
LECTURAS
(elo.134)
CUANDO FUIMOS HUÉRFANOS
Kazuo Ishiguro
Anagrama, 2.000
Comenté en algún lugar hace unas semanas que el destino existe, pero en ningún caso como una arbitraria imposición de los dioses tal como algunos aún quieren entenderlo, sino como el efecto o la consecuencia de la estructura mental que cada cual posee, que está constituida, no sólo por la acumulación de incontrolados factores genéticos, pues en ella también tiene una importancia radical las obsesiones y las insatisfacciones, los deseos y las aspiraciones que cada uno atesora. Sí, el destino existe, siendo la meta que cada cual, lo quiera o no, sabe que tiene que alcanzar, de suerte que, si ésta no se consigue, si el esfuerzo por alcanzarla no se lleva a cabo, uno puede llegar a sentir, que el verdadero sentido de su existencia ha quedado en suspenso. El destino, por tanto, son una serie de objetivos que cada uno tiene que conseguir, siendo tan vitalmente importantes los mismos, que si de forma consciente o inconsciente se dejan a un lado, la trayectoria que cada uno desarrolla queda sin justificar. Cumplir esa tarea que todos sabemos que tenemos la obligación de llevar a cabo, por tanto, es lo único que puede justificar nuestra existencia, a pesar de que uno se embarque en otras cuestiones teóricamente más importantes, pues todos sabemos en nuestro fuero interno, qué es lo verdaderamente esencial y qué lo accesorio. Enfrascarse en intentar afrontar dicha tarea, en contra de lo que en principio pudiera parecer, no siempre es el camino más fácil, pues en muchas ocasiones, el mero hecho de intentar materializarla, puede poner en peligro la estabilidad y la felicidad del que aspira a hacer realidad su cometido. De esto trata la novela de Ishiguro, de la necesidad de hacer los que hay que hacer, aunque ello suponga dejar de disfrutar los placeres de una vida plena.
“Cuando fuimos huérfanos” es ante todo una buena novela, una novela escrita por alguien, que conoce los fundamentos sobre los que debe edificarse la novela de calidad, y que desde los cuales, realiza una novela de entretenimiento, una especie de novela negra, en la que destaca la maestría del autor, para sin caer en una estructura narrativa plana, como sería de rigor, conseguir captar la atención del lector desde el primer momento. Es una novela, con la que podrán disfrutar todos los que hasta ella se acerquen, aunque creo, que Ishiguro, como la mayoría de los componentes de su generación, posiblemente al ser consciente de su poderío narrativo, caen en una trampa difícil de sortear, la de crear obras interesantes, que suelen conseguir un éxito apreciable, pero que se encuentran muy por debajo de su capacidad literaria. Es sorprendente la solvencia de Ishiguro, como la de Amis o Barnes, pero también resulta sorprendente, que un autor como él, se embarque en una novela como la presente, en una obra de trama, en donde los diferentes personajes, incluso el protagonista, quedan eclipsados, o mejor dicho difuminados por una historia que les supera. “Cuando fuimos huérfanos” es una novela popular de calidad, escrita por alguien que puede aspirar a mucho más, pues el tema de la obra, hubiera podido dar más de sí en el caso de que la historia que lo ampara hubiera sido otra, pero sobre todo, si la ambición del autor hubiera sido diferente.
Pero no quiero parecer contradictorio. Dije que se trata de una buena novela porque creo que su nivel es muy aceptable, teniendo páginas memorables, como cuando el protagonista, siendo aún un niño, se enfrenta a la desaparición de su padre mientras su pensamiento se centra en la traición que acababa de infringirle a su mejor amigo, pero sobre todo, porque la astucia del autor, consigue que la novela, pese a sus dimensiones, exija la dedicación plena del lector, al que obliga a leer y a leer sin descanso. Pero a pesar de lo anterior, que es mucho, hay que decir en contra de la novela, aparte de que es poco ambiciosa, pues sin dudas hubiera dado más de sí en el caso de que el autor se hubiera empeñado en ello, que el acartonamiento del personaje principal de la misma, del que el lector apenas llega a conocer nada cuando acaba la novela, salvo sus rasgos más relevantes, deja mucho que desear, pues en el fondo, y creo que esto si puede resultar grave, vista desde fuera, tiene grandes similitudes con esas mediocres películas norteamericanas, que se rodaron en la España de la posguerra, cuya acción se desarrollaba en Pekín, en donde las tropas de las diferentes potencias coloniales tenían que proteger a su población, al tiempo que hacer frente al imparable avance de las tropas invasoras japonesas. Y digo desde fuera, pues mientras que uno lee y lee, sumergido en una especie de hechizo, no se da cuenta de la falsedad de la historia, del acartonamiento de la misma, hecho que sin duda es causado por el poco cuidado que el autor presta a sus personajes, que carecen de algo fundamental, de vida, de vida propia, hecho que les aporta poca credibilidad a la obra. Pese a lo anterior, sigo pensando que es una buena novela, una buena novela para pasar un buen rato, pero que carece de la calidad necesaria para ser una novela de nivel superior, lo que no quiere decir que no sea recomendable, aunque sólo sea para aquellos que disfrutan con una literatura amena sin más pretenciones, pero siempre y cuando no sean demasiado exigentes.
