viernes, 27 de julio de 2012

Pastoral americana

LECTURAS
(elo.249)

PASTORAL AMERICANA
Philip Roth
Punto de lectura, 1997

Leer a Roth, volver a leer a Roth, sobre todo algunas de sus obras de más peso, y no me refiero sólo al grosor de sus novelas, es una experiencia que le hace comprender a uno que está ante un grande, ante un grande de la literatura que cuando tenía que hacer una novela total, de esas que ya no se hacen, las hacía, al igual que cuando tiene que escribir otro tipo de novelas, como las que en la actualidad realiza, no duda en escribirlas, pero siempre desde una profesionalidad y desde una calidad, a pesar de soler introducirse siempre por los caminos más difíciles, que nadie a estas alturas puede poner en duda. Roth es el gran novelista de nuestro tiempo, al que de vez en cuando siempre hay que volver, aunque sólo sea para comprender que la banalidad de las historias que hoy se cuentan, dotadas casi todas de una simplicidad que a todos debería de llamarnos la atención, no se deben a los imperativos que la literatura actual impone, ni a las exigencias de los lectores de nuestros días, ni por supuesto a los tan criticados y siempre culpables mercados, sino a la incapacidad de la mayoría de autores actuales para hacer frente, con todas las consecuencias, a la compleja y poliédrica realidad a la que tenemos, lo queramos o no, que enfrentarnos. Posiblemente lo que más llame la atención de las novelas de Roth, sea la descarnada forma que tienen de afrontar los problemas que plantea, pero al mismo tiempo la humanidad, la extremada humanidad de sus personajes, que siempre son cercanos y reales.
“Pastoral americana” es para muchos la mejor novela de Roth, aunque para otros, entre los que me encuentro, y con diferencia, es “La mancha humana”, novelas que en el fondo hablan de lo mismo, de la dificultad que entraña ejercer, cumpliendo con todas las reglas, de ciudadanos netamente americanos, y de lo fácil, y de lo extremadamente fácil que es que todo el entramado creado, después de tantos años de esfuerzo, se derrumbe cuando menos se espera. En “Pastoral americana” Roth nos habla del hombre ideal, del hijo que todo padre hubiera deseado tener, de una persona que creció siendo el ejemplo a seguir, de alguien que fundó una familia modélica según todos, y que ejercía una notable influencia en su comunidad, el Sueco Levoc. La singularidad de su caso consistía en que en él confluían las virtudes que todo buen norteamericano debería poseer, pero al que en un momento dado le estalla el mundo bajo sus pies, sin llegar a poder comprender nunca, qué hizo mal para que le ocurriera, precisamente a él, lo que le ocurrió.
A diferencia de Coleman Silk, el protagonista de “La mancha humana”, él nunca había transgredido las normas, ya que siempre las había seguido de forma escrupulosa desde el convencimiento de que eran correctas, de que estaban ahí para que la vida fuera más aceptable, pero a pesar de ello, todo se le viene abajo, y de forma estrepitosa al Sueco. Evidentemente la perfección no interesa, es algo bastante anodino que carece incluso de las aristas necesarias para poder abrazarla con facilidad, por lo que Roth, por no hablar de Nathan Zuckerman, poco atractivo podía encontrar en alguien como el Sueco, pero cuando el alter ego del escritor norteamericano se entera del origen de la tragedia que asoló a su antiguo y admirado vecino, cambia de opinión sobre él y lo convierte en un héroe trágico de nuestro tiempo, poniéndose a trabajar, imagino que desesperadamente (en el caso que un personaje de ficción pudiera hacerlo), pues un tema como el que se encontró no aparecía ante él todos los días, desde los pocos datos que poseía, a narrar toda la historia, con pelos y señales, no sólo del Sueco Levoc, sino también del mundo que siempre le envolvió.
La novela no es más que la disección de un personaje, de la personalidad y del mundo de alguien que de forma inesperada había sufrido un golpe mortal, de un individuo que siempre había sido un triunfador sin proponérselo, y que sin merecerlo acabó acribillado por las balas de la realidad. Y esa disección se realiza a base de digresiones, a base de acumular recuerdos e imágenes de toda su vida, de narrar la existencia de ese individuo que en todo momento, con sus padres, con su mujer, con su hija y con todo el mundo se había comportado de la forma más aceptable posible.
Roth saca una vez más a escena a su personaje favorito, al escritor Nathan Zuckerman, el cual muestra interés por el Sueco ya que éste había sido su ídolo de juventud, pero cuando se entrevista con él, comprende que era alguien tan previsible, tan correcto, que no valía la pena ni saber cómo le había ido la vida, y sólo cuando conoció su secreto, y todo lo que éste le acarreó, se interesó vivamente por el personaje y se planteó escribir sobre él. Zuckerman hace, realiza una narración pormenorizada, repleta de detalles, basándose en los escasos datos que conocía del Sueco, sobre todo de cuando éste era joven y de lo que le había contado el hermano de éste, por lo que un porcentaje muy alto de esa narración, aunque basándose en la realidad, proviene de la imaginación del narrador. La misma técnica utiliza en “La mancha humana”, lo que creo que deja claro, o quiere dejar claro el autor, su metodología narrativa, que consiste en apoyarse sobre determinados hechos verdaderos (lo que no quiere decir que nada de lo que ocurra en la novela sea real), para partiendo de los mismos elaborar sus historias, que siempre suelen ser de un realismo absoluto.
La perfección no existe, pero si por una serie de circunstancias alguien se acerca a ella, o parece vivir en ella, siempre hay que desconfiar de esa persona, o al menos eso parece querer decirnos Roth en esta ejemplar novela. La existencia, la visión de la existencia que mantiene el novelista, siempre es compleja, escondiéndose debajo de las apariencias de sus personajes, en todas las circunstancias, un mundo repleto de contradicciones y de problemas difícilmente solventables. Este es el mundo narrativo de Roth, un mundo que siempre se aleja de la vacuidad publicitada que nos quieren hacer ver, y aquí es donde se encuentra la fuerza de sus historias, que nunca podrán dejar indiferentes al lector, al mostrar unos escenarios existenciales que en ningún momento resultarán cómodos ni apacibles. “Pastoral americana” no es una novela fácil, al estar repleta de meandros narrativos, con múltiples altibajos, que no obstante, consigue dibujar a la perfección una realidad, que es lo que en verdad desea Roth, de una complejidad difícil de narrar, en donde el drama humano en todo momento queda al descubierto, como en todas las obras del autor.

Jueves, 21 de junio de 2012

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