martes, 1 de diciembre de 2009

El chino


LECTURAS
(elo.171)

EL CHINO
Henning Mankell
Tusquets, 2.007

A pesar de las valoraciones favorables o de las ventas millonarias que una determinada novela pueda alcanzar, es el tiempo el único juez, que de forma implacable podrá conseguir que una obra literaria ocupe el lugar que le debe corresponder. La crítica casi siempre se caracteriza por sus errores, en muchas ocasiones de bulto, mientras que el éxito, esa cosa tan extraña y tan poco previsible, en ningún caso garantiza la calidad de un texto. Pero no todo puede ser literatura de calidad, pues no creo que exista “alma humana” que pudiera resistirlo, sobre todo por el hecho de que vivir permanentemente en determinadas altitudes, puede resultar incluso dañino para la salud. La buena literatura es un bien escaso, que en muchas ocasiones se presenta como si de un premio, como si de un premio a la constancia se tratara, que para colmo, casi siempre llega cuando menos se espera. Hay que leer mucho, y digo mucho, para poder tropezar con esas joyas que sólo de vez en cuando se presentan en nuestro camino, y precisamente ese hecho es lo que las hacen más valiosas. Por ello nunca hay que desesperar, y resulta fundamental intentar buscar en lo que se va encontrando, no sólo lo positivo, sino también los motivos por lo que la calidad de lo que se encuentra en nuestras manos, ni de lejos, se asemeja a lo que esperábamos hallar. Hay que leer y leer, pero sobre todo analizar todo lo que se va leyendo, con objeto de disfrutar más y mejor de esa travesía que es la lectura, pero para ello hay que partir de la base, de que todo, incluso lo peor, posee su lado positivo, aunque sólo sea por el hecho de poder identificar, con un mínimo margen de error, lo que en realidad vale la pena y lo que es mejor dejar a un lado sin hacer demasiado ruido.
Bien, en ese caminar sin objetivo fijo que es la lectura, me he topado en esta ocasión con una novela de Mankell, “El Chino”, que me ha defraudado más de lo que en el peor de los casos podía imaginar. Cuando me decidí a leerla, estaba convencido que me iba a encontrar con una novela policiaca, narrada por un especialista del tema, que al menos iba a conseguir entretenerme durante unos días, pero no, pues por desgracia, creo que en esta ocasión el novelista sueco se ha pasado de rosca. La novela negra, la buena novela policiaca nunca puede ser gratuita, ya que siempre, debe apuntar hacia algo más que se encuentra más allá del caso que trata de desarrollar, pero teniendo el cuidado suficiente, de no olvidar que lo importante siempre es el caso en sí, y no todo lo que trasciende de él. Pero en “El chino”, Mankell, de forma incomprensible, ha mostrado demasiado interés en lo que deseaba que trascendiera, en el mensaje que le interesaba dejar en el lector, descuidando el desarrollo de la trama, que aparece poco creíble. En toda novela la credibilidad es esencial, y cuando esta cojea, por muy bien que todo lo demás funcione, la obra en su totalidad se viene abajo, que es lo que le ha ocurrido a “El chino”, independientemente, por el prestigio del autor, a que haya sido un importante éxito de ventas.
Indudablemente lo que le interesa a Mankell, como a todos los que conocemos aunque sea de pasada lo que acaece en aquel lejano y misterioso país, es lo que ocurre, pero sobre todo lo que puede llegar a ocurrir en la República Popular China, un país en el que convergen demasiadas fuerzas contrapuestas, como para que el actual equilibrio se pueda mantener durante muchos años más. Pero parece que al sueco, lo que realmente le preocupa, es la nueva, por innovadora, relación estratégica que mantiene China con respecto a África, que es el continente por que siente debilidad Mankell. Parece ser, que una de las salidas que los teóricos chinos encuentran para desactivar la situación explosiva que se va a encontrar su país en los próximos años, debido sobre todo al volumen de su población y a los criminales desequilibrios existentes en dicha sociedad, se hallan en buena medida en África. Sí, pero no sólo para proveerse de las materias primas que tanto necesita para proseguir con su sorprendente y descomunal desarrollo económico, que también, sino sobre todo, para encontrar un asentamiento en “el continente olvidado” para sus excedentes de población. Todo esto se sabe, pero Mankell con esta novela, parece que ha querido que tal información llegue al gran público, a sus lectores, convirtiendo su novela en algo más que en una novela, lo que hubiera podido ser posible si lo hubiera hecho de una forma más implícita, y fortaleciendo el argumento, con la intención de hacer posible que todos los bloques que la integran encajen de la forma adecuada.
La novela se encuentra descompensada, habiendo partes de la misma que se leen a un ritmo trepidante, lo que significa, que consiguen captar el interés del lector, pero en contrapartida existen otras, sobre todo la que se desarrolla en Norteamérica, que resultan de una aridez tal, que el lector puede llegar a plantearse, y creo que con motivos, abandonar la lectura de la novela. Posiblemente Mankell haya creído necesario aportar una base sólida que justifique la novela, pero estoy convencido que ha ido demasiado lejos, pues tal parte de la novela resulta a todas luces prescindible.
En fin, y siempre en mi opinión, pues conozco quien ha disfrutado de la lectura, estimo que se trata de una novela fallida que no merece el tiempo que necesita su lectura, al ser una de esas obras por las que hay que pasar, para valorar esas otras novelas que sin duda llegarán, que nos obligarán a brindar de nuevo por la novela.
Miércoles, 28 de octubre de 2009

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