LECTURAS
(elo.306)
BISTEC
Jack London
Cátedra, 1903
No
soy un lector habitual de relatos, entre otras razones porque estoy convencido
de que me han echado de ese género literario, y que me han echado los mismos
autores de relatos en su empeño por esquematizar sus creaciones, en alejarlas
de la vida, al basarse en esa extraña creencia, tan extendida por otra parte,
de que el relato debe estar más cerca de la poesía que de la novela, o lo que
es lo mismo, que debe rehuir en lo posible de lo meramente narrativo. Al
parecer la consigna consiste en narrar lo mínimo para volcar todo el esfuerzo
sobre el estilo, en las frases redondas, en el quiebro inesperado… El relato de
esta forma se convierte en un género literario vacío, que trata de buscar su
justificación en la forma, apoyándose, sólo a regañadientes, en alguna anécdota
más o menos atractiva o resultona. Por ello, la mayoría de los relatos que
últimamente leo me resultan insustanciales, motivo por el cual trato a toda
costa de evitarlos, a pesar de estar convencido que en los tiempos que corren
es el género literario, junto a la novela corta, que más potencial de futuro posee.
Es
posible que por lo anterior me haya llamado tanto la atención la recopilación
de relatos de Jack London que acabo de leer, autor al que nunca había
frecuentado, pues en ellos he encontrado todo lo contrario, historias potentes
y bien contadas en poco menos de veinte páginas, algo con lo que hacía tiempo no
disfrutaba. Lo que más me llama la atención es que recuerdo todos y cada uno de
los relatos que he leído, algo inusual, pues cada uno de ellos, aparte de la
mayor o menos calidad de los mismos, pues de todo hay, aportan una historia
llena de vida, en donde la cruel relación del hombre con la naturaleza, con la
realidad, queda grabada a fuego en el lector, lo que contrasta con la banalidad
de las narraciones que componen la mayoría de los libros de relatos que desde
hace tiempo vienen llegando a mis manos.
El
relato que más me ha gustado ha sido “Bistec”, que habla de las relaciones
existentes entre la juventud y la vejez, escenificado por un viejo boxeador,
que al final de su vida profesional, se ve en la obligación de tener que pelear
con un exultante joven, en lugar de por la fama, para poder pagar el alquiler
que adeudaba y para llevar algo de comida a su casa.
La
vejez, el encuentro con la vejez, es uno de los grandes y eternos temas
literarios, sobre todo cuando esa vejez se manifiesta ente la insolencia de la
juventud, por lo que siempre es interesante observar cómo los diferentes
autores desarrollan la cuestión. Para Jack London, “la juventud siempre es
joven y lo único que envejece es la vejez”. La vejez aporta experiencia, saber
estar, pero poco puede hacer contra la fuerza y la vitalidad de la juventud.
Ante tal planteamiento, lógico desde la
perspectiva naturalista del estadounidense, plantea una trama en donde un
boxeador acabado choca contra la realidad, contra otro boxeador, deseoso de
fama y dinero, que tenía veinte años menos que él, y que en un disputado
combate, en donde la experiencia nada puede contra la vitalidad, acaba con las
últimas esperanzas del protagonista.
El
relato, escrito creo que magistralmente, consta de tres partes claramente
diferenciadas, la primera de ellas, es posible que la más explícita y por ello
la de menor valor literario, cuenta las penurias y el recorrido que realiza el
protagonista al escenario del combate, en donde queda de manifiesto que es un
hombre acabado y arruinado que conscientemente se encamina hacia la derrota,
hacia el final de su vida pugilística. En la segunda se narra el combate en sí,
que es la mejor parte de la narración, en donde el desenlace, ya que ambos
contendientes desarrollan al máximo sus cualidades (uno la experiencia y el
otro la fuerza de su juventud), no se resuelve hasta el último momento. Y en la
tercera, en poco más de dos páginas, habla del desencanto y de la aceptación de
la derrota por parte del viejo boxeador, que no sabe lo que hará a partir de
ese momento.
Para
Jack London la naturaleza es la naturaleza y poco se puede hacer contra ella,
salvo luchar como si fuera posible vencerla. En este relato, que es un relato
duro, de un realismo atroz, deja claro que es imposible enfrentarse contra lo
inevitable, salvo, lo que también deja claro de forma implícita en sus otros
relatos, morir matando, o dicho de otra forma más suave, seguir luchando aunque
no se tengan esperanzas de vencer en ese combate amañado al que todos tenemos
que enfrentarnos.
Como
dije más arriba, estoy convencido que el futuro de la narrativa en los próximos
años estará en los relatos, en los
relatos y las novelas cortas, ya que el tiempo de los grandes novelones de
cuatrocientas páginas ha quedado atrás, entre otras razones, porque a estas
alturas carecen de sentido, al no aportar nada nuevo y al no adecuarse a esta
época dominada por las prisas y por las nuevas tecnologías. Hacen falta, al menos esto es lo
que creo que va a comenzar a demandarse, formatos breves, breves pero en los
que impere la calidad, en donde se cuenten historias potentes y atractivas que
puedan ser leídas a lo sumo en una o dos sentadas.
Jack
London, a pesar de que su escritura es propia del siglo pasado, puede ser un
ejemplo a seguir, pues en su literatura lo que predomina es la historia,
subordinándose a ésta todo lo demás, y no al revés, como erróneamente sucede en
estos momentos.
Sábado,
13 de septiembre de 2014
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