jueves, 15 de mayo de 2014

Divorcio en Buda

LECTURAS
(elo.301)

DIVORCIO EN BUDA
Sándor Márai
Salamandra, 1936

                        Después de algún tiempo, creo que lo último que leí de él fueron sus diarios, he vuelto a leer una novela de Márai, una novela que a su vez leí hace ya bastantes años, “Divorcio en Buda”, que en principio me ha vuelto a parecer deliciosa. Recordaba la estructura de la novela, pero no el tema de fondo sobre la que se articulaba, pues no se centra, como su título pudiera adelantar, sólo en un divorcio, en las causas de éste, sino en las disputas entre esos dos mundos, el viejo, el de siempre, y el que poco a poco estaba emergiendo de la mano de la modernidad, tema que tanto obsesionaba a Márai. El mundo nuevo, para el autor, atentaba contra el mesurado “mundo del ayer”, en el que todo estaba en orden y todos se encontraban en su sitio, en el lugar que le correspondía, y atentaba porque con su vitalidad y también con su arrogancia, amenazaba con hacer saltar por los aires tanto las estructuras sociales como las formas  de vida hasta entonces asentadas, lo que para el autor húngaro representaba toda una revolución, que de implementarse de forma definitiva, sepultarían para siempre los ideales que habían sustentado hasta entonces la cultura centroeuropea, que representaban para él, el ideal supremo de convivencia.
                        Para Sándor Márai, el mundo que veía amenazado, era un mundo equilibrado y armónico, en el que cada cual se conformaba con la posición que le había tocado en el reparto de papeles, y por consiguiente con el rol que tenía que cumplir de la mejor forma posible, un mundo clasista, muy conservador, que sólo podía justificarse desde la perspectiva del protagonista de la novela, y de la de su autor, desde el de “una burguesía modesta pero elegante”, pero también era un mundo completamente periclitado, repleto de contradicciones, que sólo podía ser alabado si se conseguía observarlo sólo desde su lado amable.
                        Con esta novela el autor trata de contraponer esos dos mundos que se enfrentan, poniendo sobre el escenario a dos personajes representativos de cada uno de ellos, a un juez que provenía de una familia de magistrados, y a alguien, que con muchas dificultades, gracias a un despótico tío suyo, pudo estudiar medicina para salir del medio rural y miserable en donde en principio tenía asignado desarrollar su existencia.
                        En la novela, el juez, posiblemente lastrado por el peso de su tradición familiar, después de haber neutralizado sus instintos, lleva una vida saludable y respetada por todos sus conciudadanos, mientras que el médico, que no pertenecía por naturaleza a la clase social en donde se encontraba asentado, sucumbe a sus instintos, los cuales provocaron que su vida naufragara, historia que deja no sólo una sensación extraña, sino que presenta un discurso completamente reaccionario. Sí, porque entre líneas nos dice, o nos quiere decir, que sólo aquellos que viven contra sus sentimientos, de espaldas a éstos, podrán llevar una vida estable, a lo que hay que añadir, que esa proeza, sólo podrían llevarla a cabo los que posean cimientos sólidos, aquéllos  que con voluntad se esfuerzan por mantener su reputación y el buen nombre de lo que representan.
                        Como dije al principio, la novela me ha parecido deliciosa en el plano estilístico, pues se lee con facilidad y sin que el lector encuentre en la misma ninguna arista que sobresalga en exceso, de esas que consiguen entorpecer la lectura, pero no obstante, me ha parecido que se articula en torno a un maniqueísmo que la debilita en exceso, al tiempo que cae en  unas descripciones de los personajes demasiado explícitas, ya que el autor, en lugar de dejar que los personajes se muestren por sí mismos, lo que posiblemente le hubiera costado cien páginas más, se dedica a definirlos, dejándoles poco margen de acción. Para colmo la novela se divide en dos partes claramente diferenciadas, posiblemente demasiado asimétricas, en la primera de las cuales, además de enmarcar al personaje principal y de subrayar su mundo, se dedica a dibujar el paisaje de esa civilización, la centroeuropea, que tanto añora, a la que observa que poco a poco se va difuminando en beneficio de la que impone los nuevos tiempos que llegan, mientras que en la segunda, en un largo diálogo, que en realidad es casi un monólogo, el médico le cuenta al juez su fracaso existencial, al haberse dejado conducir por los parámetros de ese nuevo mundo.
                        “Divorcio en Buda” es una delicada obra con un contenido manifiesto, un contenido que no puede pasar la prueba del algodón de lo políticamente correcto, pues los valores clasistas que añora, resultan muy discutibles cuando se presentan de forma diáfana, aunque parece claro que eran unos valores que muchos intelectuales, entre los que destacan el propio autor pero sobre todo Stephan Zweig, echaron de menos durante demasiado tiempo, posiblemente porque representaban un mundo sólido, muy alejado de la vorágine de la modernidad, siempre contradictorios y conflictivos,  que arrasarían la historia de la humanidad en los años siguientes. Pero independientemente al plano ideológico de la novela, que en lo meramente literario puede que sea secundario, “Divorcio en Buda”, me ha parecido una novela engañosa, tramposa, una de esas novelas que al terminar de leerla uno se queda con buen sabor de boca, pero que al intentar analizarla se comprende que buena parte de ella se encuentra “cogida por alfileres”, que cuenta con partes poco creíbles, como lo motivos del suicidio de la mujer del médico y la relación de ésta con el juez, pero sobre todo, y esto es más preocupante, se nota demasiado que es una novela realizada para exponer una tesis, lo que me parece bien, pero siempre y cuando los postulados por los que abogue el autor no aparezcan en cada esquina de la narración.
                        No obstante es una novela agradable con la que se puede pasar un buen rato.


Miércoles, 9 de abril de 2014

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