sábado, 17 de noviembre de 2012

Las leyes de la frontera


LECTURAS

(elo.262)

 

LAS LEYES DE LA FRONTERA

Javier Cercas

Mondadori, 2012

 

                        Posiblemente tenga razón Rodríguez Rivero cuando dice que Cercas es un peso pesado medio, pero de lo que estoy convencido es que es un escritor, por los temas que elige, pero sobre todo por la metodología que utiliza para desarrollarlos, que no suele dejar indiferente a nadie, de  suerte, que esa metodología empleada, que casi siempre está por encima de las historias que cuenta, consigue subrayarlas, aportándoles un valor añadido que difícilmente podría obtener de otra forma, lo que hace que sus obras siempre resulten interesantes, a lo que hay que añadir, el poderoso estilo narrativo que utiliza, que obliga al lector, envolviéndole y empujándole, a no parar de leer, pues si hay algo que caracteriza a la literatura de Cercas, es que nunca cansa ni aburre. Cierto, las narraciones de Javier Cercas poseen un atractivo especial, un atractivo que en principio parece que lo enlajan de lo meramente literario, pues el lector es convencido de lo que está leyendo no es literatura, sino otra cosa, aunque después comprende que estaba equivocado, que el autor le había engañado, y que lo que está leyendo es pura literatura, una literatura diferente, no convencional, pero pura literatura.

                        En unos momentos en que el desprestigio de la ficción es evidente, la gente cada día está más cansada de que le cuenten tantas historias, Cercas aparece haciendo una literatura partiendo de hechos sucedidos realmente y conocidos por todos, al estimar, como pone en boca de uno de sus personajes, que aunque la ficción siempre supera a la realidad, “la realidad siempre es más rica que la ficción”, encontrando en esa “riqueza” un yacimiento literario de considerable magnitud, que consigue enriquecer con su particular mirada. Sí, porque Javier Cercas no se conforma con fotografiar lo que pasó, con amplificar lo que sucedió, sino que, como hizo en “Anatomía de un instante”, se empeña no sólo en aportar su propia visión de los hechos, sino los motivos que hicieron posible tales hechos, lo que personaliza sus obras al tiempo que consigue crear cierta polémica, pues en lugar de matar definitivamente lo acaecido, aportando una visión cerrada, tal como hizo Truman Capote en su más célebre novela, lo que hace es activar los hechos y subrayar la actualidad del los mismos.

                        En esta obra Cercas se sumerge en un mundo inesperado, en el mundo de la delincuencia que afloró en los difíciles años de La transición, y más concretamente en uno de sus héroes, el Zarco (¿el Vaquilla?), realizando una completa disección del personaje que consigue dejarlo al descubierto, pero no se limita sólo a él, posiblemente porque comprende que el Zarco en sí no era  nadie, que fue una construcción del momento histórico en que vivió, y que lo importante y lo interesante de él, se encontraba fuera de él.

                        El autor, posiblemente para dar más verosimilitud y también para no caer en lo meramente literario, de lo que al parecer huye como de la peste, aborda la figura del protagonista de la obra de forma indirecta, gracias a una serie de entrevista que realiza alguien que había sido contratado para narrar la vida del Zarco. El entrevistado, sobre el que recae el mayor peso de la obra, de suerte que se  puede decir que es el protagonista real de la misma, es un antiguo miembro de la banda de el Zarco, alguien que a pesar de  pertenecer a una extracción social distinta a la del delincuente, en un momento dado, y por una serie de circunstancias, colabora en la misma, y que en la fecha en que se produce la entrevista, ya completamente reinsertado, se había convertido en un afamado abogado de la ciudad en donde transcurrieron los hechos. También aparecen otros entrevistados, como el policía que detuvo por primera vez al delincuente, o el director de la prisión de Gerona, pero éstos, parece que sólo tienen cabida en la obra para dar fe y credibilidad, a los testimonios que aportaba el abogado y antiguo miembro de la banda del Zarco.

                        Pero Cercas es inteligente y no aspira sólo a narrar la vida de un delincuente, por muy famoso y mediático que llegara a ser, no, pues deja al descubierto o desea dejar al descubierto varias cuestiones de profunda actualidad, y que con la escusa de el Zarco deposita sobre la mesa, la necesidad que tienen nuestras mediocres sociedades de héroes, sean de las características que sean, el poder que poseen los medios de comunicación para crear a esos héroes casi de la nada, y la instrumentalización que hace la clase política de todo lo que cae en sus manos, además de la capacidad que todos tenemos, debido a nuestra debilidad, de creernos las historias que de nosotros se cuentan, sobre todo cuando las mismas nos dejan bien parados de cara a los demás.

                        Es posible que lo que me haya llamado más la atención de esta obra, de esta novela, pues en el fondo y aunque no lo parezca es una novela, es la fuerza, la fortaleza de la misma, que a diferencia de otras muchas, consigue atrapar al lector desde la primera página, obligándole a leer, algo nada fácil de conseguir y que subraya la capacidad narrativa del autor. Lo normal es lo contrario, que el que se acerque a una novela tenga que realizar un esfuerzo para adentrarse en ella, que tenga que echar mano de esa fuerza misteriosa que se llama voluntad, lo que en última instancia está alejando a muchos, sobre todo a los más jóvenes, de la lectura, al encontrar siempre otras alternativas que les resultan mucha más atractivas, pero sobre todo menos trabajosas. Pero Cercas parece que tiene algo claro, que en primer lugar hay que interesar al lector, aportándole productos interesantes y bien construidos, incluso arriesgados, tanto en la forma como en el contenido, productos que siempre aporten  algo más que lo que aporta una bella o tormentosa historia de las muchas que sin justificación alguna se cuentan, pues sus obras están ideadas para un público que ya está cansado de leer novelas inanes, para un público diré que posliterario, pero que al mismo tiempo desea seguir leyendo.

 

Sábado, 13 de octubre 2012

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