LECTURAS
(elo.116)
LA NOVELA, EN EL SIGLO XXI, GOZA DE BUENA SALUD
Manuel Rico
Babelia, 2.008
No soy tan optimista como Manuel Rico, y dudo que en el siglo que hace unos años logramos inaugurar la novela goce de buena salud, pues creo que se encuentra como siempre, un poco pachucha, delicada, a veces con frío y otras con calor, pero dispuesta a resistir los malos tiempos que en todo momento ha tenido que soportar. La novela, la buena novela, siempre ha estado en crisis, sobre todo, porque su lugar se encuentra en esa extraña e inhóspita esquina en donde soplan todos los vientos, y claro, cuando no se encuentra acatarrada, se haya postrada con cuarenta de fiebre. Pero una cosa es que no se encuentre en su mejor momento, y otra muy distinta que esté a punto de morir, aunque después de leer alguna que otra novela, uno pueda llegar a pensar, que tal hecho está a punto de suceder.
La polémica sobre el futuro de la novela es un tema recurrente, y a su vez sempiterno, que en muchas ocasiones consigue derramar más tinta de la debida, que tiene su justificación en un hecho evidente, la escasa calidad de gran parte de las obras que se editan en la actualidad. El lector de fondo, ese que con paciencia lee todo lo que le va llegando, a pesar de tener el estómago acostumbrado a las malas digestiones, llega un momento en que acaba pensando, precisamente eso que siempre acaba por negar, que la novela ha entrado en una vía muerta, en donde haga lo que haga, no le espera futuro alguno. Digo que siempre acaba negando tal sensación, pues de vez en cuando, de forma milagrosa, aparece una novela que le hace comprender, que pese a todo hay que seguir buscando, pues la novela de calidad, y no hablo de la novela digna, ni de la artesanal, es algo que sólo de vez en cuando milagrosamente aparece.
Hace unas semanas, un artículo de Vicente Verdú aparecido en Babelia originó una importante polémica, pues en él llegaba a decir, que el formato de la novela dominante en la actualidad había caducado, que a las alturas históricas en que nos encontramos, carecían de sentido las novelas basadas en historias, en argumentos, pues éstas, deberían trasladarse a otros soportes culturales más actuales, como el cine o la televisión. Evidentemente, la mayor parte de las novelas que se editan y que se leen en la actualidad, de ahí la crisis que padece la literatura, parece que a lo único que sólo aspiran, es a contar una historia con la que intentar entretener a los hipotéticos lectores que se acerquen a ella, lo que convierte a la novela de nuestros días en un objeto más de consumo. Este tipo de novela, la que en su momento denominó Mendoza de sofá, evidentemente carece de interés cultural, aunque es la única que consigue un porcentaje aceptable de ventas, siendo por ello la que atiborra todas nuestras librerías, ocultando, eclipsando a aquellas que intentan llegar un poco más lejos. Manuel Rico, con razón, afirma en su contraartículo, que ese tipo de novela banal siempre ha existido, pero que junto a ella, existe otra forma de entender la novela, la novela literaria o de calidad, que es la que aspira a algo más que a entretener.
Creo que el grave problema de la novela actal, la que acapara todos los premios y que se publicita, es precisamente ese, que se sustenta en historias más o menos rocambolescas con la única intención de ofrecer al lector productos que consigan satisfacerle. El hecho de que se lea siempre resulta interesante, y hay que reconocer, que este tipo de novelas, está consiguiendo que los índices de lectura aumenten de forma considerable pero también hay que subrayar que la literatura es otra cosa. Contar historias por contar historias, por muy interesantes que éstas lleguen a ser, es una actividad que llega a atiborrar, ya que en buena medida, todos estamos cansados que nos cuenten historias, basta para ello, si se tiene tal necesidad, con encender la televisión o acercarse a cualquier cine. No, la literatura, la buena literatura no se acaba en el hecho de narrar bien una determinada historia, sino en utilizar dicha historia para algo más, siendo por tanto esa historia una mera justificación para llegar a otros territorios, sean éstos los que sean. No existe nada más desalentador, que terminar de leer una novela y comprobar que sólo nos aporta eso, una historia sin más, una nueva historia que en casi todos los casos olvidamos casi de inmediato.
Sigo pensando, y por eso me sigue interesando la literatura, que la buena novela ante todo es un instrumento de conocimiento, gracias al cual, consigo conocer mejor al ser humano y la realidad que envuelve a éste, un objeto cultural, que en último extremo me ayuda a conocerme mejor, de suerte que, el día que comprenda que ya no cumple esta función, sin ningún problema me dedicaré a perder el tiempo en otras actividades.
Viernes, 28 de marzo de 2.008
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