viernes, 12 de septiembre de 2008

Crematorio


LECTURAS
(elo.130)

CREMATORIO
Rafael Chirbes
Anagrama, 2.007

Hay veces, después de tanto insistir, que uno se topa con algo interesante, que pica un pez que logra sorprender por su tamaño, y eso, evidentemente no es por casualidad. Mantener la caña extendida significa, que hay que conformarse en la mayoría de las ocasiones con piezas que es mejor devolver al mar o tirar directamente a la basura, pero también, aunque sólo en raras ocasiones, alcanzar la alegría de lo inesperado. Ese es el gran premio que todo lector espera, que después de tener que soportar tanta banalidad, tanta aridez y vulgaridad revestida de bisutería barata que a algunos incluso llega a deslumbrar, sentir, comprobar que de pronto salta la liebre, precisamente en el momento, en que por aburrimiento uno se planteaba tirar los aparejos y dedicarse a cualquier otro tema. Esto es lo que me acaba de ocurrir, pues después de tanto hablar del bajo nivel de la literatura que se realiza en la actualidad, de con resignación aceptar que lo que hay es lo que hay, y de intentar, en la mayoría de las ocasiones, justificar lo injustificable, me he topado con una obra de altura, de esas cuyo nivel de exigencia en todo momento hay que aplaudir, independientemente al resultado final de la misma, que en esta ocasión, para colmo, es muy aceptable.
Hasta ahora no había leído nada de Chirbes, siendo uno de esos autores que estaban ahí, imaginaba que de segunda categoría, de los que se conforman con contar una historia de esas que no dejan nada en el alma del lector, como la mayoría de las que se editan en nuestros días. Estaba equivocado. Si el resto de la obra del valenciano se halla a la altura de esta novela que acabo de terminar, tengo que reconocer, que me he encontrado con uno de los autores españoles más interesantes, a la altura, sin ningún género de dudas, de aquéllos a los que más admiro. Se trata de una novela generacional, en donde una serie de personajes, todos ellos estrechamente relacionados en su juventud, en largos monólogos, hablan de su existencia, de su pasado y de su presente, a raíz de la muerte de uno de ellos. Creo que la gran virtud de esta obra, radica en que Chirbes demuestra que la linealidad en literatura, en la mayoría de las ocasiones resulta o puede resultar castrante, y que existen otros caminos, infinitamente más literarios, desde los que poder elaborar historias que no sólo se limiten a mostrar la vertiente más accesible (para la trama y para determinados lectores) de los personajes. No, Chirbes sabe, y lo demuestra en su forma de hacer literatura que nada es blanco o negro, que nadie es bueno o malo, y que cada cual es por lo que ha sido, pero sobre todo, que nadie es lo que ha querido ser, sino sólo lo que ha podido. La vida es demasiado difícil como para poder ser manejada con la maestría que determinados autores imponen a sus personajes, alejándolos de esa forma de la propia realidad, de la propia vida, lo que por extensión convierte a la literatura entendida de esta forma, en algo inservible para todo aquello que vaya más allá del mero entretenimiento. La grandeza de los personajes de Chirbes, al menos en esta novela, radica en que son reales, al poseer ese cúmulo de contradicciones que les aporta vitalidad y los hacen cercanos al lector, que se ve reflejado en casi todos ellos.
La vida, y este hecho no es fácil de aceptar, se desarrolla más por los cauces de los que hablaba Darwin que por los que postulaba Marx, ya que la existencia es una lucha constante, en donde sólo el más fuerte consigue alcanzar los objetivos siempre anhelados, mientras que los restantes, o aceptan de forma impotente dicha realidad, o vivirán su existencia desde el fracaso, como les ocurre a todos los personajes centrales de la novela, excepto en el caso de Rubén Bertomeu, que se alza sobre la realidad, dejando a un lado, para salir hacia delante, todos los prejuicios ideológicos que le ataban las manos. Resulta curioso que el único personaje que se salva en la novela, a pesar de ser políticamente incorrecto sea Rubén, que es un especulador inmobiliario, un individuo cercano a las mafias y uno de los que con su esfuerzo había conseguido cambiar la fisonomía, para mal, del litoral levantino, pero al parecer Chirbes, opta y apuesta más por la operatividad que por la ineptitud, más por los que siguen hacia delante que por aquellos que, se pasan la vida mirándose al ombligo. Por todo lo anterior, también es una novela sobre el fracaso de una generación que creyó poder tocar el cielo con sus manos, y que se estrelló contra la realidad, conduciendo a la mayoría de sus miembros, a un exquisito ensimismamiento que dejaba claro el fracaso de sus existencias. Se poseían ideales y se creía, que todo consistía en poner la vida al servicio de los mismos, sin tener en cuenta, que esos ideales en casi ningún momento contactaban con la realidad, que en nada se parecían a ella. Por ello, posiblemente el protagonista absoluto de la obra, Rubén Bertomeu, es el único, a pesar de sus controvertidas prácticas profesionales, que sale ileso de la misma, al tener claro, como dice en algún momento, que las ideas que impidan observar, o que oculten la realidad, no son ideas, son mentiras.
Para terminar, tengo que decir que hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una novela, lo que me va a obligar a rastrear la obra anterior del autor, hecho que con toda seguridad, para qué negarlo, me resultará un placer. Es agradable comprobar, que aún siguen existiendo autores, que a pesar de los pesares, apuestan por hacer posible una literatura diferente, de calidad, y que no tengan miedo de las crueles y dictatoriales prácticas de los mercados.

Sábado, 23 de Agosto de 2.008

1 comentario:

Andrés Pérez Domínguez dijo...

Yo coincido contigo: no había leído nada de Chirbes hasta ahora y ha sido un descubrimiento. Me parece que es un escritor de altura