lunes, 18 de febrero de 2013

Absolución

LECTURAS
(elo.271)

ABSOLUCIÓN
Luis Landero
Tusquets, 2012

El otro día me sorprendió, que un importante suplemento literario considerara a la última obra de Luis Landero como la mejor novela española publicada en el año que acaba de finalizar, y me llamó la atención, porque a pesar de haber seguido desde siempre al autor extremeño, sus últimas entregas habían conseguido alejarme de él, de suerte que no tenía mucho interés en hacerme con la novela, aunque estaba convencido que tarde o temprano acabaría leyéndola. Landero siempre me ha parecido un escritor diferente, ya que su discurso narrativo se aleja, y mucho, no ya del discurso literario dominante, sino de los estándares de las novelas que me interesan, y eso a pesar de saber, porque he disfrutado con su saber, que es uno de los novelistas que mejor dominan su arte, el arte de lo que aquí podría denominar de la novela pura, aquella que sólo aspira a ser una novela sin más, bien escrita y bien trabajada. La idea que tengo que Landero es que es un escritor antiguo, un novelista que va a su aire, libre de todas las corrientes que estiman que toda buena novela tiene obligatoriamente que ser algo más que una historia bien contada.
Sin esperarlo, y de forma sorprendente, hace unos días me encontré con la novela en mis manos, y sin pensarlo dos veces, dejando de lado otras que tenía pendiente desde hacía tiempo, me zambullí en ella, y tengo que decir, después de haber disfrutado de lo lindo con la lectura, que posiblemente sea su mejor novela, que es muy landeriana, y que por ello, todas las dudas que siempre he tenido sobre el autor de nuevo han saltado por los aires, algo que es de agradecer pues no es bueno que nada se afiance.
En primer lugar tengo que decir, lo que no es poco, que como esperaba Landero sigue siendo Landero, lo que en los tiempos que corren, cuando casi todos huyen de lo que son para refugiarse bajo parámetros que no le corresponden, que no por casualidad siempre son más rentables, demuestra que la lealtad hacia sí mismo sigue siendo, para él, una divisa innegociable.
Lo primero que llama la atención cuando se comienza a leer una novela de Luis Landero es su peculiar estilo, en donde la ironía utilizada oculta el control omnímodo que el autor ejerce sobre sus personajes, de unos personajes de los que parece que se ríe, que siempre resultan infantiles, poco reales, de una simpleza casi absoluta debido a que los muestra desnudos, recordándome a algunos de los protagonistas de las “nivolas” de Unamuno, personajes con los que difícilmente el lector puede llegar a identificarse debido a que parecen que pertenecen a otro mundo, a un mundo hasta cierto punto absurdo e incomprensible. Lo segundo que sorprende es la calidad literaria de Landero, la perfección de cada uno de sus párrafos, la facilidad con que se leen sus textos, no porque el nivel de los mismos sea bajo, no, sino porque todas sus frases están trabajadas y limadas para que no aparezca ningún escollo que dificulte la lectura, y eso a pesar, de que de vez en cuando, se deja caer con alguna palabra desusada, que como si de pequeños guiños se trataran, provocan siempre la sorpresa del que se desliza con rapidez por sus páginas. Por último también llama la atención lo estrambóticos y descabellados que son los personajes secundarios de sus novelas, cada uno con su historia a cuesta, que suelen con sus peculiaridades, o con sus avatares, provocar la carcajada del lector, que no deja de asombrarse de las ocurrencias del autor, de un autor que en todo momento se muestra fiel a su universo literario, aunque el mundo a su alrededor se caiga a pedazos.
En “Absolución”, Luis Landero cuenta la historia de alguien que cree que por fin le había llegado el momento de ser feliz, pues después de tantos años de búsqueda parecía que había encontrado el lugar que le correspondía, pero un suceso casual le obliga a dejar todo lo que tenía al alcance de su mano para convertirse esta vez sí en un vagabundo, hasta que comprende, harto de sinsabores, que también tenía que escapar de esa su nueva condición para regresar a la vida que había abandonado y que tanto echaba de menos.
De pasada dije antes que “Absolución” me parece la mejor novela de “Landero”, y dije esto porque es con la que más he disfrutado, y la única, a pesar de las reticencias que mantengo con este tipo de literatura, que del extremeño he podido leer casi de un tirón, sorprendiéndome riendo en muchas ocasiones ante lo que encontraba ante mis ojos. “Absolución” cuenta con todas las constantes que a lo largo del tiempo han singularizado a la obra de Landero, y que más arriba he apuntado, pero también, todo lo que me aparta de él, que no es otra cosa que la debilidad de las historias que aborda, pues ésta como las anteriores, es una novela de personajes y no de tema, estando concebida sólo para que los lectores pasen un buen rato con ella, lo que estimo, aunque sea desde la calidad, no puede ser el objetivo ni la aspiración última de una novela. Aunque lo he repetido en muchas ocasiones, para mí una buena novela es la que posee las dos vertientes compensadas, la del estilo y la de la trama, lo que concretamente quiere decir, que el estilo utilizado tiene que estar al servicio de una historia sólida, pues en mi opinión, una novela que se sustente sólo en la calidad narrativa, en la calidad estilística del autor, carece de sentido al necesitarse siempre un buen tema que sostenga todo el aparataje empleado. Y precisamente esto es lo que le ocurre a las novelas de Landero, que son novelas en las que sólo se puede encontrar eso, calidad narrativa, magníficas exposiciones de personajes y de situaciones, todas muy peculiares por cierto, y con mucho gracejo, pero nada más.
Aunque lo seguiré leyendo, hace tiempo que Landero, aunque para muchos siga siendo un peso pesado de nuestras letras, dejó de ser uno de los escritores que más me interesan, al igual que otros tantos que se empeñan en seguir escribiendo lo que alguien denominó “novelas de sofá”, o dicho de otra forma, novelas de entretenimiento por muy bien escritas que se presenten.

Miércoles, 9 de enero de 2013


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