en la ingenuidad y en la simplicidad de la obra, el activo más importante de la misma, lo que gracias al boca a boca, que es única forma gracias a la cual se propaga de forma sostenible una obra literaria, ha logrado que en pocas estanterías, por muy desérticas que tradicionalmente estén, no se encuentre aún el librito de rayas.
Es una novela fácil de leer que se puede acabar en pocas horas, que contrasta con las últimas novelas de éxito, que casi todas se definían por su volumen oceánico, hecho que debería hacer reflexionar tanto a editores como a escritores. Un lector esporádico no puede permitirse el lujo de enfrentarse a un novelón de setecientas u ochocientas páginas, por la sencilla razón, de que con el ritmo de lectura que mantiene, nunca superior a una o dos horas diarias, la terminación de la obra en cuestión se dilataría durante meses. Es preferible, por tanto, vender muchos libros a un precio razonable, como es el caso del de Boyne (estoy convencido de que otra de de las razones de su éxito se encuentra en los trece euros que cuesta cada ejemplar), que vender unos pocos con un precio excesivo, de esos que en la mayoría de las ocasiones se abandonan sin terminar. Aparte de hacer rentables sus empresas, lo que sólo se puede conseguir vendiendo más y más libros, el objetivo de toda editorial que se precie, sobre todo en estos tiempos difíciles para la letra impresa, no puede ser otro que el de crear nuevos lectores, hazaña que se consigue, sacando al mercado obras accesibles e inteligentes, ya que ambos calificativos en ningún caso son contradictorios. Bien, “El niño con el pijama de rayas” es sobre todo eso, una obra accesible e inteligente, que aborda desde una perspectiva diferente el tan manoseado tema del Holocausto, pues en esta ocasión el lector se encuentra, para su sorpresa, con la visión de un niño, que desde fuera, pues es el hijo del responsable de un campo de concentración, trata de comprender lo que ocurre a su alrededor. Pero no sólo se queda en ello, lo que en un principio podría ser suficiente, sino que deja sobre la mesa, o mejor dicho sobre la consciencia de cada lector un mensaje contundente, aquel que afirma, que no se le debe hacer el mal a nadie, aunque sea por motivaciones ideológicas, si no se desea padecer ese mismo mal. Creo no obstante, que por encima de todo lo anterior, la gran virtud de la novela, es que aborda un hecho que todo el mundo parece conocer, sin haber profundizado realmente sobre él, lo que puede abrirle las puertas, no se puede olvidar que en principio está realizada para adolescentes que sólo poseen ideas vagas y estereotipadas sobre el tema, a que intenten, con posterioridad, ahondar para comprender las causas de lo que sucedió, lo que hay que reconocer que no es poco.
Por ello, pese a la idea que en principio tenía sobre la novela, no tengo más remedio que admitir, que se trata de una obra completamente recomendable para todos los públicos, un buen regalo para nuestros hijos, pero también, para todo aquel que disfruta o espera disfrutar de la literatura.
Miércoles, 13 de Agosto de 2.008
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