domingo, 13 de diciembre de 2009

Mañana en la batalla piensa en mí


LECTURAS
(elo.173)

MAÑANA EN LA BATALLA PIENSA EN MÍ
Javier Marías
Alfaguara, 1.994

Leer a Marías es brindar por la literatura, por la literatura de calidad. De vez en cuando, debido a la pobreza de las novelas que habitualmente llegan a mis manos, que son las que se editan, necesito leer o releer alguna obra del madrileño, y siempre salgo de ellas con la misma sensación, la de que la novela se encuentra en crisis, que la mediocridad que define a casi todas las novelas actuales está acabando con este género, banalizándolo y arrinconándolo, entre otras razones, porque cada hijo de vecino, se cree capacitado para publicar una novela, como si en ello le fuera la vida. Pero de forma paralela, Marías me demuestra, que a pesar de la crisis que padece la novela mayoritaria, la novela jamás podrá desaparecer, al menos mientras existan autores como el propio Marías.
Con el tiempo he aprendido, que lo importante en una novela no es la historia, ni tan siquiera la idea que se desee transmitir, sino la forma en que es contada dicha historia, y los métodos utilizados para que esas ideas lleguen al lector. Por ello, escribir una novela requiere oficio, pero también, al menos para escribir una gran novela, una de esas que se quedan en la memoria del lector, algo difícil de definir de que va más allá del mero oficio. Escribir una buena novela es complicado, muy complicado, pero escribir una gran novela sólo se encuentra al alcance de unos pocos, y no precisamente porque estos trabajen o se esfuercen más que los otros, no, sencillamente porque a unos le sale y a otros, aunque lo intenten de forma desesperada, no. La causa de lo anterior, se encuentra en el hecho de que la novela es un arte, y no un producto manufacturado y de consumo más, aunque algunos, a pesar de saber que están equivocados, se empeñan en sostener lo contrario. En la producción artística, y por supuesto en la novelística, dos y dos nunca podrán ser cuatro, ya que en ella no basta con que todo cuadre, con que todo acabe en su sitio, al resultar necesario, imprescindible, que converjan esas variables indefinibles que consiguen, como por arte de magia, que un determinado texto, se alce por encima de la aritmética y de la ciencia de los hombres. El arte es así, y se quiera o no, como se sabe y nunca hay que dejar de repetir, sólo está al alcance de esos extraños individuos que llamamos artistas, por eso es injusto, al ser un territorio inaccesible a casi todos. Para colmo, la novela literaria o artística, que como siempre ha ocurrido escasea y se presenta a cuenta gotas, no es precisamente la novela que se lee y que se compra, ocurriendo más bien lo contrario, presentándose en nuestros días como un tipo de novela marginal, muy alabada por la crítica, por supuesto, pero a la que nadie, o casi nadie se atreve a acercarse.
Bien, Javier Marías es uno de esos extraños autores, que como quien no quiere la cosa, convierte cada texto que sale de su pluma en un texto especial. Como dije al principio, de vez en cuando tengo la necesidad de acercarme a sus novelas, con la intención de vacunarme contra la banalidad y la vacuidad literaria dominante, pero sobre todo, para constatar, tocando siempre madera, que existe o puede existir una literatura completamente diferente a la que se amontona en las mesas de novedades de nuestras librerías. En esta ocasión he releído “Mañana en la batalla piensa en mí”, magnífica novela, que como esperaba, en lugar de venírseme abajo, me ha resultado mucho más sólida que cuando la leí por primera vez. La buena literatura es aquella que resiste una relectura, es más, la que aumenta su valor con la relectura. Cuando se lee por primera vez una novela, el lector está más pendiente de lo que ocurre o puede suceder, que de los métodos empleados por el autor para contar lo que desea contar, mientras que cuando ya se sabe lo que va a ocurrir, la atención va dirigida, sobre todo, hacia lo esencialmente literario, que no es otra cosa que la estructura del edificio que se levanta ante el lector. Sí, porque cuando una novela interesa, resulta importante detenerse, aunque sea sólo por unos momentos, en el entramado que se esconde detrás, en todos los artilugios que soportan y hace creíble la trama, en los engranajes ocultos que hace posible que una obra funcione. Por ello es mucho más interesante releer que leer, a pesar de que se corra el riesgo cierto, que alguna novela que en su momento creímos esencial, se nos haga pedazos entre las manos, y lo es, porque se aprende y disfruta mucho más, al tener que detenerse el que lee, en cuestiones que en principio, se le pasaron desapercibidas.
“Mañana en la batalla piensa en mí”, es una novela de una calidad extrema, que se acerca, y mucho, al nivel que alcanzó el propio autor con su obra anterior, “Corazón tan blanco”, posiblemente más redonda, pero igual de imperecedera que ésta. Es una novela en la que se encuentran todas las constantes de la obra de Marías, tanto en lo referente a la temática como a la forma. El tema de la novela es el de siempre, la existencia del secreto y la necesidad que todos tenemos de librarnos de ese secreto, que como si de una braza ardiente se tratara, consigue llegar a corroernos por entero. En esta ocasión, la mujer con la que se encontraba, de forma absurda, y sin que el lector sepa en ningún momento la causa, muere antes de que el protagonista pueda acostarse con ella, huyendo sin avisar a nadie de lo que había sucedido. A partir de este hecho se desarrolla toda la novela. A pesar de su fama de hermético y de puntilloso, la literatura de Marías es luminosa, y no sólo porque intenta enfocar todos los recovecos del alma humana, sino sobre todo porque su prosa, en lugar de enrocarse, o de encastillarse como diría el propio Marías, es de tal amplitud, que deja abierta todas las puertas, y todas las ventanas, para que la luz lo ilumine todo. Para colmo, Marías no es un narrador al uso, de los que si quieren ir de Madrid a Albacete, eligen la carretera más rápida y segura, ya que parece que disfruta aventurándose por todas las carreteras secundarias y terciarias que va encontrando en su camino, consiguiendo de esta forma, aportar una visión mucho más amplia del trayecto. Parece también, que las novelas de Marías están compuestas de pequeños relatos, que con relativa facilidad podrían independizarse entre sí, unidos sólo por débiles hilvanes, pero que al profundizar tanto, al ser tan poliédricos, aportan un importante número de imágenes al lector, que se le quedan grabadas y que consiguen hacer creer, que sus novelas son más compactas de lo que son. Marías es un escritor de imágenes que disfruta en el terreno corto, por lo que se podría decir, aventurándome mucho por supuesto, que más que un novelista es un escritor de relatos, ya que en esos relatos enmascarados que pueblan sus novelas, es donde alcanza su mayor grandeza.
Javier Marías no sólo es indispensable para las raquíticas letras españolas, que cada día que pasa se encuentran más desarboladas, sino que lo es para todos lo que amamos la literatura con mayúsculas.

Domingo, 15 de noviembre de 2.009

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