LECTURAS
(elo.246)
LOS
INVITADOS DE LA PRINCESA
Fernando
Savater
Espasa,
2012
Bastante
contrariado, la primera pregunta que me asalta después de leer esta
absurda e injustificable novela, con seguridad una de las peores que
he leído en los últimos años, es cómo ha podido conseguir un
engendro de tales características el premio “Primavera de novela”,
lo que sólo me puedo explicar, por el tirón ante el público que
aún puede tener su autor, un autor que de forma incomprensible,
parece que últimamente se está dedicando a la provechosa tarea de
acaparar premios literarios, aprovechando el prestigio que posee, un
prestigio que no le proviene precisamente del campo literario.
Entiendo la actitud de las editoriales, que tal y como están las
cosas, prefieren apostar por “caballos ganadores” aunque ello
represente a medio plazo el desprestigio de los premios que
patrocinan, pero no entiendo al jurado, compuesto por prestigiosas
figuras del mundo literario, por prestarse a una farsa de tales
características. El dinero es el dinero, y todos estamos muy faltos
de él, pero en el mundo de la cultura, y la literatura a pesar de lo
que a veces pueda parecer aún hoy es cultura, todo lo que toca lo
vuelve banal y en productos de mero consumo.
Ayer
estuve en la Feria del Libro, en donde me encontré a un amigo que
hace poco acaba de terminar su primera novela, que como no podía ser
de otra forma, precisamente por la crisis que padece el sector, le ha
sido devuelta por la prestigiosa editorial a la que se la presentó,
aunque le dijeron, y no creo que sólo por cortesía, que se trataba
de un texto que realmente merecía la pena publicarse. Hasta aquí
normal. Lo que me llamó la atención es que me dijera, cuando le
comenté que no lo dudara y que la presentara en otras editoriales,
que eso era absurdo pues ya no prestaban atención a los trabajos de
los escritores noveles, y que la única forma de poder publicar, era
presentándose a algunos de los diferentes premios que las
diferentes editoriales poseen, que en teoría tienen como función,
precisamente la de dar a conocer obras de autores desconocidos que
carecen de oportunidades para publicar sus primeros trabajos. Pero
hoy las editoriales no parecen estar por la labor, pues en una época
en la que siempre hay que estar pendiente de la cuenta de resultados,
la tarea de promover a los que pueden ser los escritores del mañana
no resulta rentable. Todo parece indicar que la consigna es diáfana,
resistir como se pueda y publicar estrictamente lo imprescindible
para mantener en marcha el negocio, y apostar siempre por autores que
tengan ya un público asegurado, que puedan vender un número de
ejemplares que al menos amorticen la inversión que se tenga que
realizar en ellos. Lo que sí es seguro, es que las editoriales, por
la famosa crisis, le están cerrando las puertas a todos aquellos que
llegan con ganas de aportar algo nuevo, lo que va a dejar en la
cuneta a un generación de autores que son los que deben sustituir, o
tomar el testigo de “las vacas sagradas” que van a tener que
seguir pastando a sus anchas sin encontrar competencia, escriban lo
que escriban, al menos durante algunos años más en el anémico
panorama literario español. Da grima observar que autores que ya
nada pueden decir, que ya no pueden aportar nada más, al estar
amortizados literariamente, sigan encabezando la lista de los libros
más vendidos, lo que demuestra la situación de penuria que
padecemos en la actualidad, lo que sin duda agravará la crisis, no
ya la económica, sino la que desde hace años padece la literatura y
que la está conduciendo a un callejón de difícil salida.
Dije
antes que comprendía a las editoriales, que tratan de
salvaguardarse de los problemas que padece el mercado del libro,
aunque estoy convencido que la estrategia que están siguiendo es
equivocada, pero que no podía llegar a entender a los miembros de
los jurados que ponen su prestigio a merced de las políticas
cicateras y conservadoras de las diferentes editoriales que les
pagan, pero a quien realmente no puedo llegar a comprender es a
autores como a Savater, que sin necesidad, ponen en circulación
novelas que consiguen descalificarlos literariamente por entero. ¿Qué
necesidad ha tenido Savater, y esta es la segunda pregunta que me
planteo, de haber escrito esta novela, cuando estoy convencido,
porque con los años he llegado a conocer sus gustos literarios, de
la que él mismo se tiene que reír, no sólo de lo que ha escrito,
sino mucho más grave, de los que han perdido su tiempo leyendola?
¿Qué consigue Savater con esta novela, además de agenciarse unos
euros, y de colgar otro premio en algunas de sus repletas
estanterías? Poco, salvo hacernos comprender a los que siempre le
hemos leído, que en lo referente a la literatura se está quedando
con nosotros. Sé, porque lo ha repetido en múltiples ocasiones, que
cuando lee ficción, lo que desea es encontrar el placer de la
lectura, pasarlo bien con lo que lee, lo que me parece bien, incluso
necesario, pues en tal actitud puede encontrar el complemento
perfecto, o necesario para soportar mejor su labor profesional, pero
una cosas es esa, y otra que ponga en circulación una obra de las
características de la presentada, que no aporta absolutamente nada,
ni tan siquiera los elementos necesarios para que pueda ser leída
por alguien no demasiado exigente.
“Los
invitados de la princesa”, nos cuenta la invitación que reciben un
grupo de escritores y de artistas a una extraña isla, a la que su
máxima dirigente quiere convertir en una referencia cultural, pero
tal convocatoria resulta un desastre, entre otras razones porque el
volcán que presidía la isla, manifestando su vitalidad, o su enojo,
no paró de echar cenizas impidiendo la circulación aérea, lo que
en principio posibilitaba un escenario cerrado, ideal para una buena
novela policiaca. El protagonista de la novela es un joven periodista
vasco, enviado por el medio en el que trabajaba para que informara
sobre el evento, pero allí no ocurrió nada, nada que mereciera ser
contado en una crónica. El periodista va conociendo o reconociendo a
los diferentes invitados, y a diferentes miembros de la
organización, algunos de los cuales, a falta de algo mejor que
hacer, le narran historia que habían padecido, todas ellas carentes
del más mínimo interés, que se van contando al tiempo que se va
narrando lo poco que va ocurriendo en la isla, de suerte que un
capítulo de la novela corresponde a lo que acaece, y el siguiente a
algunas de las historias que le cuentan al periodista. Lo que salva
a la novela, lo que es un decir, es el gracejo que de vez en cuando
muestra Savater, que en más de una ocasión consigue sacarle una
sonrisa al lector, y es que el donostiarra es alguien que sabe
escribir, alguien que si no quiere escribir una novela seria, con un
tema interesante y profundo, en lo que está en su derecho, podría
dedicarse, en lugar de a aburrir a su clientela, a escribir algo que
al menos tenga sentido, aunque sea sobre caballos o sobre hipódromos
británicos.
Lo
que quiero decir, es que Savater, aunque despotrique de él, puede
escribir o hacer lo que desee, divertirse confeccionando engendros
como éste en sus ratos libres, o trabajar en un interesante ensayo
sobre algún tema que le preocupe, el problema es que tal y como está
el patio, y no me refiero sólo al literario, me parece un lujo
innecesario, por no hablar ya de una bofetada sin manos a los que
sueñan con publicar la novela que tienen en el cajón desde hace
años, que saque a la luz una novela como ésta, para colmo apoyada y
publicitada por un premio, más o menos prestigioso, como el
“Primavera de novela”. En fin, una vergüenza.
Martes,
15 de mayo de 2012