Viernes, 19 de septiembre de 2.008
(elo.134)
CUANDO FUIMOS HUÉRFANOS
Kazuo Ishiguro
Anagrama, 2.000
Comenté en algún lugar hace unas semanas que el destino existe, pero en ningún caso como una arbitraria imposición de los dioses tal como algunos aún quieren entenderlo, sino como el efecto o la consecuencia de la estructura mental que cada cual posee, que está constituida, no sólo por la acumulación de incontrolados factores genéticos, pues en ella también tiene una importancia radical las obsesiones y las insatisfacciones, los deseos y las aspiraciones que cada uno atesora. Sí, el destino existe, siendo la meta que cada cual, lo quiera o no, sabe que tiene que alcanzar, de suerte que, si ésta no se consigue, si el esfuerzo por alcanzarla no se lleva a cabo, uno puede llegar a sentir, que el verdadero sentido de su existencia ha quedado en suspenso. El destino, por tanto, son una serie de objetivos que cada uno tiene que conseguir, siendo tan vitalmente importantes los mismos, que si de forma consciente o inconsciente se dejan a un lado, la trayectoria que cada uno desarrolla queda sin justificar. Cumplir esa tarea que todos sabemos que tenemos la obligación de llevar a cabo, por tanto, es lo único que puede justificar nuestra existencia, a pesar de que uno se embarque en otras cuestiones teóricamente más importantes, pues todos sabemos en nuestro fuero interno, qué es lo verdaderamente esencial y qué lo accesorio. Enfrascarse en intentar afrontar dicha tarea, en contra de lo que en principio pudiera parecer, no siempre es el camino más fácil, pues en muchas ocasiones, el mero hecho de intentar materializarla, puede poner en peligro la estabilidad y la felicidad del que aspira a hacer realidad su cometido. De esto trata la novela de Ishiguro, de la necesidad de hacer los que hay que hacer, aunque ello suponga dejar de disfrutar los placeres de una vida plena.
“Cuando fuimos huérfanos” es ante todo una buena novela, una novela escrita por alguien, que conoce los fundamentos sobre los que debe edificarse la novela de calidad, y que desde los cuales, realiza una novela de entretenimiento, una especie de novela negra, en la que destaca la maestría del autor, para sin caer en una estructura narrativa plana, como sería de rigor, conseguir captar la atención del lector desde el primer momento. Es una novela, con la que podrán disfrutar todos los que hasta ella se acerquen, aunque creo, que Ishiguro, como la mayoría de los componentes de su generación, posiblemente al ser consciente de su poderío narrativo, caen en una trampa difícil de sortear, la de crear obras interesantes, que suelen conseguir un éxito apreciable, pero que se encuentran muy por debajo de su capacidad literaria. Es sorprendente la solvencia de Ishiguro, como la de Amis o Barnes, pero también resulta sorprendente, que un autor como él, se embarque en una novela como la presente, en una obra de trama, en donde los diferentes personajes, incluso el protagonista, quedan eclipsados, o mejor dicho difuminados por una historia que les supera. “Cuando fuimos huérfanos” es una novela popular de calidad, escrita por alguien que puede aspirar a mucho más, pues el tema de la obra, hubiera podido dar más de sí en el caso de que la historia que lo ampara hubiera sido otra, pero sobre todo, si la ambición del autor hubiera sido diferente.
Pero no quiero parecer contradictorio. Dije que se trata de una buena novela porque creo que su nivel es muy aceptable, teniendo páginas memorables, como cuando el protagonista, siendo aún un niño, se enfrenta a la desaparición de su padre mientras su pensamiento se centra en la traición que acababa de infringirle a su mejor amigo, pero sobre todo, porque la astucia del autor, consigue que la novela, pese a sus dimensiones, exija la dedicación plena del lector, al que obliga a leer y a leer sin descanso. Pero a pesar de lo anterior, que es mucho, hay que decir en contra de la novela, aparte de que es poco ambiciosa, pues sin dudas hubiera dado más de sí en el caso de que el autor se hubiera empeñado en ello, que el acartonamiento del personaje principal de la misma, del que el lector apenas llega a conocer nada cuando acaba la novela, salvo sus rasgos más relevantes, deja mucho que desear, pues en el fondo, y creo que esto si puede resultar grave, vista desde fuera, tiene grandes similitudes con esas mediocres películas norteamericanas, que se rodaron en la España de la posguerra, cuya acción se desarrollaba en Pekín, en donde las tropas de las diferentes potencias coloniales tenían que proteger a su población, al tiempo que hacer frente al imparable avance de las tropas invasoras japonesas. Y digo desde fuera, pues mientras que uno lee y lee, sumergido en una especie de hechizo, no se da cuenta de la falsedad de la historia, del acartonamiento de la misma, hecho que sin duda es causado por el poco cuidado que el autor presta a sus personajes, que carecen de algo fundamental, de vida, de vida propia, hecho que les aporta poca credibilidad a la obra. Pese a lo anterior, sigo pensando que es una buena novela, una buena novela para pasar un buen rato, pero que carece de la calidad necesaria para ser una novela de nivel superior, lo que no quiere decir que no sea recomendable, aunque sólo sea para aquellos que disfrutan con una literatura amena sin más pretenciones, pero siempre y cuando no sean demasiado exigentes.
Viernes, 19 de septiembre de 2.008