ACERCAMIENTOS
(elo.117)
Sobre Izquierda Unida
El otro día, me sorprendió un artículo de Gaspar llamazares, en donde trataba de analizar los nefastos resultados obtenidos por la formación que representa en las pasadas elecciones generales. Me sorprendió negativamente, pues esperaba del político asturiano, un análisis serio y no una justificación autocomplaciente, de unos datos que han situado a Izquierda Unida al bode mismo del colapso. Decir, por ejemplo, que todo se debe a la ley electoral, aunque ésta haya perjudicado gravemente a la antigua coalición (ya ni tan siquiera es eso), es no decir toda la verdad, lo que puede entorpecer la necesidad que tiene Izquierda Unida, y por extensión toda la izquierda española, de afrontar los numerosos problemas que la están descapitalizando hasta dejarla a un paso de la indigencia. Ahora, no creo que sea el momento oportuno para entrar, una vez más, en la lucha política con la intención de ocupar o mantener los puestos de mando de la organización, como el artículo da a entender, sino de abrir un profundo debate sobre la razón de ser de la izquierda española, y de las estrategias que ésta debe seguir de cara al futuro. Afirmar que todos los problemas que ésta padece son exógenos, consecuencias de una ley electoral defectuosa o debido al bipartidismo existente, es volver la vista hacia otro lado, por temor posiblemente, a que la realidad provoque aún más estragos en ella. El problema de Izquierda Unida, guste o no, se debe ante todo, a la crisis que padece la izquierda, y en ella, deben centrarse todos los esfuerzos, pues de lo contrario, seguirán imperando las lamentaciones y los enfoques defectuosos.
Indudablemente no corren buenos tiempos para la izquierda, y ello se debe, sobre todo, a que las sociedades occidentales, han sido colonizadas intelectualmente por los planteamientos y postulados de lo que se podría denominar la nueva derecha. Sí, nuestras sociedades se han derechizado, observando a la izquierda como una antigualla, como algo antinatural que va en contra de la naturaleza humana, pues lo lógico, al parecer, es el actual statu quo, en donde “el sálvese quien pueda”, junto a “la ley del más fuerte”, son los únicos paradigmas que necesariamente hay que venerar. Resulta asombroso observar, cómo incluso los más necesitados, aquellos que jamás podrán entrar en las dinámicas imperantes, acatan de forma acrítica un sistema que tiene la capacidad de condenarlos, pues la apatía y el conformismo lo anega todo.
El problema de izquierda Unida, y de toda la izquierda real, y no sólo en España, se debe a dos causas, una coyuntural, que corresponde a la mala gestión política que se ha llevado a cabo, y otra estructural, que descansa en la descalificación casi generalizada que se manifiesta socialmente hacia la izquierda, causas ambas, que intimamente se entrelazan entre sí, haciendo inviable tanto su presente como su futuro.
La gestión de la izquierda, por parte de políticos e intelectuales, podría calificarse de “manifiestamente mejorable”, ya que ambos colectivos son responsables, en buena medida, de gran parte de las vicisitudes que ésta padece. Los segundos, porque no han sabido o no han querido renovar el discurso, que con el tiempo ha quedado desfasado, lo que podría deberse, o bien a que los intelectuales de la izquierda, que hasta no hace mucho eran el gran orgullo de la misma, han abandonado la militancia activa, dedicando sus esfuerzos a otras cuestiones, o al hecho, también convincente, de que no existe entre ellos, nadie con el poderío suficiente, capaz de abrir nuevos senderos que posibiliten que la izquierda evolucione al mismo ritmo que las sociedades en donde se insertan. Se tiene la percepción, que la izquierda se ha quedado anclada en el pasado, que tanto su base axiomática como sus mecanismo de análisis y de praxis carecen de sentido en la actualidad, lo que sin duda se debe, a las escasas modificaciones que dicho pensamiento ha sufrido en los últimos tiempos. La política ha perdido parte de su atractivo, apareciendo en estos momentos como una actividad marginal, que debe entregarse, al menos eso es lo que dice el discurso hegemónico, a los políticos profesionales, que en el fondo son, los que en realidad entienden de la materia. Este hecho, aunque parezca mentira, también ha ocurrido dentro del universo de la izquierda, lo que ha provocado la sustitución del debate constante y regenerador, por las consignas castrantes de los que mandan, alejando por tanto, a todas las voces críticas y que aportaban una cierta disidencia del mundo de la izquierda, lo que a su vez ha hecho posible, que su discurso se estratifique, evitando su evolución. Por tanto, se podría decir, que la profesionalización de la política ha conseguido alejar de dichas organizaciones, a todos aquellos que hubieran podido regenerar sus discursos, lo que ha provocado con el tiempo el anacronismo de los mismos.
Paralelamente a lo anterior, es decir, a la escasa credibilidad social que la izquierda ofrece, se observa un alejamiento de la ciudadanía de los postulados que siempre ella ha reivindicado, pues la derechización que padecen nuestras sociedades, induce a que se piense, que todo lo que huela a izquierda es artificial y consecuentemente antinatural. Ahora, en estos extraños tiempos en que nos ha tocado vivir, al parecer lo importante es lo natural, y no solamente en lo referente a la alimentación y a los hábitos de vida, que también, sino en todo lo referente a lo que antes se denominaban relaciones sociales. Se quiere hacer ver, que la vida en sociedad es lo más natural del mundo, que el hombre por esencia es social, cuando en realidad es todo lo contrario, ya que el ser humano, en su intento por escapar de esa naturalidad, que por definición siempre ha sido cruel, no ha tenido más remedio, que articular entramados artificiales para poder canalizar y salvaguardar su existencia. La izquierda, se diga lo que se diga, históricamente no ha sido más que una propuesta que siempre ha aspirado a racionalizar la existencia colectiva, con el objetivo de que en ella se prime en primer lugar la justicia y después la libertad.
El futuro de la izquierda real, pasa necesariamente por dos supuestos, por la desprofesionalización de la política, que abriría de par en par sus hasta ahora opacas organizaciones, lo que daría pie a que se articularan debates reales dentro de la misma, lo que sin duda regeneraría y actualizaría sus discursos situándolos a la altura de los tiempos, y a la politización de nuestras sociedades, a lo que sólo se podría llegar gracias a dichos debates.
En resumen, creer que la crisis que vive la izquierda sólo es consecuencia del denominado tsunami bipartidista o de la perniciosa ley electoral, no es más, que un intento de atender sólo a lo accesorio en lugar de profundizar hasta encontrar la raíz del problema, que casi siempre, como en esta ocasión, es más grave de lo que en principio se podía pensar.
Sábado, 05 de abril de 2008
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