viernes, 2 de noviembre de 2012

El temblor del héroe

LECTURAS
(elo.260)

EL TEMBLOR DEL HÉROE
Álvaro Pombo
Destino, 2012

Hace algunos meses me encontré con alguien que se dedica a la crítica literaria, que creo que sin haber leído a Pombo, o al menos sin haberlo leído en profundidad, me dijo que el santanderino estaba acabado, a lo que le respondí que posiblemente, pues sus dos últimas novelas de importancia, entre las que se encontraba un Premio Planeta, me habían parecido, a mi pesar, que representaban un estancamiento, por no decir un paso atrás, en su carrera literaria. Antes de esa charla Álvaro Pombo había conseguido el Premio Nadal con su novela “El temblor del héroe”, novela que aunque sabía que tarde o temprano leería, no tenía mucho interés con hacerme con ella, pues tenía pendiente la anterior, “La previa muerte del lugarteniente Aloof”, que a pesar de haber intentado “hincarle el diente” en varias ocasiones, mantenía aparcada entre los textos que con seguridad jamás sería capaz de leer. He seguido a Pombo desde el principio, habiendo disfrutado mucho con algunas de sus novelas, como con “El metro de platino iridiado” o con “La cuadratura del círculo”, que en mi opinión son de una calidad indiscutibles, y que por supuesto son sus mejores novelas, al tiempo que he observado atentamente su notable evolución estilística, y también temática, pues poco tiene que ver, por ejemplo, “El héroe de las mansardas de Mansard” con “Contra natura”, obras que no parecen escritas por el mismo autor. No obstante esa interesante evolución se paró en seco con dos novelas, que en buena medida parecían que le devolvían al mundo originario de sus primeras creaciones, pero que al mismo tiempo deban la sensación, de que estaban escritas más de cara a la galería que empujadas por una necesidad creativa real del propio novelista, y me refiero a “La fortuna de Matilda Turpin” y a “Virginia o el mundo interior”, novelas que se apartaban en mi opinión, de forma demasiado forzada y evidente, de la evolución o de la trayectoria que con naturalidad estaba llevando a cabo Pombo.
No soy nadie, por supuesto, para decir lo que cada cual debe escribir, pero como lector, aún sé apreciar cuando una determinada novela se asienta en algo, y toda buena novela debe apoyarse en una necesidad, en la necesidad precisamente de tener que decir algo, y cuando otras, por muy bien escritas que se presenten, se alzan sobre la insustancialidad del hecho de tener que escribir necesariamente, por las causas que sean, una novela. Las dos obras citadas anteriormente me dieron, o ahora me dan, esa última sensación, las de ser, aunque me puedo equivocar, novelas de encargo, novelas que a pesar de contener el mundo Pombo, el mundo que siempre se ha empeñado en rememorar Pombo, ya no reflejaban los intereses del Pombo actual, que estoy seguro que están más cerca de “Contra natura” que de esas dos novelas, diré que ahistóricas y casi impostadas, y como introducidas con calzador en la trayectoria creativa del autor. Por lo anterior, y creo que de forma justificada, tenía cierto temor a enfrentarme a su nueva y premiada novela, entre otras razones porque me temía encontrar otra novela prefabricada y de ese mismo estilo, pero, con “El temblor del héroe” el bueno de Don Álvaro parece que retoma la senda que perdió un día, zambulléndose de nuevo en otras temáticas, en temáticas que parecen que en estos momentos le obsesionan más, como es la cuestión del compromiso, del compromiso con los demás.
“El temblor del héroe” habla de cómo se deja que alguien se hunda, cuando se saben los problemas por los que ese alguien atraviesa sin que se haga nada por evitarlo, partiendo del supuesto, del supuesto axiomático imperante en nuestro tiempo, de “que si todos nos comportáramos con un Estado providente, se iría el mundo al carajo”, como bien dijo uno de los protagonistas de la historia. El protagonista absoluto de la novela, un profesor retirado, que siempre se había dedicado a teorizar sobre problemas ontológicos, y que gracias a esa actividad había logrado justificar su existencia, comprende en un momento dado que se encuentra solo y suspendido en el vacío, sin nada ni nadie que llene de sentido su existencia. Cuando por una serie de circunstancias alguien aparece en su mundo, el joven Héctor, y le acerca “la vertiginosa existencia sin significado” que fuera de su vida acontecía y que tanto necesitaba, prefiere, tapándose los ojos, seguir teorizando desde su narcisista y a todas luces anémica existencia, que enfrentarse a apoyar a ese joven que tanto le requería, y que después de varias peripecias, acaba suicidándose.
A pesar de tratar un tema actual, de esos que a todos nos debería de preocupar, el del egoísmo y el de la falta de empatía que todos cotidianamente mostramos ante los demás, tengo que reconocer que la novela no me ha gustado, y lo que es más, que no me ha interesado, no tanto por el tema en sí, sino por la forma en que el autor lo desarrolla. Pombo en esta ocasión, cosa extraña en él, intenta con el estilo empleado en la narración alejarse del lector, como conscientemente hace el protagonista por mantenerse distanciado del mundo, al utilizar un lenguaje filosófico, o para ser más preciso excesivamente intelectualizado, de una frialdad a veces excesiva, que obliga al que lee las páginas de su novela a tener que realizar un esfuerzo para conseguir terminarla, no ya porque sea compleja la lectura, que no lo es, sino porque hay momentos en que resulta aburrida, al carecer en muchas ocasiones de sustancia y sentido. En la novela no se puede encontrar una pizca de sentimentalismo, de calor humano, al moverse todos los personajes, excepto Héctor, con una frialdad difícil de comprender que llega a caer incluso en la artificialidad, lo que es posible que haya sido la intención del autor, con objeto de subrayar lo que deseaba exponer, pero pese a ello, creo que es una novela poco literaria, en la que todo queda demasiado explícito, lo que fuerza al lector que pase por ella, a hacer lo mismo que uno de los personajes, a deslizarse patinando sobre la novela, sin arraigar nunca en ella. Es una novela que no agarra, lo que tampoco invita a la reflexión sobre el tema que se expone, es como si estuviera escrita con prisas, lo que la convierte en una novela más de Álvaro Pombo, en una novela que no aporta literariamente nada, nada nuevo al menos, a la obra del autor.

Viernes, 28 de septiembre de 2012


No hay comentarios: