LECTURAS
(elo.262)
LAS LEYES DE LA FRONTERA
Javier Cercas
Mondadori, 2012
Posiblemente
tenga razón Rodríguez Rivero cuando dice que Cercas es un peso pesado medio,
pero de lo que estoy convencido es que es un escritor, por los temas que elige,
pero sobre todo por la metodología que utiliza para desarrollarlos, que no
suele dejar indiferente a nadie, de
suerte, que esa metodología empleada, que casi siempre está por encima
de las historias que cuenta, consigue subrayarlas, aportándoles un valor
añadido que difícilmente podría obtener de otra forma, lo que hace que sus
obras siempre resulten interesantes, a lo que hay que añadir, el poderoso
estilo narrativo que utiliza, que obliga al lector, envolviéndole y
empujándole, a no parar de leer, pues si hay algo que caracteriza a la
literatura de Cercas, es que nunca cansa ni aburre. Cierto, las narraciones de
Javier Cercas poseen un atractivo especial, un atractivo que en principio
parece que lo enlajan de lo meramente literario, pues el lector es convencido
de lo que está leyendo no es literatura, sino otra cosa, aunque después comprende
que estaba equivocado, que el autor le había engañado, y que lo que está
leyendo es pura literatura, una literatura diferente, no convencional, pero
pura literatura.
En
unos momentos en que el desprestigio de la ficción es evidente, la gente cada
día está más cansada de que le cuenten tantas historias, Cercas aparece
haciendo una literatura partiendo de hechos sucedidos realmente y conocidos por
todos, al estimar, como pone en boca de uno de sus personajes, que aunque la
ficción siempre supera a la realidad, “la realidad siempre es más rica que la
ficción”, encontrando en esa “riqueza” un yacimiento literario de considerable
magnitud, que consigue enriquecer con su particular mirada. Sí, porque Javier
Cercas no se conforma con fotografiar lo que pasó, con amplificar lo que
sucedió, sino que, como hizo en “Anatomía de un instante”, se empeña no sólo en
aportar su propia visión de los hechos, sino los motivos que hicieron posible
tales hechos, lo que personaliza sus obras al tiempo que consigue crear cierta
polémica, pues en lugar de matar definitivamente lo acaecido, aportando una
visión cerrada, tal como hizo Truman Capote en su más célebre novela, lo que
hace es activar los hechos y subrayar la actualidad del los mismos.
En
esta obra Cercas se sumerge en un mundo inesperado, en el mundo de la
delincuencia que afloró en los difíciles años de La transición, y más
concretamente en uno de sus héroes, el Zarco (¿el Vaquilla?), realizando una
completa disección del personaje que consigue dejarlo al descubierto, pero no
se limita sólo a él, posiblemente porque comprende que el Zarco en sí no
era nadie, que fue una construcción del
momento histórico en que vivió, y que lo importante y lo interesante de él, se
encontraba fuera de él.
El
autor, posiblemente para dar más verosimilitud y también para no caer en lo
meramente literario, de lo que al parecer huye como de la peste, aborda la
figura del protagonista de la obra de forma indirecta, gracias a una serie de
entrevista que realiza alguien que había sido contratado para narrar la vida
del Zarco. El entrevistado, sobre el que recae el mayor peso de la obra, de
suerte que se puede decir que es el
protagonista real de la misma, es un antiguo miembro de la banda de el Zarco,
alguien que a pesar de pertenecer a una
extracción social distinta a la del delincuente, en un momento dado, y por una
serie de circunstancias, colabora en la misma, y que en la fecha en que se
produce la entrevista, ya completamente reinsertado, se había convertido en un
afamado abogado de la ciudad en donde transcurrieron los hechos. También
aparecen otros entrevistados, como el policía que detuvo por primera vez al
delincuente, o el director de la prisión de Gerona, pero éstos, parece que sólo
tienen cabida en la obra para dar fe y credibilidad, a los testimonios que
aportaba el abogado y antiguo miembro de la banda del Zarco.
Pero
Cercas es inteligente y no aspira sólo a narrar la vida de un delincuente, por
muy famoso y mediático que llegara a ser, no, pues deja al descubierto o desea
dejar al descubierto varias cuestiones de profunda actualidad, y que con la
escusa de el Zarco deposita sobre la mesa, la necesidad que tienen nuestras
mediocres sociedades de héroes, sean de las características que sean, el poder
que poseen los medios de comunicación para crear a esos héroes casi de la nada,
y la instrumentalización que hace la clase política de todo lo que cae en sus
manos, además de la capacidad que todos tenemos, debido a nuestra debilidad, de
creernos las historias que de nosotros se cuentan, sobre todo cuando las mismas
nos dejan bien parados de cara a los demás.
Es
posible que lo que me haya llamado más la atención de esta obra, de esta
novela, pues en el fondo y aunque no lo parezca es una novela, es la fuerza, la
fortaleza de la misma, que a diferencia de otras muchas, consigue atrapar al
lector desde la primera página, obligándole a leer, algo nada fácil de
conseguir y que subraya la capacidad narrativa del autor. Lo normal es lo
contrario, que el que se acerque a una novela tenga que realizar un esfuerzo
para adentrarse en ella, que tenga que echar mano de esa fuerza misteriosa que
se llama voluntad, lo que en última instancia está alejando a muchos, sobre
todo a los más jóvenes, de la lectura, al encontrar siempre otras alternativas
que les resultan mucha más atractivas, pero sobre todo menos trabajosas. Pero
Cercas parece que tiene algo claro, que en primer lugar hay que interesar al
lector, aportándole productos interesantes y bien construidos, incluso
arriesgados, tanto en la forma como en el contenido, productos que siempre
aporten algo más que lo que aporta una
bella o tormentosa historia de las muchas que sin justificación alguna se
cuentan, pues sus obras están ideadas para un público que ya está cansado de
leer novelas inanes, para un público diré que posliterario, pero que al mismo
tiempo desea seguir leyendo.
Sábado, 13 de octubre
2012
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