viernes, 11 de abril de 2014

Un buen detective no se casa jamás

LECTURAS
(elo.299)

UN BUEN DETECTIVE NO SE CASA JAMÁS
Marta Sanz
Anagrama, 2012

                        Hace unos días leí un artículo de Marta Sanz en el que decía, y no cito textualmente porque mi memoria ya no da mucho de sí, que al igual que hay que exigir la existencia de escritores de altura, también resulta imprescindible la existencia de lectores avezados que sepan sacarle el jugo que necesita el texto que tienen entre sus manos. Cierto, pues la buena salud de la literatura precisa de la existencia tanto de buenos autores como de buenos lectores, con objeto de mantener siempre en movimiento sus aguas, lo que en estos momentos con seguridad no ocurre, al menos en los niveles deseables. Viene lo anterior a colación porque acabo de leer la segunda novela, la segunda novela que he podido leer de Marta Sanz, “Un buen detective no se casa jamás”, novela en la que he podido apreciar los mismos problemas con los que tropecé, hace ya unas semanas, cuando leí “Black, black, black”. Esta segunda novela me ha parecido aún más insoportable que la primera, de suerte, que estaba deseando terminarla, ya que no encontraba nada que justificara su lectura. Marta Sanz está considera como una de “las esperanzas blancas” de la literatura, de la nueva literatura de nuestro país, como lo demuestran los elogios que he podido leer y escuchar sobre ella en determinados círculos, lo que ha sido la causa que me ha obligado a acercarme con cierta ilusión a esta autora, pudiendo certificar sólo que es una magnífica narradora, pero también que es una pésima novelista, o una buena novelista sólo para los que se dejan deslumbrar por los fuegos artificiales de las palabras, y por las frases demasiadas redondas.
                        No es que a estas alturas espere mucho de las novelas que voy encontrando, pero sí aspiro, al menos en principio, a que lo que lea tenga cierta  justificación, a que como mínimo, con independencia de su valor, que la novela sea en sí una novela, que se presente compensada, que cuente alguna historia aceptable narrada de forma aceptable, de acuerdo a las capacidades que pueda poseer cada autor. Pero lo que me desorienta, son los experimentos de los exquisitos que sólo escriben para los exquisitos, que saltándose las normas básicas de la novela, que las tiene, acomodándose con demasiada facilidad a los tiempos en que vivimos, deciden que lo importante, lo realmente importante, serio y valioso es la forma, dejando a un lado, posiblemente para los más vulgares, para los que comen de todo, la historia, el contenido sobre el que esa forma tiene que acomodarse y subordinarse para intentar resaltarla y singularizarla. Sí, porque lo que no soporto, es a los que con sus creaciones, reivindican la independencia de la forma, cayendo en un manierismo posmoderno hueco y sin sentido, que sólo podrá mantenerse en pie por un pequeño periodo de tiempo, pues en el fondo no es  más que una moda, de una moda, que como todas, tiene fecha de caducidad.
                        Dicho lo anterior, para evitar confusiones, tengo que decir que me gusta la experimentación, el hecho de que se intente avanzar desde lo dado para ofrecer creaciones que consigan, aunque sea de forma modesta, hacer avanzar lo que aún denominamos novela, que indudablemente no puede ser la misma, la que se hace hoy, que la que se realizaba hace cien o hace sólo veinte años, pero otra cosa diferente es que esa novela que se presenta como innovadora, y que consigue cerrados aplausos desde determinados graderíos, no sólo no aporta nada, sino que representa un claro retroceso.
                        “Un buen detective no se casa jamás”, es un buen ejemplo de los tiempos literarios, y no sólo literarios en que vivimos, en los que se pretende que el papel que envuelve al objeto que se desea regalar tenga más valor en sí, que el objeto mismo, pues es  una narración que se sustenta sólo en el estilo que impone la autora, ya que la historia es de una debilidad extrema, completamente insignificante, en donde para colmo la trama se solventa de una forma incomprensible. En esta novela todo se realiza de forma contraria a los tan denostados “cánones oficiales”, pues en lugar de intentarse que lo que se cuente tire del lector, se realiza cierto esfuerzo, para que el lector avance a través de lo que encuentra gracias al placer que pueda encontrar al masticar el estilo de la autora, lo que provoca cansancio y hastío en el que con voluntarismo entra en ese juego, sobre todo cuando comprende que eso es lo único que puede encontrar en la novela, un absurdo ejercicio de narrativa, en donde la capacidad para la literatura que muestra la autora queda de manifiesto, pero en donde se aparta al lector, no por la exigencia del texto, sino por la vacuidad del mismo.
                        Llevo demasiado tiempo frecuentando a nuevos autores, con la esperanza de  poder encontrar en algunos de ellos la capacidad suficiente como para dar el salto a las primeras filas de la narrativa de este país, que posean la fuerza y la calidad necesaria para hacerse con un hueco, con un discurso y con una estética propia, pues estoy convencido que se necesitan nuevos espadas para alentar la aparición de nuevos lectores, de nuevos lectores exigentes que a su vez obliguen a esos escritores a no estancarse, para que en cada uno de sus nuevos textos den un paso hacia delante y no caigan en la tentación de repetirse y repetirse. Pero busco, como decía antes, nuevos espadas y no maestros de esgrima en el terreno corto, de esos que se sienten orgullosos de sus fintas y de sus piruetas, tan orgullosos que ni siquiera ensayan otras nuevas, tal como le ocurre a Marta Sanz, cuyas dos novelas que he leído, salvando las obvias diferencias, son absolutamente iguales.
                        Está claro que no voy a desistir en esa búsqueda, pero estoy convencido que el terreno, tal y como se presentan las circunstancias, no se encuentra lo suficientemente abonado para que surjan esos nuevos novelistas de altura, y eso a pesar, lo que puede resultar incomprensible, de que cada día se domina más y mejor la técnica narrativa, siendo un claro ejemplo de ello la propia Marta Sanz.

Jueves, 13 de marzo de 2014


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