LECTURAS
(elo.301)
DIVORCIO EN BUDA
Sándor Márai
Salamandra, 1936
Después
de algún tiempo, creo que lo último que leí de él fueron sus diarios, he vuelto
a leer una novela de Márai, una novela que a su vez leí hace ya bastantes años,
“Divorcio en Buda”, que en principio me ha vuelto a parecer deliciosa.
Recordaba la estructura de la novela, pero no el tema de fondo sobre la que se
articulaba, pues no se centra, como su título pudiera adelantar, sólo en un
divorcio, en las causas de éste, sino en las disputas entre esos dos mundos, el
viejo, el de siempre, y el que poco a poco estaba emergiendo de la mano de la
modernidad, tema que tanto obsesionaba a Márai. El mundo nuevo, para el autor,
atentaba contra el mesurado “mundo del ayer”, en el que todo estaba en orden y
todos se encontraban en su sitio, en el lugar que le correspondía, y atentaba
porque con su vitalidad y también con su arrogancia, amenazaba con hacer saltar
por los aires tanto las estructuras sociales como las formas de vida hasta entonces asentadas, lo que para
el autor húngaro representaba toda una revolución, que de implementarse de
forma definitiva, sepultarían para siempre los ideales que habían sustentado
hasta entonces la cultura centroeuropea, que representaban para él, el ideal
supremo de convivencia.
Para
Sándor Márai, el mundo que veía amenazado, era un mundo equilibrado y armónico,
en el que cada cual se conformaba con la posición que le había tocado en el
reparto de papeles, y por consiguiente con el rol que tenía que cumplir de la
mejor forma posible, un mundo clasista, muy conservador, que sólo podía
justificarse desde la perspectiva del protagonista de la novela, y de la de su
autor, desde el de “una burguesía modesta pero elegante”, pero también era un
mundo completamente periclitado, repleto de contradicciones, que sólo podía ser
alabado si se conseguía observarlo sólo desde su lado amable.
Con
esta novela el autor trata de contraponer esos dos mundos que se enfrentan,
poniendo sobre el escenario a dos personajes representativos de cada uno de ellos,
a un juez que provenía de una familia de magistrados, y a alguien, que con
muchas dificultades, gracias a un despótico tío suyo, pudo estudiar medicina
para salir del medio rural y miserable en donde en principio tenía asignado
desarrollar su existencia.
En
la novela, el juez, posiblemente lastrado por el peso de su tradición familiar,
después de haber neutralizado sus instintos, lleva una vida saludable y
respetada por todos sus conciudadanos, mientras que el médico, que no
pertenecía por naturaleza a la clase social en donde se encontraba asentado,
sucumbe a sus instintos, los cuales provocaron que su vida naufragara, historia
que deja no sólo una sensación extraña, sino que presenta un discurso
completamente reaccionario. Sí, porque entre líneas nos dice, o nos quiere
decir, que sólo aquellos que viven contra sus sentimientos, de espaldas a
éstos, podrán llevar una vida estable, a lo que hay que añadir, que esa proeza,
sólo podrían llevarla a cabo los que posean cimientos sólidos, aquéllos que con voluntad se esfuerzan por mantener su
reputación y el buen nombre de lo que representan.
Como
dije al principio, la novela me ha parecido deliciosa en el plano estilístico,
pues se lee con facilidad y sin que el lector encuentre en la misma ninguna
arista que sobresalga en exceso, de esas que consiguen entorpecer la lectura,
pero no obstante, me ha parecido que se articula en torno a un maniqueísmo que
la debilita en exceso, al tiempo que cae en
unas descripciones de los personajes demasiado explícitas, ya que el
autor, en lugar de dejar que los personajes se muestren por sí mismos, lo que
posiblemente le hubiera costado cien páginas más, se dedica a definirlos,
dejándoles poco margen de acción. Para colmo la novela se divide en dos partes
claramente diferenciadas, posiblemente demasiado asimétricas, en la primera de
las cuales, además de enmarcar al personaje principal y de subrayar su mundo,
se dedica a dibujar el paisaje de esa civilización, la centroeuropea, que tanto
añora, a la que observa que poco a poco se va difuminando en beneficio de la
que impone los nuevos tiempos que llegan, mientras que en la segunda, en un
largo diálogo, que en realidad es casi un monólogo, el médico le cuenta al juez
su fracaso existencial, al haberse dejado conducir por los parámetros de ese
nuevo mundo.
“Divorcio
en Buda” es una delicada obra con un contenido manifiesto, un contenido que no
puede pasar la prueba del algodón de lo políticamente correcto, pues los
valores clasistas que añora, resultan muy discutibles cuando se presentan de
forma diáfana, aunque parece claro que eran unos valores que muchos
intelectuales, entre los que destacan el propio autor pero sobre todo Stephan
Zweig, echaron de menos durante demasiado tiempo, posiblemente porque
representaban un mundo sólido, muy alejado de la vorágine de la modernidad,
siempre contradictorios y conflictivos,
que arrasarían la historia de la humanidad en los años siguientes. Pero
independientemente al plano ideológico de la novela, que en lo meramente
literario puede que sea secundario, “Divorcio en Buda”, me ha parecido una
novela engañosa, tramposa, una de esas novelas que al terminar de leerla uno se
queda con buen sabor de boca, pero que al intentar analizarla se comprende que
buena parte de ella se encuentra “cogida por alfileres”, que cuenta con partes
poco creíbles, como lo motivos del suicidio de la mujer del médico y la
relación de ésta con el juez, pero sobre todo, y esto es más preocupante, se
nota demasiado que es una novela realizada para exponer una tesis, lo que me
parece bien, pero siempre y cuando los postulados por los que abogue el autor
no aparezcan en cada esquina de la narración.
No
obstante es una novela agradable con la que se puede pasar un buen rato.
Miércoles, 9 de
abril de 2014
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