sábado, 26 de abril de 2014

Ensayo sobre la ceguera

LECTURAS
(elo.300)

ENSAYO SOBRE LA CEGUERA
José Saramago
Alfaguara, 1995

                        Hace muchos años que leí por primera vez esta novela, y tengo que reconocer que guardaba una idea equivocada de la misma, pues  aunque no tiene la calidad de sus tres primeras obras, no es tan floja, ni de lejos, como recordaba. Es posible que sea la novela más leída de Saramago, la más leída entre otras razones porque es muy accesible, siendo ella la que con seguridad le colgó el San Benito de ser un escritor demasiado triste, y con la que el autor se asienta, después de “La balsa de piedra”, en los temas alegóricos, encontrando en ellos un filón del que estoy convencido llegó a abusar más de lo necesario, en los que puso su pluma a servicios de ideas más que de historias concretas.
                        Nunca, y creo que lo he comentado en más de  una ocasión, me ha llamado la atención lo alegórico en la literatura, al creerlo perjudicial para la misma, ya que el desarrollo de las ideas que se cuentan, en este tipo de obras, encorsetan demasiado el devenir de las mismas, quedando todo subordinado a la tarea de iluminar esa idea fundacional, además de que todo en ellas, al final, suele cuadrar sin demasiada dificultad, lo que las convierte en creaciones con un punto de ingenuidad, haciéndolas, por ello,  muchas ocasiones insoportables. Sí, porque desde un principio, si se conoce al autor que la escribe, se sabe sin dificultad lo que va a pasar, lo que con seguridad va a ocurrir, al igual que lo que desea decir. Pero claro, ya que estamos hablando de literatura, lo importante es cómo se cuenta lo que se desea contar, si de forma “garbancera”, o si por el contrario, todo se lleva a cabo con delicadeza, al menos con la delicadeza necesaria como para hacer digerible un texto de tales características.
                        Pero Saramago es un escritor delicado, que si de algo puede presumir, y puede presumir de muchas cosas, es del trato exquisito con el que maneja a sus personajes, de la humanidad con la que impregna a los mismos, lo que hace navegables incluso sus obras más toscas, consiguiendo que una novela como ésta, sea ante todo una obra de personajes, pues la vitalidad y la credibilidad de los mismos llega a eclipsar incluso a la idea para la que fueron concebidos. Este creo que es el gran mérito de “Ensayo sobre la ceguera”, que llega a ser incluso una obra implícita dentro del marco explícito en que fue confeccionada, lo que está al alcance sólo de muy pocos autores, de aquellos que prefieren, ante lo presumible, volver a rizar el rizo en vez de alisarlo.
                        Como dije antes, “Ensayo sobre la ceguera” es posible que sea la novela más leída del portugués, y lo es, porque sin abandonar su singular estilo, parece bajar varios escalones su nivel de exigencia, aportando en esta ocasión un tema diáfano que consigue que nadie se pierda mientras lee, pues en la narración, a diferencia de lo que ocurre en otras novelas suyas, apenas existen esas ramificaciones que tanto nos gustaban a algunos, pudiendo avanzar el lector en ella sin encontrar apenas dificultades. Otras de las constantes de Saramago, el elemento mágico, en esta ocasión, en lugar de ocupar una ubicación lateral y casi anecdótica pero siempre oxigenante, como en otras obras suyas, encuentra aquí un lugar central, partiendo toda la narración de ese hecho, tal como ocurre en “La balsa de piedra”, que pese a sus diferencias, es una novela muy parecida a ésta.
                        En esta ocasión no se desprende la Península Ibérica del continente para navegar hacia Occidente a través del Atlántico, sino que todos los habitantes de un país, todos menos una mujer, se quedan ciegos, lo que propicia una situación caótica imposible de solventar, situación con la que posiblemente el autor quiera hacer hincapié en la importancia de lo que tenemos y de lo que hemos construido, al tiempo que desea recalcar, que en momentos de crisis sólo la solidaridad, el cariño y la fidelidad, si no solucionar los males, sí al menos pueden hacerlos más llevaderos.
                        Por este motivo, porque puede que sea la novela más leída de Saramago, la fama que tiene de escritor triste con toda seguridad proviene de ella, ya que a diferencia de otras novelas suyas, complemente luminosas y en donde de vez en cuando asoma cierto sentido del humor, en ésta, todo parece que se desarrolla en blanco y negro, lo que puede provocar cierta asfixia en el lector, al producirse, para colmo en ella, escenas ciertamente desagradables.
                        La maestría de Saramago se manifiesta una vez más al escoger un tema desproporcionado, increíble y muy difícil de sobrellevar, para desarrollarlo con su ritmo pausado de siempre, al que consigue acotar y hacerlo creíble, lo que hace colocando su foco de atención a pie de tierra, ya que son los sentimientos de los personajes, su saber estar, lo que independientemente al tema, consigue llenar toda la escenografía de la narración, pues sus personajes tienen la virtud, y este es uno de los grandes activos de la prosa del portugués, de permanecer siempre vivos en la memoria del lector.
                        Como dije al principio, como no guardaba un buen recuerdo de esta novela no tenía mucho interés de volver a leerla, pero me ha sorprendido gratamente la relectura, pues Saramago demuestra en ella su capacidad, en no muchas páginas, para desarrollar un tema potente desde la vertiente más complicada, la humana, dejando poco espacio para lo que se pueda esconder detrás de la narración, pues para  él, lo importante son siempre los medios de los que se vale, sus personajes, que en todo momento se encuentran muy por encima, incluso en una obra alegórica como ésta, del objetivo que se impuso al plantearse la novela.

Lunes, 31 de marzo de 2014



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