lunes, 13 de abril de 2015

El dilema de España

LECTURAS
(elo.314)

EL DILEMA DE ESPAÑA
Luis Garicano
Península, 2014

                        A pesar de los escasos “brotes verdes” que de nuevo, según el gobierno y las instituciones económicas internacionales están comenzando a germinar, en los jardines de algunos más que en las macetas de la mayoría, resulta evidente que este país se encuentra en coma, y que a pesar del delicado momento que padece, no se están tomando las medidas, muchas de ellas radicales, que podrían tener la virtud de ponerlo de nuevo en movimiento. Creo que nadie duda, por muy traumáticas que puedan resultar esas medidas, de la necesidad de las mismas, y que es el miedo, el miedo de unos y de otros, el que impide, ahora que es el momento, que se lleven a cabo. La crisis ha sido, y sigue siendo devastadora, deteniendo y haciendo retroceder al país, dejando en los márgenes a importantes sectores sociales, a la mayoría de los jóvenes que desean incorporarse al mercado laboral para iniciar una vida aceptable y a un sin fin de trabajadores experimentados que difícilmente, por su edad, y por su formación, podrán volver a encontrar un nuevo puesto de trabajo. Pero la crisis también ha dejado al descubierto las costuras, las débiles costuras de nuestro entramado productivo, sustentado más  en la especulación que en la productividad, y que a las primeras de cambio, en el momento en que los vientos dejaron de ser favorables, se desmoronó de forma aparatosa dejando un panorama desolador. Para colmo, y al mismo tiempo, ha conseguido arrojar contra las cuerdas, y muy tocada, a la clase política, que estrechamente emparentada a ese tejido productivo, ésta es una singularidad patria, ha perdido la mayor parte de  su credibilidad ante la ciudadanía. Esa misma clase política que ahora con dificultad apenas se atreve, por vergüenza, a levantar la cabeza, además de depositar  su credibilidad y su prestigio a “los pies de los caballos”, ha dejado a las instituciones que durante tanto tiempo habían mantenido colonizadas completamente deterioradas, incapaces de cumplir con sus funciones, lo que ha conseguido que el sistema del que tanto nos enorgullecíamos hasta hace poco, al desconocer su articulación interna, se encuentre en una situación de quiebra técnica.
                        Ante el desolador paisaje ante el que nos encontramos, arrasado por los vientos de una crisis descomunal, con una clases política en la que nadie con “dos dedos de luces” confía y con unas instituciones en quiebra, difícilmente este país podrá levantar el vuelo, por lo que es fundamental llevar a cabo acciones quirúrgicas de calado que tengan la virtud de cerrar las puertas a un periodo de nuestra historia, el conocido por el de la Transición, para por obligación, abrir otro que parta de supuestos diferentes.
                        Desde hace tiempo vienen apareciendo textos, estudios, que suponen un acercamiento a este tema, muchos de ellos provenientes de lo que se podría denominar la inteligencia cosmopolita o globalizada, como éste del economista Luis Garicano, en el que sintetizando viene a decir, que a pesar de lo que parece, todos los actores significativos coinciden en el diagnóstico y también en lo que hay que hacer, pero que el temor, el temor a perder los privilegios, obliga a esos mismos actores a “tirar los balones fuera” con la esperanza de que un día, más temprano que tarde, llegue a escampar.
                        Sí, es posible que un día escampe, pero seguro que estaremos tan empapados que difícilmente tendremos fuerzas más que para escapar de los efectos de la neumonía que nos habrá provocado el estar tantos días a la intemperie bajo la lluvia. Para Garicano hace falta un nuevo contrato social que consiga cambiarlo todo de arriba abajo, que aspire, cuanto menos, a posicionar este país en la estela de las  sociedades que mejor funcionan, que son la de los países del norte de Europa, para lo que es fundamental potenciar dos pilares básicos, una educación de calidad que se adapte a los tiempos que realmente vivimos, y la imprescindible reestructuración del aparato estatal, con la intención de que el Estado sirva a la ciudadanía y no a la clase política y a todos los que de forma espúrea la sostienen.
                        No cabe duda, con independencia de la opción ideológica que se posea, que este país necesita profundas transformaciones, al menos para que vuelva a ser mínimamente sostenible, para que abandone la Unidad de Cuidados Intensivos en la que desde hace tiempo se encuentra instalado con objeto de que encuentre el lugar que le corresponde, ya que no puede seguir siendo un país subsidiado sin aspiraciones de futuro. Para ello, y en esto tiene razón Garicano, es fundamental modificar las bases del actual sistema educativo con la intención, con la loable intención de que sirva para preparar futuros ciudadanos capacitados para afrontar la movediza y compleja realidad en la que vivimos, todo lo contrario de los objetivos del actual. No menos razón tiene con respecto al Estado, un Estado mastodóntico e intervencionista que apenas deja espacio para lo que se viene denominando la sociedad civil, una sociedad civil, que en el caso de que exista, algunos dudamos de ello, desde tiempo inmemorial se ha conformado, por comodidad, por apatía, a vivir bajo su sombra. Para colmo ese Estado que “disfrutamos” está colonizado por la clase política, de suerte que sus órganos de control o directamente no funcional, o no están al servicio de la ciudadanía, al mirar sólo por los oscuros intereses de aquellos que lo controlan, lo que logra neutralizar toda iniciativa ciudadana que se atreva a salir de su área de influencia.
                        Como apunté antes, las recetas de Garicano, al menos las básicas, son válidas para todas las opciones políticas que en realidad aspiren a mejorar la salud de nuestra sociedad, que aspiren a hacer de España un país rico y solidario (hay que señalar, o que recordar, que sin riqueza la solidaridad se convierte sólo en reparto de la miseria), y que la única opción que en estos momentos aparece ante nosotros, es la de apostar entre modernidad o populismo (o peronismo, como diría el autor).

Sábado, 31 de enero de 2014


No hay comentarios: