LECTURAS
(elo.302)
QUÉ FUE DE LOS
MULVANEY
Joyce Carol
Oates
Lumen, 1996
No
conocía a Carol Oates, de la que sólo había leído algún que otro relato corto,
pero después de que alguien encarecidamente me recomendara esta novela, “Qué
fue de los Mulvaney”, que me ha costado trabajo encontrar a pesar de ser
considerada como una de sus mejores obras, leí otras que realmente me
sorprendieron de la misma autora, sobre todo “Hermana mía, mi amor”, por lo que
ahora, cuando por fin la he podido leer, la sensación que me ha quedado no se
encuentra, ni mucho menos, a la altura de las expectativas que había generado
sobre esa novela. No es que me haya defraudado, no, pero tengo que admitir que
esperaba más de ella, al haberme resultado demasiado larga para encontrar en lo
leído tan poco. Para colmo, el tema me ha resultado demasiado recurrente, la
descomposición de una familia modélica norteamericana por un suceso que le
estalló bajo su misma línea de flotación, que creo que no ha sido tratado,
desarrollado de la forma adecuada, prueba de ello es que la novela llega en determinados momentos
a cansar, lo que denota que algo falla en ella. El mismo tema, el mismo, ha
sido abordado por otros autores norteamericanos, baste recordar a Cheever,
desde diferentes perspectivas, pues la extremada debilidad sobre la que siempre
se ha asentado la clase media de ese país, en todo momento hipotecada por su
consumismo compulsivo, por la necesidad de aparentar ante los demás, con objeto
de poder ser considerados como iguales ante los miembros de la comunidad a la
que deseaba pertenecer, o la importancia desestabilizadora del alcohol, en el
que tradicionalmente ahogaba todos sus desencantos, ha quedado de manifiesto en
un sin fin de obras literarias de primer nivel.
Desde
hace tiempo tengo claro que una buena novela es aquella que logra tirar del
lector, la que consigue que éste lea y lea sin cesar, sin aburrirse, sin desear
que acabe de una maldita vez lo que está leyendo. Resulta evidente que este es,
sea cual sea el nivel de la novela y de quien lea, la prueba de fuego que tiene
que pasar toda buena obra literaria, umbral que no todas, a pesar de la fama
que pudieran llegar a tener, consiguen superar. Cada lector es el que es,
teniendo diferentes grados de exigencia, de suerte, que para lo que uno pudiera
parecer bueno, para otro puede resultar soporífero, aunque hay que subrayar que
siempre hay elementos objetivos que enmarcan y singularizan a toda obra de
calidad. No cabe duda que “Qué fue de los Mulvaney” tiene esos elementos, pero
también posee otros que la lastran, la vulgarizan y la hacen pesada.
En
esta obra también queda de manifiesto la capacidad narrativa de la autora, que
es de discurso largo, pero creo que excepto en la primera parte, en la que
realiza una elogiosa apertura, cae en una exposición bastante lineal y
previsible, que como dije con anterioridad, llega, o puede llegar a aburrir al
lector, pues la literatura de Carol Oates, cuando se dedica a contar y a
contar, sin oxigenar mediante cambios estructurales la narración, parece que es
de otro tiempo, de cuando presentar una
novela de setecientas páginas, en donde todas la variables abiertas quedaban
perfectamente cerradas, era perfectamente normal. Sí, porque a estas alturas,
presentar un tema excesivamente manoseado por muchos, sin aportar nada más,
como sí me aportó la primera novela que leí de ella, “Hermana mía, mi amor”,
que realmente era arriesgada estructuralmente, a estas alturas carece de
sentido.
Como
dije en un comentario que escribí hace unos meses sobre la autora, creo que en
la forma de concebir la literatura de Carol Oates, queda de manifiesto la
grandeza y también los problemas que presenta el realismo literario
norteamericano, que a veces cae en “un garbancerismo”, como se diría por estos
pagos, a todas luces insufrible, aunque
está claro, muy claro, que este tipo de literatura siempre contará con un
público fiel, muy sano, ese que a lo único que aspira es a que le cuenten
historias bien contadas, lo que puede que no sea una mala aspiración después de
todo.
De
todas formas, en la novela he encontrado algo que no me ha acabado de convencer
del todo, y es la perspectiva desde la que se cuenta, que creo que no funciona,
que no resulta creíble, aunque si se hubiera potenciado bien este punto de
apoyo presentado, si se hubiera utilizado correctamente, estimo que el
resultado final hubiera sido otro muy diferente. La historia la cuenta el hijo
mayor de los Mulvaney, que en muchas ocasiones funciona como narrador omnímodo
y otras no, utilizando la autora a lo largo del relato tanto la tercera como la
primera persona, lo que estoy convencido que hace conscientemente aprovechando
que el narrador era periodista y la capacidad fabuladora de éste, pero creo que
con esta opción, aparte de desequilibrar la novela, consigue cortarle las alas.
“Qué
fue de los Mulvaney”, aunque ni de lejos es
una mala novela, sí me ha quitado, al menos de momento, las ganas de
sumergirme en otra de las múltiples novelas de la norteamericana, pues me ha
dado la sensación, que con las tres suyas que he leído he captado su discurso y
su forma de escribir, que al menos en dos de ellas me ha resultado agotador. No
obstante, siempre tiene que haber un pero, estoy convencido que es una autora muy recomendable, pues su literatura
puede conseguir aplacar, desde la calidad, y de forma muy digna, la sed de
historias, de novelones, que muchos aún tienen, aunque en condiciones normales
la lectura de cualquiera de ellas, se pueda prolongar durante algo más de un
mes.
Jueves, 7 de
mayo de 2014
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