LECTURAS
(elo.313)
REY, DAMA, VALET
Vladimir Navokov
Anagrama, 1928
Después
de leer “Mashenka”, la primera novela de Nabokov, tengo que reconocer que no
esperaba, bajo ningún concepto, que su
segunda novela, publicada sólo dos años después, fuera tan diferente, lo que en
principio me desconcertó, costándome trabajo avanzar en la lectura, pues la
prosa diáfana que recordaba, en esta se tornaba áspera, trabajosa, en donde las
frases resultaban demasiado largas, por no hablar ya de la temática, una
temática a la que no encontraba sentido. Estaba claro que el joven Nabokov no
estaba interesado en abundar en lo alegórico, y que en esta ocasión había
apostado por poner sobre la mesa un tema bastante manoseado, con demasiadas
resonancias a Madame Bovary y a Ana Karenina, el de una mujer burguesa
insatisfecha, con objeto de poder jugar con sus personajes, o lo que es lo
mismo, desarrolla un tema muy utilizado, que en sí no consigue llamar la
atención, para centrarse en los movimientos de los protagonistas. Hay que
reconocer que para un autor joven esta
apuesta no podía resultar fácil, al hacer falta un dominio técnico
inusual para un novelista que comenzaba, lo que dejaba claro por un lado la
ambición del autor, y por otro, la pericia que sorprendentemente ya poseía,
pues como se sabe, una cosa es querer y otra muy distinta poder.
Como
decía, en un principio me costaba trabajo avanzar, al observar que lo que leía
resultaba demasiado forzado, forzado porque se masticaba una voluntad de estilo
excesivamente trabajado, pero poco a poco y sin darme cuenta fui quedando
engatusado, y eso que la historia seguía sin interesarme lo más mínimo, al
tropezar con una serie de situaciones, todas bien resueltas, que me llamaron la
atención. Estoy acostumbrado, mal
acostumbrado, a una literatura que presta más atención hacia dónde señala que a
la forma que desarrolla, a una literatura que pasa volando hacia los objetivos
concretos que se impone, casi siempre exógenos a la propia obra que de esta
forma se convierte sólo en un medio para conseguir algo, que a las tramas que
como fin último, sin aspirar a nada más, ni a nada menos, aspiran a presentar
un texto en el que todo comience y que termine en el propio texto. No cabe duda
que se tratan de prejuicios, pues durante un tiempo la pureza literaria, en la
poesía, en la narrativa, la he rechazado por su aburguesamiento, por su falta de
compromiso, de suerte que siempre o casi siempre tenía más interés cualquier
creación reivindicativa, aunque objetivamente resultara mediocre, que aquellas
otras bien construidas que sólo aspiraran a contar bien una determinada
historia.
No
se trata a estas alturas de cambiar los parámetros que de la novela siempre me
han interesado, pues que una novela diga algo, el hecho de que tenga un valor
añadido que vaya más allá de la propia historia que se cuente, creo que es, que
tiene que ser irrenunciable, lo que ocurre es que a veces con la intención de
alcanzar ese objetivo se olvida lo fundamental, cuidar lo que se escribe,
comprender que ante todo la literatura es una actividad artística en la que no
todo vale.
No
creo “que la vida con cierta frecuencia imite a los novelistas franceses”, pero
sí estoy convencido que en esta ocasión, el malévolo Navokov, ha utilizado ese
tipo de novelas que tanta influencia han tenido en la adolescencia de todo
lector, para desarrollar lo que trataba de
demostrar, que la literatura en el fondo no es más que un juego, un
mover de aquí para allá, pero siempre de forma estudiada, a los diferentes
personajes, como si se tratara de una partida de ajedrez o de naipes, en donde
el protagonismo absoluto lo tiene el propio autor, ese autor que se esconde
dominándolo todo detrás de las
bambalinas.
“Rey,
Dama, Valet”, es por tanto una novela de estrategia, en donde la Dama,
consciente de su poder y siempre deseosa de ocupar el lugar que cree que le
corresponde, valiéndose de su protegido, que carece en todo momento de voluntad
propia, quiere hacerse con el poder destronando al Rey, que sin enterarse de
nada, pero siempre dedicándose a lo que tenía que hacer, sale indemne, aunque
quien se beneficia del juego, gracias a la ambición de quien se creía ganadora,
es el Valet, el joven que en la obra ejerce de amante de la protagonista y que
a la muerte de ésta, salta de júbilo y ríe a carcajadas por haber encontrado y
recuperado su libertad. En la novela todos saben su papel, el papel limitado
que le corresponde en el juego, porque así se lo hace saber el autor, que es el
que de forma omnímoda ejecuta todos los movimientos.
A
pesar de ser una novela poco conocida, yo al menos no había oído hablar de
ella, “Rey, Dama, Valet”, muestra la capacidad del autor no ya para superar con
nota las diferentes situaciones que va creando, sino, lo que es más importante,
para desarrollar escenas, como la del primer encuentro amoroso que mantienen
los protagonistas, magistralmente narrado, que consigue grabarse en la mente
del lector. Digo los protagonistas, pero soy consciente que el auténtico
protagonista de la novela es el propio Nabokov, que mantiene en todo momento
controlado a los personajes, dejando claro, además de sus cualidades para el
oficio a una edad tan temprana, el tipo de literatura por la que desea apostar.
Viernes, 26 de
diciembre de 2014
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