LECTURAS
(elo. 115)
SUITE FRANCESA
Irène Némirovsky
Salamandra, 1.940
Después de la tempestad llega la calma, al menos eso dicen, y en el fondo es lo que esperamos, pues la vida, y eso creo que lo sabemos todos, resulta imposible bajo la revuelta constante. En esta novela, la autora, más allá de la escenificación que desarrolla, parece que sólo quiere decir eso, que la vida no puede esperar, y que florece, porque tiene que florecer, incluso donde menos se espera. En demasiadas ocasiones “el bosque no deja ver a los árboles”, por eso, en toda lectura hay que tener sumo cuidado en no confundir lo importante con lo esencial, pues en muchas ocasiones, lo imprescindible, aquello que el autor desea transmitir, se escabulle, se escapa a través de la pirotecnia de la obra. Decir que “Suite francesa” es una novela histórica, o una novela sobre la guerra, a pesar de poder ser verdad, aunque lo primero habría que discutirlo, creo que lo único que consigue, es alejar al lector del objetivo de la misma, pues aunque la conquista de Francia por las tropas alemanas lo empantana todo, la esencia de la novela, posiblemente no tenga nada que ver con la guerra. El escenario hubiera podido ser otro, una catástrofe natural, un duelo familiar, en fin, cualquier seísmo exterior que tuviera la teórica virtud de aniquilar la individualidad, para demostrar que ésta, con la voluntad que siempre la caracteriza, casi siempre emerge de los escombros. Todo ello ocurre, porque lo fácil, a lo que estamos acostumbrados, es a quedarnos siempre entre las apariencias, con todo aquello que salta a la vista, pues en ningún momento nos han enseñado a sumergirnos en lo que se encuentra oculto detrás de lo que vemos.
Paralelamente a lo anterior, que es sumamente preocupante, surge otro problema, que es la perspectiva ideológica con la que uno se asoma a lo que lee, lo que si no se tiene cuidado con ello, puede ayudar aún más a recortar nuestra visión. Resulta lógico que cada cual tenga su propia forma de entender la vida, de analizarla, de comprenderla, pero eso en ningún caso puede significar, que todo lo canalicemos a través de ella, pues tal aberración significaría, que gran parte de la realidad, de la vida, quedaría fuera de nuestros parámetros cognitivos, lo que a su vez provocaría una reducción de nuestro mundo. Siempre hay que comprender, siempre, que la forma que tenemos de entender la existencia no es la única existente, que existen otras, muchas, que hacen posible la pluralidad en la que vivimos. Rechazar la actitud que mantiene tal o cual persona, o determinado personaje de ficción, precisamente porque no se adapta a nuestros cánones de conducta, a lo que creemos que debería ser lo correcto, aparte de impedirnos acercarnos a otros mundos que pueden aportarnos enormes riquezas, nos imposibilita para afrontar la existencia con ese mínimo de tolerancia necesario para saborearla en todo su esplendor. Toda conducta es justificable, y si esto no se ha comprendido a estas alturas, difícilmente se puede aspirar a sostener una visión de conjunto aceptable, y en esto la literatura tiene mucho que decir, pues en ella, la vida a través de la palabra se cosifica, para aportarnos precisamente eso, un inagotable abanico de posibilidades, que en muchas ocasiones obviamos en nuestro quehacer cotidiano.
Todo lo anterior viene, porque la novela de Nemirovsky puede estimular tales efectos, a saber, provocar que toda la atención del lector se centre en la parafernalia de la escenificación, es decir en las consecuencias de la guerra, y en observar a los personajes desde posiciones preconcebidas que pueden llevar a descalificarlos. La obra cuenta con dos partes, “tempestad en Junio” y “calma”, en la primera de las cuales, se narra el éxodo masivo que se produce entre los habitantes de París cuando los alemanes estaban a punto de ocupar la ciudad, y en la segunda, una vez pasado los primeros momentos de la invasión, la convivencia que se lleva a cabo entre los lugareños y las tropas alemanas en una pequeña población del interior del país. En la primera parte, se narra una especie de sálvese quien pueda, mientras que en la segunda, después de pasada la tempestad, todo el mundo, en la medida de lo posible, trata de rehacer su vida, aunque ello suponga enamorarse de un soldado alemán. Posiblemente lo más curioso de la obra, sea la estructura de la misma, pues utilizando la metodología de Dos Pasos, la autora, intenta crear un colage, con el que intenta hilvanar diferentes visiones de lo que acaece, lo que logra en parte. Digo en parte, porque las diversas historias que se desarrollan, padecen casi todas de un mismo problema, el acartonamiento de los personajes, pues casi todos se atrincheran en sus posiciones, que no son otras que las de la clase social a la que pertenecen, lo que consigue esquematizarlos en exceso. No obstante la novela se deja leer, pues su elegante prosa, invita a la lectura, aunque en ningún momento consigue pellizcar el corazón del lector. “Suite francesa” es un canto a la vida, a una vida que en todo momento se alza frente a lo preconcebido, aunque las historias que en ella se narran, resulten demasiado previsibles.
Miércoles, 26 de marzo de 2.008
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