martes, 3 de junio de 2014

Qué fue de los Mulvaney

LECTURAS
(elo.302)

QUÉ FUE DE LOS MULVANEY
Joyce Carol Oates
Lumen, 1996

            No conocía a Carol Oates, de la que sólo había leído algún que otro relato corto, pero después de que alguien encarecidamente me recomendara esta novela, “Qué fue de los Mulvaney”, que me ha costado trabajo encontrar a pesar de ser considerada como una de sus mejores obras, leí otras que realmente me sorprendieron de la misma autora, sobre todo “Hermana mía, mi amor”, por lo que ahora, cuando por fin la he podido leer, la sensación que me ha quedado no se encuentra, ni mucho menos, a la altura de las expectativas que había generado sobre esa novela. No es que me haya defraudado, no, pero tengo que admitir que esperaba más de ella, al haberme resultado demasiado larga para encontrar en lo leído tan poco. Para colmo, el tema me ha resultado demasiado recurrente, la descomposición de una familia modélica norteamericana por un suceso que le estalló bajo su misma línea de flotación, que creo que no ha sido tratado, desarrollado de la forma adecuada, prueba de ello es  que la novela llega en determinados momentos a cansar, lo que denota que algo falla en ella. El mismo tema, el mismo, ha sido abordado por otros autores norteamericanos, baste recordar a Cheever, desde diferentes perspectivas, pues la extremada debilidad sobre la que siempre se ha asentado la clase media de ese país, en todo momento hipotecada por su consumismo compulsivo, por la necesidad de aparentar ante los demás, con objeto de poder ser considerados como iguales ante los miembros de la comunidad a la que deseaba pertenecer, o la importancia desestabilizadora del alcohol, en el que tradicionalmente ahogaba todos sus desencantos, ha quedado de manifiesto en un sin fin de obras literarias de primer nivel.
                        Desde hace tiempo tengo claro que una buena novela es aquella que logra tirar del lector, la que consigue que éste lea y lea sin cesar, sin aburrirse, sin desear que acabe de una maldita vez lo que está leyendo. Resulta evidente que este es, sea cual sea el nivel de la novela y de quien lea, la prueba de fuego que tiene que pasar toda buena obra literaria, umbral que no todas, a pesar de la fama que pudieran llegar a tener, consiguen superar. Cada lector es el que es, teniendo diferentes grados de exigencia, de suerte, que para lo que uno pudiera parecer bueno, para otro puede resultar soporífero, aunque hay que subrayar que siempre hay elementos objetivos que enmarcan y singularizan a toda obra de calidad. No cabe duda que “Qué fue de los Mulvaney” tiene esos elementos, pero también posee otros que la lastran, la vulgarizan y la hacen pesada.
                        En esta obra también queda de manifiesto la capacidad narrativa de la autora, que es de discurso largo, pero creo que excepto en la primera parte, en la que realiza una elogiosa apertura, cae en una exposición bastante lineal y previsible, que como dije con anterioridad, llega, o puede llegar a aburrir al lector, pues la literatura de Carol Oates, cuando se dedica a contar y a contar, sin oxigenar mediante cambios estructurales la narración, parece que es de  otro tiempo, de cuando presentar una novela de setecientas páginas, en donde todas la variables abiertas quedaban perfectamente cerradas, era perfectamente normal. Sí, porque a estas alturas, presentar un tema excesivamente manoseado por muchos, sin aportar nada más, como sí me aportó la primera novela que leí de ella, “Hermana mía, mi amor”, que realmente era arriesgada estructuralmente, a estas alturas carece de sentido.
                        Como dije en un comentario que escribí hace unos meses sobre la autora, creo que en la forma de concebir la literatura de Carol Oates, queda de manifiesto la grandeza y también los problemas que presenta el realismo literario norteamericano, que a veces cae en “un garbancerismo”, como se diría por estos pagos, a  todas luces insufrible, aunque está claro, muy claro, que este tipo de literatura siempre contará con un público fiel, muy sano, ese que a lo único que aspira es a que le cuenten historias bien contadas, lo que puede que no sea una mala aspiración después de todo.
                        De todas formas, en la novela he encontrado algo que no me ha acabado de convencer del todo, y es la perspectiva desde la que se cuenta, que creo que no funciona, que no resulta creíble, aunque si se hubiera potenciado bien este punto de apoyo presentado, si se hubiera utilizado correctamente, estimo que el resultado final hubiera sido otro muy diferente. La historia la cuenta el hijo mayor de los Mulvaney, que en muchas ocasiones funciona como narrador omnímodo y otras no, utilizando la autora a lo largo del relato tanto la tercera como la primera persona, lo que estoy convencido que hace conscientemente aprovechando que el narrador era periodista y la capacidad fabuladora de éste, pero creo que con esta opción, aparte de desequilibrar la novela, consigue cortarle las alas.
                        “Qué fue de los Mulvaney”, aunque ni de lejos es  una mala novela, sí me ha quitado, al menos de momento, las ganas de sumergirme en otra de las múltiples novelas de la norteamericana, pues me ha dado la sensación, que con las tres suyas que he leído he captado su discurso y su forma de escribir, que al menos en dos de ellas me ha resultado agotador. No obstante, siempre tiene que haber un pero, estoy convencido que es  una autora muy recomendable, pues su literatura puede conseguir aplacar, desde la calidad, y de forma muy digna, la sed de historias, de novelones, que muchos aún tienen, aunque en condiciones normales la lectura de cualquiera de ellas, se pueda prolongar durante algo más de un mes.


Jueves, 7 de mayo de 2014

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