martes, 4 de octubre de 2011

El hombre que amaba a los perros



LECTURAS
(elo.221)

EL HOMBRE QUE AMABA A LOS PERROS
Leonardo Padura
Tusquets, 2009

A veces, con demasiada facilidad, acuso al fenómeno de la muerte de las ideologías de ser el causante de la desorientación que padece el hombre actual, al carecer por ello, éste, de esos mínimos referentes que necesita para orientarse en la caótica realidad que se le presenta, sin querer plantearme, al cerrar los ojos ante la vertiente positiva de tal hecho, el terror que siempre consiguieron imponer las ideologías a los que cayeron en sus redes. Por ello, leer una novela escrita por alguien que vive en Cuba, o lo que es lo mismo desde el fracaso de la experiencia cubana sobre el fracaso del socialismo real, personalizado por el despotismo que el estalinismo ejerció sobre los creyentes y los militantes de esa ideología teóricamente liberalizadora, no puede, por supuesto, dejar de llamarme la atención, al ser ese, uno de los grandes agujeros negros de la historia de la humanidad. Sí, después de haber leído lo que he leído, es lógico que pueda llegar a pensar, que el derrumbe y el descrédito en el que han caído las grandes ideologías totalizadoras, han servido para liberar al hombre, de unas estructuras que lo simplificaban y lo empujaban hasta convertirlos en meros objetos utilizables y sustituibles en aras de un objetivo superior, en simples herramientas en manos de unos planificadores, que según decían, ideaban con los llantos del presente la sociedad plena del mañana.
Hace poco traté de releer “Koba el terrible”, esa extraña obra de Martin Amis, que por segunda vez tuve que abandonar antes de lograr finalizarla, en la que, dato tras dato, anécdota tras anécdota, hablaba de las maldades de esa figura, que no sólo consiguió marcar a fuego la historia del socialismo y de Europa, sino que también, ha quedado como uno de los ejemplos más singulares del terror del autoritarismo, de hasta dónde puede llegar el poder absoluto y el culto a la personalidad. Lo que le critiqué y le sigo criticando a la obra de Amis, es precisamente el enfoque con que afrontó el tema, que literariamente, al menos desde mi punto de vista resultaba insostenible, ya que la literatura debe aspirar sobre todo, a que lo que se presenta pueda ser leído con relativa facilidad, humanizando y acercando los conceptos y las ideas que un determinado autor pueda tener a la vida. Ahora, sin esperarlo, me he encontrado con una ambiciosa novela sobre el mismo tema, que a pesar de ser algo más que una novela, ya que también podría entenderse como una biografía, o como dos biografías que convergen en un momento dado entre sí, que afrontan no sólo el fenómeno del estalinismo y de todo lo que significó, sino también la de dos personajes poliédricos y paradigmáticos de la época, León Trotski y la de su asesino Ramón Mercader, que, cada uno intentando cumplir con su papel, esperaban modificar la historia, junto a alguien, el protagonista que escribe la novela, que representa a los que han padecido la labor de los que siempre se han empeñado en empujar dicha historia.
La novela, por tanto, se narra en tres planos, el que cuenta la vida de León Trotski desde que fue expulsado de la Unión Soviética hasta que cayó asesinado en México, que se desarrolla de forma paralela a la de quien acabó con él, Ramón Mercader, el cual fue elegido en plana Guerra Civil, para llevar a cabo la acción que marcó su vida. Entre ambas historias, el autor también cuenta la de la persona que escribió la novela, un cubano, que en su tiempo quiso ser escritor, y que por casualidad, mucho después de que las estrecheces y las calamidades que anegaban la isla le hicieron desistir de sus ilusiones, se encontró cara a cara con “la novela que tenía que escribir”.
“El hombre que amaba a los perros” es una novela de gran dignidad, una novela ambiciosa como dije con anterioridad, que se empeña en reflejar un mundo ya pasado, el mundo de las ideologías, que consiguió ensangrentar todo un siglo. Aunque creo que no se trata de una gran novela, lo que no significa que no sea una buena novela, su interés radica en que puede servir para hacer comprender, sobre todo a los más jóvenes, a aquellos que desconocen casi por completo aquel periodo, un tiempo en el que muchos aspiraban a modificar la realidad, aunque para ello tuvieran que sacrificar su felicidad o incluso su propia existencia. Pero también para calibrar la deformación de unos regímenes que bajo la justificación de unos ideales, no dudaron en ningún momento en traicionar a los mismos, con objeto, costara lo que costara, de alcanzar unos objetivos superiores que consiguieron a la postre, envilecer su propia práctica cotidiana y su propia justificación de cara a los que en teoría debían de defender. El problema del comunismo, de lo que después despectivamente se denominó el socialismo realmente existente, fue que perdió, por lo anterior, su propia legitimidad, lo que se debió en gran medida a que dejó atrás sus puntos de referencia, el de conseguir el bienestar de aquellos a los que representaba, a los trabajadores y a las clases humildes, en beneficio de unas metas macropolíticas y de una megalomanía que le condujo a un callejón sin salida. El comunismo, que hoy desde la postmodernidad se observa como algo obsoleto, perdió definitivamente su batalla en el momento en que jugó a un juego que no era el suyo, pagando las consecuencias las sociedades en donde se había implantado, que en lugar de encontrar la liberación bajo el mismo, se encontraron sojuzgadas bajo unos estados que en lugar de velar por ellas, se dedicaron a idear estrategias políticas y económicas demenciales bajo las sombras de unos sistemas propagandísticos que se dedicaron a dibujar y a imponer una imagen de la realidad diferente a la real.
El problema de esta novela es el peso de la misma, pues las dos biografías que desarrolla, al ser demasiado detallistas, llegan a cansar en determinado momento al lector, sobre todo al que busca literatura en lo que lee y no pormenores de la vida de personas que han vivido realmente.
No obstante, para los todoterrenos que cuando tenemos que leer literatura leemos literatura y cuando no leemos otra cosa, sobre todo porque comprendemos que la novela es algo abierto en donde casi todo cabe, “El hombre que amaba a los perros” es un texto interesante por varias razones, en primer lugar porque está bien escrito, pero también por el hecho, de que cuando uno acaba la lectura, se encuentra con una idea mucho más formada de esos dos personajes que pasarán unidos a la historia del pasado siglo, aunque uno de ellos no lo merezca, y por, para mí lo más importante de la novela, la imagen que queda del personaje que la escribe, que representa a todos los que han, hemos soportado las consecuencias de los que se han creído protagonistas de la propia historia con mayúsculas.

Jueves, 17 de marzo 2011

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