Todo lo que era sólido
LECTURAS
TODO LO QUE ERA SOLIDO
Antonio Muñoz Molina
Seix Barral, 2013
Desde que me enteré de su existencia, tenía interés de leer este texto de Muñoz Molina, que se presentaba como una reflexión sobre lo que nos ha ocurrido y sobre lo que inesperadamente nos está ocurriendo, pues el juicio del jiennense, siempre equilibrado y dotado de esa cordura que tanto se echa de menos, me ayudaría, estaba convencido, a obtener otra perspectiva tanto de la crisis como de los efectos de la misma. Sí, otra perspectiva, que en esta ocasión no sería la de un economista ni la de un sociólogo, ni tan siquiera la de un politólogo, sino la de un novelista, la de alguien acostumbrado a mirar con otros ojos, a lo que había que unir, el importante hecho de que Muñoz Molina vivía a caballo entre España y los Estados Unidos, lo que sin duda, aparte de la credibilidad que el autor siempre me ha aportado, me acercaría a una visión distinta de la que suelo escuchar cotidianamente. No obstante, tampoco esperaba encontrar nada del otro mundo, nada nuevo que me ayudara a alumbrar la raíz del problema o de los problemas, estando incluso convencido, que se apoyaría en todos los lugares comunes que ya se han expuesto hasta el cansancio, pero también estaba seguro, que su visión, que su mirada me resultaría más interesante, más sincera y verídica que la de los diferentes comentaristas que se amonan habitualmente a los medios.
Lo que más me ha llamado la atención una vez terminada la lectura, es la sorpresa que le produce al autor, cada vez que pasa un tiempo fuera del país, observar la omnímoda ocupación que la política mantiene sobre todos los ámbitos de nuestra vida pública, a diferencia de lo que ocurre por ejemplo en los Estados Unidos, lugar en el existe una clara separación de espacios, en donde la sociedad civil posee un lugar destacado en los mismos, o lo que es lo mismo, la extrema politización partidista de la vida pública española, en donde la colonización que ejercen los partidos sobre ella resulta a todas luces excesiva, encontrando en este hecho, que a nosotros no nos llama tanto la atención, porque estamos acostumbrado a ello, una de las causas de la deplorable situación en la que nos encontramos.
Siempre se habla, siempre hablo de la escasa politización que padece la sociedad española, que desde mi punto de vista es la causa última del escaso control que se ejerce sobre la clase política, que desde los tiempos de la Transición, de la instauración del nuevo régimen, basándose en la apatía y en el desinterés manifiesto de la ciudadanía, ha venido haciendo lo que en todo momento le ha apetecido, a veces en beneficio de la sociedad de la que dependían, y otras, en favor de sus propios intereses de clase. Sí, lo que subraya Antonio Muñoz Molina es cierto, pues contrasta y llama la tención la debilidad del tejido social, el escaso número de asociaciones, de movimientos ciudadanos existentes, con el aparatoso peso de las estructuras de los partidos y la abrumadora influencia que estos ejercen sobre todos los ámbitos de la vida social, lo que a las claras habla de que algo se ha hecho mal. Aunque sólo sea por este motivo, que es cardinal, pues las consecuencias han sido desastrosas, hay que comenzar a plantearse que la tan elogiada Transición a la democracia no fue tan exitosa como en todo momento se nos ha querido hacer ver, pues del modelo que se impuso, provienen parte de los errores de bulto que se han cometido y que estamos padeciendo.
El nuevo régimen que se implantó, desde arriba, desde los altos cenáculos del poder, se sustentaba, según se dijo para dotarlo de estabilidad, en la fortaleza de los partidos políticos mayoritarios, que se quedaron con el control de la política, sin mostrar ningún interés, a pesar de lo necesario que era, de impulsar desde sus propios aparatos una pedagogía democrática que potenciara una sociedad autónoma, responsable, crítica y sostenible, de suerte, que aceptaron el papel encomendado de tutelar a una ciudadanía, a la que por su bien, por el bien de los propios partidos políticos y del sistema, había que mantener alejada de la política.
Por ello, sin encontrar apenas oposición, los partidos se apoderaron de la sociedad, y no sólo del Estado, pasando a gestionar todos los ámbitos existentes, desde el económico al legislativo, desembarcando como un elefante en una cacharrería incluso en las instituciones que teóricamente se crearon para que ejercieran un control sobre ellos, lo que mientras todo fue bien, a nadie pareció importarle. Pero ahora se comprende, cuando todo se derrumba, el despropósito de tal dejación, la nefasta utilización de lo público consentida por todos, que nos ha conducido directamente a la ruina, por haber permitido que unos irresponsables sin control de ningún tipo y siempre pendientes de los resultados a corto plazo, y lo que es aún peor sin proyecto de país, se hayan dejado llevar por las circunstancias favorables, gastando más de lo que tenían, sin preocuparse por planificar, desde sus privilegiados observatorios, un futuro mínimamente sostenible para todos. Ni tan siquiera la izquierda, tanto tiempo en el poder, supo implementar una pedagogía de la austeridad, dejando que el consumismo compulsivo, por parte del estado y por parte de la ciudadanía, lo arrasara todo, incluso lo más sagrado, como la joya de la corona, el Estado del bienestar.
Para Muñoz Molina todos somos en buena medida responsables de lo acaecido, unos por dejarnos llevar y hacer “la vista gorda”, y otros por egoísmo y por incompetencia, por lo que ahora, cuando todo lo que creíamos que era sólido parece que se ha evaporado, posiblemente para no volver, es conveniente que nos planteemos muy seriamente una rectificación o una refundación de nuestra sociedad, que en lo esencial tiene que consistir, en que cada cual se dedique a hacer bien lo que sabe hacer, con seriedad y con esmero, pues esta es la única forma, la única, de revitalizarla de nuevo, en donde cada cual debe volver a cumplir con su papel de forma exigente, pues entre otras cosas “la fiesta ha terminado”.
A pesar de que no aporta nada novedoso, me han parecido muy interesantes, pero sobre todo muy sensatas las reflexiones que lleva a cabo Muñoz Molina en este trabajo, en el que deja claro el lugar que ocupa en estos momentos dentro de “la inteligencia” de este país, el de la responsabilidad cívica, el de la centralidad democrática.
Domingo, 24 de marzo de 2013
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