LECTURAS
(elo.249)
PASTORAL
AMERICANA
Philip
Roth
Punto
de lectura, 1997
Leer
a Roth, volver a leer a Roth, sobre todo algunas de sus obras de más
peso, y no me refiero sólo al grosor de sus novelas, es una
experiencia que le hace comprender a uno que está ante un grande,
ante un grande de la literatura que cuando tenía que hacer una
novela total, de esas que ya no se hacen, las hacía, al igual que
cuando tiene que escribir otro tipo de novelas, como las que en la
actualidad realiza, no duda en escribirlas, pero siempre desde una
profesionalidad y desde una calidad, a pesar de soler introducirse
siempre por los caminos más difíciles, que nadie a estas alturas
puede poner en duda. Roth es el gran novelista de nuestro tiempo, al
que de vez en cuando siempre hay que volver, aunque sólo sea para
comprender que la banalidad de las historias que hoy se cuentan,
dotadas casi todas de una simplicidad que a todos debería de
llamarnos la atención, no se deben a los imperativos que la
literatura actual impone, ni a las exigencias de los lectores de
nuestros días, ni por supuesto a los tan criticados y siempre
culpables mercados, sino a la incapacidad de la mayoría de autores
actuales para hacer frente, con todas las consecuencias, a la
compleja y poliédrica realidad a la que tenemos, lo queramos o no,
que enfrentarnos. Posiblemente lo que más llame la atención de las
novelas de Roth, sea la descarnada forma que tienen de afrontar los
problemas que plantea, pero al mismo tiempo la humanidad, la
extremada humanidad de sus personajes, que siempre son cercanos y
reales.
“Pastoral
americana” es para muchos la mejor novela de Roth, aunque para
otros, entre los que me encuentro, y con diferencia, es “La mancha
humana”, novelas que en el fondo hablan de lo mismo, de la
dificultad que entraña ejercer, cumpliendo con todas las reglas, de
ciudadanos netamente americanos, y de lo fácil, y de lo
extremadamente fácil que es que todo el entramado creado, después
de tantos años de esfuerzo, se derrumbe cuando menos se espera. En
“Pastoral americana” Roth nos habla del hombre ideal, del hijo
que todo padre hubiera deseado tener, de una persona que creció
siendo el ejemplo a seguir, de alguien que fundó una familia
modélica según todos, y que ejercía una notable influencia en su
comunidad, el Sueco Levoc. La singularidad de su caso consistía en
que en él confluían las virtudes que todo buen norteamericano
debería poseer, pero al que en un momento dado le estalla el mundo
bajo sus pies, sin llegar a poder comprender nunca, qué hizo mal
para que le ocurriera, precisamente a él, lo que le ocurrió.
A
diferencia de Coleman Silk, el protagonista de “La mancha humana”,
él nunca había transgredido las normas, ya que siempre las había
seguido de forma escrupulosa desde el convencimiento de que eran
correctas, de que estaban ahí para que la vida fuera más
aceptable, pero a pesar de ello, todo se le viene abajo, y de forma
estrepitosa al Sueco. Evidentemente la perfección no interesa, es
algo bastante anodino que carece incluso de las aristas necesarias
para poder abrazarla con facilidad, por lo que Roth, por no hablar de
Nathan Zuckerman, poco atractivo podía encontrar en alguien como el
Sueco, pero cuando el alter ego del escritor norteamericano se entera
del origen de la tragedia que asoló a su antiguo y admirado vecino,
cambia de opinión sobre él y lo convierte en un héroe trágico de
nuestro tiempo, poniéndose a trabajar, imagino que desesperadamente
(en el caso que un personaje de ficción pudiera hacerlo), pues un
tema como el que se encontró no aparecía ante él todos los días,
desde los pocos datos que poseía, a narrar toda la historia, con
pelos y señales, no sólo del Sueco Levoc, sino también del mundo
que siempre le envolvió.
La
novela no es más que la disección de un personaje, de la
personalidad y del mundo de alguien que de forma inesperada había
sufrido un golpe mortal, de un individuo que siempre había sido un
triunfador sin proponérselo, y que sin merecerlo acabó acribillado
por las balas de la realidad. Y esa disección se realiza a base de
digresiones, a base de acumular recuerdos e imágenes de toda su
vida, de narrar la existencia de ese individuo que en todo momento,
con sus padres, con su mujer, con su hija y con todo el mundo se
había comportado de la forma más aceptable posible.
Roth
saca una vez más a escena a su personaje favorito, al escritor
Nathan Zuckerman, el cual muestra interés por el Sueco ya que éste
había sido su ídolo de juventud, pero cuando se entrevista con él,
comprende que era alguien tan previsible, tan correcto, que no valía
la pena ni saber cómo le había ido la vida, y sólo cuando conoció
su secreto, y todo lo que éste le acarreó, se interesó vivamente
por el personaje y se planteó escribir sobre él. Zuckerman hace,
realiza una narración pormenorizada, repleta de detalles, basándose
en los escasos datos que conocía del Sueco, sobre todo de cuando
éste era joven y de lo que le había contado el hermano de éste,
por lo que un porcentaje muy alto de esa narración, aunque basándose
en la realidad, proviene de la imaginación del narrador. La misma
técnica utiliza en “La mancha humana”, lo que creo que deja
claro, o quiere dejar claro el autor, su metodología narrativa, que
consiste en apoyarse sobre determinados hechos verdaderos (lo que no
quiere decir que nada de lo que ocurra en la novela sea real), para
partiendo de los mismos elaborar sus historias, que siempre suelen
ser de un realismo absoluto.
La
perfección no existe, pero si por una serie de circunstancias
alguien se acerca a ella, o parece vivir en ella, siempre hay que
desconfiar de esa persona, o al menos eso parece querer decirnos Roth
en esta ejemplar novela. La existencia, la visión de la existencia
que mantiene el novelista, siempre es compleja, escondiéndose debajo
de las apariencias de sus personajes, en todas las circunstancias, un
mundo repleto de contradicciones y de problemas difícilmente
solventables. Este es el mundo narrativo de Roth, un mundo que
siempre se aleja de la vacuidad publicitada que nos quieren hacer
ver, y aquí es donde se encuentra la fuerza de sus historias, que
nunca podrán dejar indiferentes al lector, al mostrar unos
escenarios existenciales que en ningún momento resultarán cómodos
ni apacibles. “Pastoral americana” no es una novela fácil, al
estar repleta de meandros narrativos, con múltiples altibajos, que
no obstante, consigue dibujar a la perfección una realidad, que es
lo que en verdad desea Roth, de una complejidad difícil de narrar,
en donde el drama humano en todo momento queda al descubierto, como
en todas las obras del autor.
Jueves,
21 de junio de 2012
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