miércoles, 26 de marzo de 2008

Sobre un artículo de Lali

ACERCAMIENTOS
(elo.112)

Sobre un artículo de Lali


Querida Lali:

Acabo de leer tu artículo “la responsabilidad personal”, y en primer lugar, quisiera felicitarte por la pasión en la que vives, que contrasta de forma radical, con la actitud que mantengo en los últimos tiempos con esa vieja amiga que es la política. Ésta, es con diferencia, la campaña electoral que menos estoy siguiendo, precisamente por eso, porque cada día estoy más alejado de la política. Lo anterior, como comprenderás, no quiere decir que la política haya dejado de interesarme, no, sigue siendo también mi gran pasión, lo que ocurre, es que la que se lleva a cabo, la que se realiza, no me interesa en absoluto. Desde hace bastante tiempo, se confunde la política con realizar proclamas publicitarias, con leer interminables y aburridos discursos, sin que se comprenda, que la política verdadera es la que intenta buscar cauces comunes que posibiliten una coexistencia aceptable. El político, aunque eso es lo que se cree, no es el ideólogo, ni tan siquiera el oscuro individuo que se dedica, tarea de negros, a redactar los programas electorales que después se leerán en todas las tribunas, sino el que con modestia e infinita paciencia, trata de acomodar las diferentes opiniones, los múltiples discursos existentes, en beneficio de una tarea común.
Ayer, estuve cenando con un grupo de amigos, y evidentemente, saltó el tema de las elecciones del domingo y el qué votar. Entre los que estábamos allí reunidos, existía una enriquecedora pluralidad ideológica (así es como se dice ahora), pero noté desde un principio, cierto desengaño en todos, desde el que manteniendo una actitud que no comprendo se va a abstener, al que va a votar en blanco, pasando incluso por los que con resignación y voluntarismo, pensaban una vez más, prestar su apoyo a cualquiera de los partidos mayoritarios. Nadie parecía contento con la situación, sobrevolando en el ambiente, junto al humo de los múltiples cigarrillos encendidos, un desencanto hacia la política, que se podía sin mucha dificultad masticar. Tenías razón cuando decías, que en cualquiera de los múltiples campos en los que nos movemos, la cooperación entre todos es algo habitual, lo que contrasta, con la cerrazón y el inmovilismo que define a los que se dedican a la política, o a los que de vez en cuando, casi siempre en cualquier bar, hablamos de política. Creo que este hecho se debe, a que o bien desde la clase política se observa a la ciudadanía como un mero yacimiento de votos, o en nuestro caso, porque después de comprender que se nos ha escapado de las manos (que nos la han arrebatado), no le damos a la importancia que merece, quedándonos sólo en lo anecdótico de la misma, en los chismes que filtra la prensa diaria, o en la última metedura de pata de éste o aquél político. La sensación con la que salí, era que el personal podía vivir perfectamente sin la política, observando a los que se dedican a ella, sólo como meros profesionales de la misma, que viven de ella como el carpintero de sus maderas, o como individuos que se han agarrado a la política para justificar su existencia.
Desde que nos dijeron que la historia había finalizado, desde el momento preciso en que interiorizamos que vivíamos en el mejor mundo de los posibles, la política como herramienta de transformación ha dejado su lugar a una política (menor) de gestión, que a pocos llega a interesar, lo que ha provocado una profunda desmovilización, que ha conseguido que los que aún estaban interesados en ella, se encierren en eso que ahora llaman “ámbito privado”, en ese paraíso que los teóricos del postmodernismo tardío denominan privacidad. Desde entonces, los temas candentes que interesadamente se sacan a la palestra, con toda seguridad para entretener y desviar la mirada de los auténticos problemas a los que cotidianamente tiene que enfrentarse la ciudadanía, son menores, aunque siempre polémicos, lo que a algún iluso le puede hacer creer que aún existen opciones diferenciadas. Nos hemos pasado una legislatura hablando, o mejor dicho discutiendo sobre la aberración que supone el Estatuto catalán, o sobre la traición que implica intentar diseñar un proceso de paz con ETA, mientras que lo público, lo de todos, seguía deteriorándose de cara a su futura privatización (la salvación siempre proviene del capital, del filantrópico capital), o mientras el poder adquisitivo de la mayoría de la población era desbordado por una inflación vergonzosa (contra la que al parecer no se puede luchar, pues según dicen es estructural), todo ello unido a una degradación de los derechos laborales, de lo que antes se denominaba clase trabajadora.
Bien, ¿cómo es posible que aún nos quejemos de la inexistencia de un tejido social crítico, cuando todo se ha confabulado para desmovilizar a la ciudadanía? ¿Cómo es posible que aún nos empeñemos en agarrar el rábano por las hojas? Desde que el liberalismo más casposo, aunque algunos creen que es el más ilustrado ostenta el poder, esgrimiendo aquello que el afamado Isaiah Berlin denominaba la libertad negativa, es decir la libertad potencial, todo va de mal en peor, sin existir apenas espacio para una izquierda crítica (crítica incluso con la izquierda clásica) que propugne la posibilidad de poder alcanzar eso que aquí se podría llamar la libertad positiva, la tangible, la real. Y por último, no te quiero seguir agobiando, ¿cómo se puede reivindicar la política cuando no existen opciones diferenciadas? La política sólo es posible cuando se enfrentan iniciativas que contemplan la realidad de forma diferente, de forma radicalmente diferente, pues lo demás, seamos realistas, es seguir mareando la perdiz.

Un beso.

Martes, 4 de marzo de 2.008

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